No quieren leer La visión de los vencidos o El reverso de la conquista, de Miguel León Portilla. Ni leyeron poesía de Nezahualcóyotl y otros indígenas, recogidas por el mismo autor. Tienen complejo de superioridad frente a América e inferioridad ante Europa. Igual desconocen la plástica de los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros (español de nacimiento), que cualquiera puede visitar en el Museo Carrillo Gil con una muestra que festeja 50 años de la institución. Esperan que se disculpen otras monarquías que conquistaron tierras para, al final, pedir perdón: los últimos no serán los primeros.
Vinieron con Dios delante: “Este Dios Verdadero que viene del cielo/ sólo de pecado hablará,/ sólo de pecado será su enseñanza. /Inhumanos serán sus soldados,/ crueles sus mastines bravos”. La carga de miseria está comprobada en la historia que transita en procesos donde los pueblos originarios reclaman sus reivindicaciones. Aquí acabó la dominación de un pueblo por otro; allá aún palpita la búsqueda de naciones libres, como Euskadi o Cataluña. Muchos hispanos desprecian su monarquía, y unos mexicanos no terminan por comprender que una disculpa es una forma de sanación y mejora para nuestros países. El humo que no deja ver. La niebla que obnubila el paisaje. Los dardos rotos que impiden la continuidad de una historia compartida. México sigue ingenuo y abierto a la lectura de su pasado.
Guadalupe/Tonatzin debe ser culpable de tanto equívoco. Disfrazados, los dioses del pasado quieren entender el futuro. No aquel ayer donde los perros eran aliados de españoles para morder a su presa, con la religión de pretexto celestial. Oro y plata de dádivas y ni así perdonaron los sacrificios bárbaros. Ni con la historia en la mano quieren disculparse. Ni leyendo a Eduardo Galeano. O ese prodigio de novela, Tu sueño imperios han sido, ficción de Álvaro Enrigue. O El espejo enterrado, de Carlos Fuentes. El desastre de su celebración monárquica puede verse en videos, esparcida por el mundo. La soberbia primero, la disculpa, después. Manda la monarquía, no el gobierno español. Manda la ideología, no las razones de la historia. Habrá que esperar un momento de humildad.