Durante el gobierno actual, la política educativa se ha concentrado en ampliar el acceso a la escuela, apoyar la permanencia escolar y promover trayectorias escolares completas. Se han instrumentado muchos otros cambios y algunos de ellos (los libros de texto, por ejemplo) han causado mucho revuelo.
En los hechos y los dineros, sin embargo, la prioridad número uno del gobierno del presidente López Obrador ha sido ampliar cobertura y permanencia escolar, en especial, en el bachillerato y, muy particularmente, entre los sectores de poblaciones con mayores carencias económicas, sociales y culturales.
El principal, si no es que el único, instrumento para lograr esos objetivos prioritarios han sido las becas a los alumnos. Desde 2019, estas crecieron mucho (70 por ciento para el conjunto de Básica, EMS y Educación Superior entre 2018 y 2023) y se universalizaron para la Educación Media Superior.
Lo que permitió este crecimiento no fue un aumento en el gasto educativo, sino reasignaciones de este que consistieron, en términos generales, en reducciones presupuestales a centros escolares y traslado de esos recursos al financiamiento de becas directas para los y las estudiantes.
Al final del quinto año de gobierno, las cifras oficiales disponibles arrojan resultados pobres en general, aunque mezclados. Por el lado positivo, un logro potencialmente significativo ha sido el de contener la fuerte caída en cobertura provocada por la pandemia.
Así lo sugiere el que, tras caídas en cobertura tanto en Básica como en Media Superior durante los cuatro primeros ciclos escolares del sexenio actual, en el ciclo 2022-23 se observe un repunte, sobre todo en EMS. Ello pudiera indicar que la tendencia a la baja en acceso escolar se está empezando a revertir.
A pesar de lo anterior, la cobertura durante el ciclo 2022-23 sigue siendo menor a la del ciclo escolar 2017-2018: 90.8 y 95.2 respectivamente para Educación Básica, y 75.1 contra 78.2 para la Media Superior.
Otro logro relevante ha sido el aumento en la proporción de alumnos con bachillerato terminado que se matriculan en la universidad. Ese porcentaje, para Educación Superior escolarizada y no escolarizada, pasó de 76 a 89 entre los ciclos escolares 2020-21 y 2022-23.
Hace falta más investigación, pero este aumento sugiere que las becas para estudiantes universitarios y la creación de nuevas universidades han permitido incrementar el acceso a la educación superior.
En el lado oscuro, lo más destacable es el asunto de la calidad de los aprendizajes. Aquí, a diferencia de lo ocurrido en cobertura donde hay claroscuros, las noticias son uniformemente malas. Los resultados en pruebas estandarizadas de logro así lo muestran. También, el hecho de que mucha de la ampliación de cobertura se ha dado en subsistemas y planteles con bajos niveles de calidad educativa.
Teníamos, sí, muy serios problemas en calidad de los aprendizajes desde antes y muy pocos avances efectivos durante los sexenios en los que se dio máxima prioridad a mejorarlos —al menos, a nivel discursivo (el de Fox, el de Calderón y, sobre todo, el de Peña Nieto).
La evolución de los puntajes promedio de los estudiantes mexicanos en la prueba PISA entre 2000 y 2018: caída de dos puntos en lectura, aumento de 22 puntos en matemáticas y caída de tres puntos en ciencias, así lo indican.
Si bien ya iban mal las cosas en calidad educativa, durante este gobierno se pusieron peor. En mucho por la pandemia, pero también por la nula atención del actual gobierno hacia ese tema. Los puntajes promedio de los y las alumnas mexicanas en la última edición de PISA (2022) son elocuentes al respecto.
Entre 2018 y 2022, tuvimos pérdidas en lectura de cinco puntos, de 15 en matemáticas y de dos en ciencias. Lo más grave: aumentos serios en el porcentaje de estudiantes debajo del nivel de suficiencia. En el caso de matemáticas, de 56.3 en 2018 a 65.8 en 2022.
O sea: casi siete de cada 10 estudiantes por debajo del nivel de suficiencia para transitar al siguiente ciclo escolar y poder aprovecharlo o, en caso de abandonar la escuela, de obtener un trabajo digno con alguna perspectiva de crecimiento.
Hacía adelante, los desafíos en materia educativa son enormes y el margen para enfrentarlos será, seguramente, muy limitado. Tocará definir unas cuantas prioridades, valorar el conocimiento técnico y ser creativos y consistentes.
Lograr que la escuela cumpla con su función social más importante hoy por hoy (la de igualarnos, cohesionarnos e impulsar nuestro desarrollo individual y colectivo) tomará tiempo.
Requerirá, sobre todo, que la ampliación del acceso a la escuela se combine con acciones decididas a favor de la adquisición, dentro del aula, de aprendizajes habilitantes para seguir aprendiendo, así como de saberes y habilidades para la construcción de vidas y vínculos sociales significativos y posibilitantes. Sin aprendizajes efectivos, la escuela seguirá siendo una promesa hueca en términos de igualdad y cohesión sociales, y el origen social seguirá siendo destino.