Vaya valentía del director de cine que ganó el Oscar por Zona de interés, Jonathan Glazer. Decir en Hollywood que su filme es una metáfora de los sucesos en Gaza es aterrador. Nadie quiere escuchar los ruidos y el humo y las bombas que caen sobre territorio palestino con permiso del mundo. Pero aplaudimos una obra que refleja la vida cotidiana alrededor del campo de exterminio nazi, aquel holocausto. La pieza fílmica convertida al lenguaje actual es perfecta para mostrar las mentiras sociales de la realidad.
Hemos visto cientos de películas sobre los judíos desaparecidos por Hitler pero nunca habíamos visto lo que sucede alrededor de los siniestros. Un jardín, alberca, flores en crecimiento y una familia y sus hijos omisos al horror, acostumbrados al ruido de las máquinas de exterminio humano. Viven un día de campo y regresan a su casa para ser atendidos por la servidumbre judía, explotada sin salario y abusada por el patrón encargado de la empresa hitleriana para acabar con los indeseables que impiden la expansión territorial. ¿No se parece a los sucesos de hoy donde nos hacemos omisos ante los crímenes contra las guerras en el planeta, cuando no miramos la calle infestada de migrantes que afean el paisaje y son unos apestados en fronteras cuyos gobiernos se sienten amenazados; no callamos con el negocio ilícito de armas que aniquila pueblos perdidos de México porque el narcotraficante anhela más espacio para delinquir? Zona de interés es una respuesta ante los silencios de aquello que nos convierte en monstruos sin siquiera darnos cuenta.
Creíamos que Glazer no ganaría el Oscar, que la hipocresía se impondría. Pero sucedió. Hoy masacran al director galardonado por decir una verdad aplastante: todos somos nazis. Zona de interés es la obra más incorrecta y desoladora de la maldad humana que cree en su bondad y mata lo que pasa por su casa. Bertold Brecht tenía razón: judíos, comunistas, obreros, curas, intelectuales. No importó: se los llevaron. Ahora vienen por mí, por maricón: “pero es demasiado tarde”.
Loas a Glazer ante la indolencia.