Increíble que a un grueso de los mexicanos aun le den atole con el dedo. Mi sapito tenía razón cuando explotaba contra México porque nadie comprendía la dimensión de sus murales o la indiferencia a mi obra. Que a estas alturas hagan una pésima serie de mi vida con lugares comunes —o vayan a tomarse selfies al lugar menos indicado y gasten sus pesitos a lo tonto cuando pueden visitar la Casa Azul o el Museo de Dolores Olmedo—, son ganas de seguir siendo incultos y desmemoriados.
Pocos leen en mi querido mexiquiux. Casi pasa de noche el libro de Jaime Moreno Villarreal, Frida en París, 1939, espléndida investigación que replantea mi paso por el dudoso surrealismo al que me inscribía el pendejo de André Breton. Nadie leyó a Raquel Tibol o Teresa del Conde sobre los primeros atisbos de mi vida y obra antes que Martha Zamora escribiera la biografía que me dio a conocer ante el mundo entero. Se quedaron con la foto de Madonna y la pintura que adquirió en una subasta neoyorquina. Sí, ya sé que estoy diciendo obviedades en un planeta donde todo pasa y nada queda en la era de las redes sociales.
Pero no se vale. Inválida, rota y destrozada pero tengo obra. Soy una artista, no una vendedora de mentiras. No soy esa bolsa del mandado con mi rostro pétreo indígena, de exportación racista. Soy una mujer que plasmó su dolor con pinceles y colores, la que escribió un diario de imágenes donde pueden palpar de que está hecha la desgracia de ser la pintora que se retrata a sí misma para entender el desasosiego del alma herida. La que escribió cartas a sus amigos con alegría a pesar de mi desesperanza. Soy esas fotos que realizaron de mi algunos que fueron mis amantes pero que sacaron luz en sus retratos de un ser desolado, solitario, sensual, sin tintes de amargura pero con atisbos de tristeza.
No comprenden la pasta de la que está hecha un creador. Qué vergüenza que mis herederos me malbaraten como pieza de utilería. Qué triste que le retiraran a Raquel Tibol los derechos de su libro Escrituras, donde la que se expresa soy yo, nadie más: de ahí sacaron todos los cuentos, novelas y guiones para un público negado a entender mi ser artístico.
¿Hasta cuándo seguiré siendo una desconocida?
Braulio Peralta