El día de la liberación, el 'Brexit' americano o el gigante suelto

Ciudad de México /
LUIS M. MORALES

El jueves 23 de junio de 2016 los británicos votaron en un referéndum a favor de salir de la Unión Europea. Algo parecido ocurrió el miércoles de la semana pasada cuando Donald Trump anunció la imposición unilateral de aranceles a 185 países del mundo y bautizó el hecho como el “día de la liberación”. ¿Liberación de qué? Pues nada más y nada menos que la “liberación” de los Estados Unidos de la comunidad de naciones organizadas, sobre la base de reglas compartidas, en torno al libre comercio y el derecho internacional, entre otros valores.

El Brexit supuso costos para la Unión Europea, pero resultó especialmente perjudicial para Gran Bretaña. Muchos analistas suponen que Estados Unidos pagará un precio altísimo por desenchufarse del sistema multilateral de comercio y del conjunto de acuerdos que lo rodean. Es posible que ello pase, pero habrá que ir viendo. Lo que sí es seguro es que, a diferencia del Brexit, la salida de los Estados Unidos de la sociedad económica internacional dará al traste con esta segunda. Básicamente, porque si bien Gran Bretaña era un actor muy importante dentro de Europa, en el caso del sistema multilateral de comercio, el país indispensable que no sólo impulsó su construcción sino que lo sostuvo a lo largo de muchas décadas, fue Estados Unidos y sin él, todo el tinglado se viene abajo.

No es accidental el quiebre. De eso se trata la decisión del presidente Trump de romper con la sociedad de las naciones que conocemos. Justo de eso: de hacer volar por los aires un modo de organizar el mundo que le sirvió durante largas décadas a su país, pero que, a juicio del gobierno de Trump y de los millones de estadunidenses que lo votaron, dejó de serle útil. El quiebre “libera” al Atlas de la Pax Americana de tener que seguir cargando a su creatura. Lo deja libre para reorganizar de raíz sus relaciones con el resto de los países y para imponerle, usando su poderío económico, nuevos arreglos a cada país por separado.

Esto último de “cada uno por separado” es fundamental porque rompe con el corazón del modo de operar anterior -el multilateralismo- y porque le da ventaja a los Estados Unidos al exentarlo de tener que negociar todo con muchos otros países y al limitar la posibilidad de estos de armar acuerdos en su contra. Se acabaron las negociaciones entre muchos, las alianzas establecidas, los juegos de poder montados sobre reglas compartidas. Lo de hoy son las amenazas, las negociaciones y los posibles acuerdos de cada país a solas con el país más poderoso del mundo. No es casual, obviamente. Eso es justamente lo que quiere Trump. Liberar a los Estados Unidos de sus engorrosos y onerosos compromisos anteriores, volver a tirar la baraja, y obligar a la mayor cantidad posible de países a aceptar sus demandas por más estrambóticas que parezcan.

Al igual que muchas otras grandes potencias en el pasado, Donald Trump emplea para todo esto el poder económico de los Estados Unidos. En concreto: la amenaza de cortar o hacer más difícil el acceso al mercado de consumo más grande del planeta. Con ello revela el lado peligroso de las bondades del libre comercio. Muy bonito mientras funciona para los que les funciona. Pero, el intercambio mutuamente provechoso rara vez es estrictamente parejo. Unos ganan más y, sobre todo, algunos pierden mucho más cuando el intercambio se suspende.

A esa arma poderosísima, el dueño del circo le añade otros ingredientes muy valiosos para sus propósitos: la actividad frenética, la continua apertura de más y más frentes de batalla, así como el cultivo puntual de la incertidumbre. Todos en ascuas y Trump con la sartén por el mango.

Para muchos el proceder de Donald Trump no habla sino del fin del imperio americano. Un terremoto sí, pero más bien estentóreo. Patadas de ahogado, ansías de supervivencia que no hacen sino acelerar la muerte anunciada. Puede ser.

Todo indica que Trump ve las cosas distinto. Para él, patear el tablero es precisamente la manera para relanzar un imperio americano 2.0 en un contexto marcado por el fin del monopolio de la hegemonía de los Estados Unidos derivada de la implosión del imperio soviético en 1991. Para Trump el surgimiento de nuevos rivales -particularmente, China- demanda un quiebre de tajo con los compromisos del pasado a fin de poder competir con éxito en el nuevo entorno.

La imposición generalizada de aranceles anunciada el miércoles pasado si bien reconfigurará las relaciones comerciales internacionales, va mucho más de lo económico. Como bien señaló Albert Hirschman en su libro Poder nacional y la estructura del comercio exterior, los aranceles y otros elementos de la política económica son tan sólo un instrumento al servicio del poder nacional de los Estados. En este caso, un arma para fortalecer la seguridad nacional de los Estados Unidos y su poder relativo frente al resto de los integrantes de la comunidad de naciones.

La apuesta es gigantesca y puede, desde luego, salirle pésimo a Trump y a los Estados Unidos. Pero nada está escrito aún. Estamos apenas en los primeros capítulos de esta segunda temporada de Trump al frente del gigante suelto.


  • Blanca Heredia
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.