Dos mujeres deciden contar su migración a un país ajeno: México. Como en aquel largo poema de Gloria Gervitz, Migraciones, parecen decir en el escenario: “Memoria, ¿me oyes?”. Que los recuerdos afloren para hablar con nuestros muertos, sí, pero también que podamos discutir con ellos como si estuvieran vivos…
Son Rosa María Bianchi, argentina de Rosario, radicada aquí desde que vino a estudiar actuación. Y Dobrina Cristeva, de Sofía, Bulgaria: de ocho años abandonó su país sin saber que se convertiría en actriz. José Alberto Gallardo brinda una dramaturgia a dos voces poderosas, expertas, para dirigirlas él mismo en Retorno Sofía Rosario.
Una habla con su padre y tía, vivos y muertos. La otra conversa con su hermano y su mejor amiga, vivos y muertos: para decirse, para preguntarse lo que nunca se esclareció, con un sabor amargo. Porque es verdad que “todo es representación” y el deseo teatral de que el público comprenda dimensiones insospechadas de la comunicación en los caminos de la migración, esa que nadie elige, esa que, como escribe Gloria Gervitz, “llevo años escribiendo un poema que me crece como si fuera un árbol”. Como la escenificación de Gallardo con Bianchi y Cristeva: work in progress.
Se trata de un teatro sutil, sin sacudidas pero poderoso por la profundidad del tema y las transformaciones que recorren 50 años en la piel y espíritu de las actrices. Los recuerdos son el puente para que las palabras estallen como fracturas de luz interior: focos de atención en la memoria que despierta. Una de las más difíciles actuaciones de sus carreras: ¡Ser ellas, ayer y hoy! Salen más que bien libradas porque la naturalidad con la que se expresan, gestos y tonos mesurados denotan al alma que se agita en el itinerario recorrido.
Gallardo ha exigido en su dramaturgia espectadores sensibles lejos del convencionalismo teatral y cerca de la ecuación perfecta entre emoción y razón. Esta pieza está muy cerca de sus ambiciones. Dos histriónicas dispuestas a ser ellas sin alterar la tierra que pisan, la palabra que estalla, el silencio que dice, el polvo de los años acumulados sobre lo no dicho.
Todos los lunes en el Teatro de la Capilla, por fin una obra viva en tiempos de pandemia.
Braulio Peralta