¿Ir el viernes con el Presidente de Cancún a Mérida para ver gobernadores que se suben al Tren Maya a sacarse fotos o, acompañarlo el sábado a San Pablo Guelatao, a despedirse del pueblo de ese pueblo? Pues a Oaxaca. A inaugurar “El camino de Benito”… la reconstrucción del sendero que tomó a los 12 años el huérfano Juárez rumbo a su destino.
Son 42 kilómetros previstos para recorrerse a pie en un par de días, con rústicas cabañas para hospedarse en el camino. Ya nos veíamos con AMLO caminando un rato por la vereda, observándolo en la ruta física de quien ha marcado su ruta ideológica. Buen momento nacionalista para los últimos días que ya son las últimas horas de su gobierno. Nada, qué.
Ahí vamos. La sinuosa carretera de Oaxaca a Guelatao es de un paisaje, de otro, de otro. Implica adentrarse hora y media en la sierra. Hay más curvas que belleza, que es toda. En la camioneta, suena la playlist de la fuente presidencial. Pasa por los Fabulosos Cadillacs o por El Haragán o por la Sonora Santanera. Pero llegamos al terruño del Benemérito, congruentes, oyendo Macondo con Óscar Chávez; el más juarista de los trovadores juaristas.
Llegamos. Me canto y me dedico la canción-sonsonete que había que entonar cada 21 de marzo, cuando la primaria, toda la primaria… ‘en San Pablo Guelatao / del estado de Oaxaca / nació don Benito Juárez / en un pobre jacalón… -pom pom pom pom-. Me asomo a la inmensa y solitaria escultura del juchiteco Moisés Cabrera a cuyos pies está el sepulcro de Benito Jr., que dice “Benito Juárez Maza 1852-1912”, al que le duró un año el gusto de ser, como su padre, gobernador de Oaxaca. Se murió del corazón, como su padre.
En el muro adyacente, hay cinco placas develadas (un par, de logias masónicas) y otra con un trapito azul que se supone va a descubrir hoy el Mandatario. En su nombre y representación, la descubro yo, mientras. Total, nadie está viendo: “El pueblo de Guelatao de Juárez otorga al licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, el reconocimiento como Ciudadano Emérito por mantener vigentes los principios e ideales del Benemérito de las Américas”, y abajo una cita de éste en letras cursivas: ‘Ya vendrán otros que harán por mí, lo que yo no pude hacer por ustedes’. “Septiembre de 2024”. De lado izquierdo el rostro de AMLO, de la derecho el de Juárez.
En el pequeño pueblo viven menos de 700 personas. Hay que pasar junto a la Laguna de las Encantos y subir una loma para llegar al lugar donde va a hablar el Presidente, dos canchas de básquet techadas con lámina. Algunos vienen de comunidades cercanas… ya hay poco más de mil personas. La cita es a la 01:45 de la tarde. No llega y no llega. Hay muchos niños y niñas. De siete, ocho años. Viven en un internado que está ahí, a unos pasos. Les pido que me lleven. Me enseñan sus dormitorios. Son hijos en su mayoría de madres solteras que no los pueden cuidar ni sostener. Los vienen a ver cada semana o cada mes o cada seis meses.
El Presidente sigue sin llegar. Platico con Celeste, su mamá es cocinera en Ixtlán “no tengo papá… quiero ser doctora, para sanar a la gente”. Y con Said, chimuelísimo. No le puso nada al ratón. No hay ratón. Su papá hace mucho que no lo viene a ver. “Me trajeron aquí porque nunca hago caso… pero ya estoy empezando a obedecer”. Se ríe. Tengo ganas de llorar. Sin embargo, son felices. Juegan, se acompañan, se ayudan. Son la familia que en otro lado no tienen. Ahí sí. Y el Presidente, no llega.
La maestra me cuenta que son 108, que se les mete el agua en los techos y nadie los ayuda. Que se llama Centro de Integración Social #3 y que es una escuela libre de muros. La escuela perfecta, aunque se les meta el agua. El pueblito es todo para esos niños. Que ya agarrarán un día ‘el camino de Benito’, espero. Nunca han visto al Presidente, aunque éste vaya cada 21 de marzo.
¡Ya llegó el Presidente, ya llegó el Presidente! Al fin. Son las 3.30. Hizo esperar a la gente que lo fue a ver casi dos horas. Pocos llevan libros para que se los firme. Otros nomás las ganas de la foto o de tocarlo o ‘de mirarlo de cerquitas’. Trae su guayabera guinda, arrugada como siempre y en la mano un bastón de mando, de los que se usan en los 418 municipios indígenas que se rigen por el sistema de usos y costumbres en Oaxaca. Claudia Sheinbaum lo acompaña, de bordada blusa color bugambilia, pantalones blancos. Tenis blancos, los de las giras.
Discursos. El gobernador Salomón Jara habla del “apotegma del humanismo mexicano”. Los demás, de lo demás y de lo demás y de lo demás. Una de las que habla, por cierto, es Luisa María Alcalde, horas antes de ser ungida nueva dirigente de Morena. Claudia, días antes de ser ungida, también. Nueva dirigente. De México. Como tal, promete regresar el próximo 21 de marzo. Dos horas y media de los siete discursos (más las casi dos horas de espera, súmenle).
Cuando el Presidente habla. Se lleva el bastón de mando al podio. Lo toma a dos manos. No lo suelta. Dice “venimos a despedirnos” ¡Noooooooo! grita la gente. Claudia observa. El mandatario, que no volverá y al que no volverá a ver nadie -dice-, les explica de inmediato: “Miren, acuérdense que somos juaristas y también maderistas… y el presidente Madero estableció el principio del sufragio efectivo y la no reelección, y ese principio lo tenemos que mantener en alto siempre”.
Mientras de esto habla, detrás del templete, está la camioneta Sprinter blanca que lo trajo y a un costado de ella, su hijo Jesús come helado… y de este lado, los presidentes municipales indígenas le rinden tributo. Levantan a un tiempo sus bastones de madera con cabeza de plata, con fechas grabadas a finales del siglo XIX o principios del XX, que se han ido pasando de mano en mano, y que no sacan de la vitrina mas que cada uno de los veintiunos de cada uno de los marzos. Y ahora.
La Orquesta Sinfónica de Tlaxiaco, integrada por niños y adolescentes, despide a Andrés Manuel López Obrador con el tema ‘Amigo’ del cantautor brasileño Roberto Carlos y que se convirtió en himno al Papa cuando Juan Pablo II hizo su primera visita a México en 1979. Pero el Presidente está cansado. Evade a la prensa. ‘Ya no quiere queso’. Por primera vez no baja del estrado para abrazar y estar con su pueblo, el pueblo de Juárez. Se quedan son sus libros y con sus besos y y con sus ganas. Se va de inmediato. La placa que lo nombra emérito junto al Benemérito, se queda tapada por el trapo azul. Como si nadie la hubiera descubierto.
@diazbarriga1