Tres expresidentes de México viven en España y uno en Estados Unidos. El último que hoy concluye su cargo se queda a escribir libros. Deja una nación con nuevas leyes constitucionales difíciles de desmantelar en décadas. Cambió el espectro capitalista, con participación estatal en áreas prioritarias que estaban en manos privadas. Deja una infraestructura que potenciará al sur y norte de la República. Será difícil sacarlo de análisis futuros, cuando se hable del progreso nacional. Compartirá con otro ex presidente el espacio territorial pero con distantes percepciones.
Inician las verdades ocultas que hicieron miserables a muchos mexicanos y más ricos a potentados de los que sabemos sus nombres. Empresarios a los que ya no se les condonan impuestos y están obligados a pagar, como cualquier civil. Será un placer conocer la verdad de falsedades que se han dicho estos últimos años. Incluyo a los medios de comunicación que se prestaron a ocultar —aunque es imposible— la verdad de un cambio de régimen de corte izquierdista, que no populista, al que quisieron poner el mote de “dictatorial”. Y unos intelectuales que hoy están a punto del retiro, salvo que los salve alguno de sus múltiples libros. El tiempo lo dirá…
Me siento partícipe del cambio porque siempre he sido de izquierda libre, sin militancia en partidos ni grupos culturales pero cercano a quienes trabajan por un mejor país. Recuerdo a un viejo panista que me decía orgulloso que estaba feliz de que el PAN tomara el poder, me dijo: “eso no lo verás tú”. No adivinó el cambio. Es bueno ser libre y dar opiniones sin mensajes de “los de arriba”, sean del signo que sean. Si me equivoco es una opinión propia, no de grupos políticos. Por eso estoy orgulloso de ver un cambio en México.
Lo que sigue es la esperanza. Las bases están firmes constitucionalmente. Eso es lo que hace enorme a Andrés Manuel López Obrador. Despertó tempestades y cosechó aplausos de multitudes. Hay mucha adversidad por delante. Los que perdieron creen que pueden ganar terreno. Espero que se topen con la pared. También hacía falta romper con los cercos culturales que cercenaron a miles de artistas e intelectuales que nunca quisieron ver.
La verdad peca e incomoda.