En el desaprendizaje, Lourdes Almeida ha encontrado el arte de la fotografía, deconstruyendo la idea de la imagen que solo tiene un ojo ante la luz y el tiempo, y con eso bastaría para sorprender a incautos. No. En los 70, con una Polaroid en las manos sus instantáneas hoy son parte de museos y coleccionistas. Agrandó la pequeñez de una Polaroid interviniendo los procesos. Hizo de la Virgen de Guadalupe una nueva iconografía digna de caminar por el mundo. Insatisfecha con la noción de quedarse allí, siguió jugando con la foto para hacer de ella arte objeto, intervención del color, espejearse con las familias mexicanas y la suya propia, hacer retratos de artistas, alejada de lo convencional.
Recibió la Medalla Bellas Artes sin creerse quien es: una mujer de 72 años dispuesta a reinventarse, con la sabiduría que da la experiencia profesional y varios libros de su autoría: Familia mexicana es de los más sobresalientes por el esfuerzo para recorrer el país en busca de mestizos, afrodescendientes e indígenas. Pueden asomarse buscando su sombra en Instagram y corroborar lo que escribo: un universo en color y blanco y negro multiforme con los zapatos y huaraches y chanclas y tenis, la Virgen de Guadalupe reinventada, personajes de la vida cultural, escritores como Carlos Monsiváis, el mejor cronista de su tiempo (presumo que la foto de la portada El clóset de cristal es de ella).
La particularidad de la artista visual es su entusiasmo por la intervención sobre la foto. La imagen es algo más que una imagen. Pionera de la instalación cuando no existía en México. Ha tenido mayor resonancia en el extranjero que en su país. Los reconocimientos empezaron en los 90 y sigue cosechando triunfos. Es una terca memoria que se niega a desconocer a las mujeres que le preceden. Por eso realizó su libro Zurciendo la historia, recopilación en dos volúmenes de artistas visuales antes de 1920 porque ha dicho “la invisibilidad de mujeres sigue siendo un pendiente ante el patriarcado”. No es gratuita su obra de dos gemelos extrayendo leche de dos pechos.
Lourdes Almeida no se queda en lo aprendido y experimenta en colores nuevos, grises contrastados, negros relucientes. El enigma incierto del arte.