Su último martes de traje. Entra a la conferencia dando tres palmadas que resuenan en el silencio con que se le espera. No son días que le den tiempo al balance. Recuento rápido: viene de viernes gira a Quintana Roo-Yucatán, sábado a Oaxaca, domingo a Veracruz, lunes de mañanera y por la tarde a Matamoros, para inaugurar el memorial del revolucionario antiporfirista Catarino Garza que desde hace años se ha empeñado en subir a los altares. En 2016 escribió un libro sobre aquél.
Mañanera marciana (derivado de los martes, o sea). Hay reporte conjunto vía zoom de la Directora de Protección Civil, Laura Velázquez y la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, sobre las consecuencias y acciones tomadas tras el paso la noche anterior del huracán John. Sin mayor gravedad.
Luego, ‘pulso de la salud’. El titular del ramo, Jorge Alcocer, nunca había hablado tanto: cinco minutos. Ahora sí. Se despide describiendo al Presidente como “un estratega nato, de palabra franca y notable intelecto, aplicado al manejo de la complejidad, de la audacia política y la dedicación a un objetivo: luchar contra la injusticia”. Tras ello, ni una mirada, ya de abrazo mejor ni hablamos. Directo a su silla.
Zoé Robledo, Director del IMSS, hace reporte de hora y media, que suple la gira planeada para este septiembre donde el mandatario iba a ir poniendo ‘bandera blanca’ en cada estado federalizado en el sistema IMSS-Bienestar, representando que ya todo funciona. Bendita tecnología; se arma mejor un zoom con médicos de distintas plazas y con nueve gobernadores y gobernadoras desde alguna clínica. “¿Nos vamos a desayunar? Después de tres horas, densísimas -y sin que se toque el tema Culiacán en segundo día consecutivo- esa pregunta ni se pregunta.
Más tarde a inaugurar la Línea 3 del Cablebús y la Cuarta Sección del Bosque de Chapultepec, con todo y su nueva cineteca nacional. Obra de magnitud a la vista, ésa sí. Todavía no le cae el veinte a la ciudadanía. En conjunto, desde Los Pinos hasta la punta de Constituyentes, es tres veces más grande que el Parque Central de NY.
Día nublado. La ceremonia formal, en un bello foro de piedra al aire libre. Buenos discursos. Lo mismo el del artista plástico y fotógrafo xalapeño Gabriel Orozco (que diseñó el plan maestro), brillante. El de Alejandra Frausto, saliente Secretaria de Cultura, sensible; descubre un pequeño chapulín en el podio, mágicamente simbólico. Alejandra se refiere a lo que antes ahí era la fábrica de armamento del Ejército: “donde se fabricaban armas, hoy se formarán artistas en dos escuelas, una de cine y otra de arte, para que florezcan las armas del futuro, la imaginación y la creación”; al final, en la despedida al Mandatario, no se dobla pero sí se quiebra; y llora.
Claudia Sheinbaum no lee; ex jefa de gobierno, domina el tema y el proyecto. Hace alusión al cercano adiós: “nos llenamos de emoción, porque sabemos que el presidente se retira de la vida pública, pues en realidad no es que se retire tanto… porque se va a dedicar al pensamiento”, puntualiza. Ah. Está viendo cómo está la cosa.
Para cuando habla el Presidente, celebra a su relevo: “Porque imagínense si después de haber iniciado este proceso —toco madera— fuese otra la situación. Lo voy a decir: Dios existe”. El público, en su mayoría de artistas e intelectuales, pues se ríe. Habla 17 minutos. Parece que va a llover, el cielo se está nublando. En ese lapso surcan el cielo gris y los oídos, las turbinas de siete aviones.
Corte de listón. Se le cae una punta a una de las edecanes. Claudia se agacha y lo levanta. Todos se van. El chapulín, que a lo largo de todos los discursos no dejó de caminar lenta, discretamente, se queda dueño del podio. Todos sus movimientos están fríamente calculados.