Nunca fue un cómico de alcurnia. Porque siempre llegó más lejos… al corazón de su pueblo.
La vida fue su mejor pareja… juntos bailaron todas las que les tocaron. En su caso, él mismo decía que todo le había sido relativamente fácil y sí, tenía una forma de ser en que a nada le veía problema… ni al hambre ni a la pobreza ni a los que eran mejores ni a los que tenían más. Adalberto Martínez Resortes era un tipo sin un solo gato en la barriga. Muy simple. Y quizá por ello, muy feliz. Y muy querible.
Todo se le fue poniendo sin desearlo… sólo se trataba de salvar el día alegremente, en tanto una situación lo iba llevando a la otra. Se hizo en la calle. Había nacido a media Revolución Mexicana el 25 de enero de 1916 en el callejón del Estanquillo #10, en un cuarto rodeado de Tepito, Peralvillo y La Lagunilla… aunque la niñez la pasó en el mero centro de la Ciudad de México, en una vecindad de Regina #10. Por ahí inauguraron la estación de bomberos y el niño de 7 años les iba a hacer mandados, luego les bailaba… y él nunca los olvidó: "fueron mi primer público y mis primeros aplausos". Asumió desde ese instante lo que decía en corto hasta el lejano final de sus días: "no sabes cómo me gusta gustarle a la gente".
A unas cuadras estaba el viejo teatro Hidalgo, fuera del cual, desde niño se fue a vender paletas heladas… muchas paletas después, en 1931… tenía 15 años cuando salió el director de la obra Tierra y libertad (sobre la entonces cercana muerte de Emiliano Zapata) y se lo pepenó junto con todos los chavos que tuvo a la vista en la cuadra, para que le entraran de comparsas a la temporada. El primer peso con 50 centavos que le pagaron el día del estreno determinó su destino.
Estaba inscrito en la Academia de San Carlos… y ahora sí que pintaba para pintor, pero la vagancia y el billar terminaron con esas aspiraciones que siempre mantuvo en el cajón de lo que pudo ser y no fue.
Lo que siguió fueron las carpas… principalmente la de Procopio -ubicada en la actual esquina de Dr. Balmis y Eje Lázaro Cárdenas-; armó pareja con El Colorado, un cuate suyo que tocaba el saxofón y armaron su rutina que implicaba bailes excéntricos y albures. Tenía maestría. Y tres doctorados.
(Entrevista Carlos Díaz-Barriga a Resortes en su casa. 1996)
Quince años en las carpas… unos jacalones donde entraban de 100 a 400 personas. Ahí se hicieron Cantinflas (su compañero de billares), Clavillazo (a quien Resortes le puso el mote… antes se anunciaba como Pipiolo), Manuel Medel o Tin Tan. En el Smyrna (que por cierto, estaba donde había nacido Sor Juana Inés de la Cruz… paradojas del show business) lo bautizaron como Resortes. Y los últimos tres años fueron en el Apolo… haciendo burlesque donde el aparecía de Tenorio y las Ineses... le bailaban sin hábitos. Ahí nacieron los apellidos: Resortín de la Resortera, y la consecuente cortesía o gentileza: "para servirle a usted donde quiera y como quiera, menos por donde quiera… y mientras Dios quiera".
De ahí lo fue a sacar Carlos Amador… luego locutor, productor de cine y creador del TeleGuía, pero entonces chavito empresario de matinés para niños en el cine Alameda, donde Adalberto tuvo que moderar el lenguaje, lo más que se pudo: "Fíjate que andan ofendiendo a mi agüelita… que andan diciendo que ya no es señorita".
Después se eleva a los teatros de revista, luego al Lírico rellenando el cartel a Agustín Lara o Toña La Negra y a la Caravana Corona de ahí a la pantalla grande. La primera película se estrena en un cine se segunda: papelito musical en Voces de primavera (1946), con Domingo Soler y Delia Magaña. Después de varias cintas fallidas en el camino, el director Alejandro Galindo descubre lo que hasta la fecha el gran público no ha descubierto: que es actor… y le da su primera oportunidad como tal en Confidencias de un ruletero (1949).
Le siguieron cerca de 100 cintas. Donde hubo de todo… pero la gente recuerda especialmente aquellas comedias, donde como parte del género, se destacaba su manera de bailar, que más allá de su originalidad e innegable talento, tenía la intención de divertir. Resortes, nieto de un titiritero… platicaba del abuelo Antonio, con el que había crecido viendo las películas de Chaplin, Buster Keaton, el Gordo y el Flaco o Douglas, Fairbanks. Siempre dijo tener la influencia de ellos en su mímica y gesticulación.
Tantos años después, sigue habiendo un Resortes al cual hay que hacerle justicia. Del célebre puñado de cómicos de la época de oro del cine mexicano, Resortes era el de mayores cualidades como actor dramático… enormes. Lo aceptaron todos ellos, pero lo dijo también, entre muchos calificados, López Tarso cuando trabajaron juntos en Los albañiles.
Memorable en Baile, mi rey, con Silvia Derbez y en El rey de México o en la escena final de Los Fernández de Peralvillo, en su calidad de borrachín perfecto (y era casi abstemio) que apenas puede sostenerse en pie, hablándole a un cadáver.
Con orgullo se consideraba a sí mismo actor, más que cómico o bailarín. Y por supuesto que así era, más allá de los papeles en que los productores lo hubieran encasillado… y el gran público también. Nada más hay que verlo (… tarea obligatoria) haciendo al tragafuegos Dimas desquiciado por el amor de una quesadillera en Amor en cuatro tiempos (1955), con argumento y dirección del escritor Luis Spota. Actor y dramático como el que más, de acá o de Italia o de Francia o de España o de Argentina o de Inglaterra o de Hollywood.
Una parte de 'Amor en Cuatro Tiempos'
Pero la gente se quedó con el éxito de El beisbolista fenómeno o con el de Los platillos voladores (1956) -por cierto la primera cinta de ciencia ficción mexicana- o con El son del mambo (1950) con Dámaso Pérez Prado, que pone en las nubes al ritmo, al bailarín tepiteño y al músico cubano… o con decenas de comedias ligeras más y con la rúbrica del “¡Ay mamachitaaaa!” -como expresión de temor o sorpresa-. Ojo, que le otorgaron la identificación y el invaluable cariño popular.
Incursionó en las telenovelas. Entre 1968 y 1998 hizo siete, con gran éxito. Dentro de lo difícil que es para cualquier actor trabajar con niños, don Adalberto lograba una comunicación especial con ellos. La citada Amor en cuatro tiempos, por ejemplo… lo mismo en las películas que hizo en la década de los 80 con Pedrito Fernández y Carlitos Espejel (así se llamaban estos actuales cincuentones)… y volviendo a TV, como Lucas en El abuelo y yo (1992), donde debutaron como estrellas infantiles Ludwika Paleta y el hoy internacional Gael García Bernal. Así, los niños de América Latina se sumaron al muy antiguo afecto cultivado por sus ancestros y ahora lo seguían en Gotita de amor y Carita de ángel. Rara cosa, quizá el público infantil, fue el más fiel de todos los que tuvo don Adalberto… del cine para acá, claro.
(Era Lucas, en El abuelo y yo)
Su vida privada, sin escándalos. Casado en sus juventudes con Mercedes Constanzo, tuvo una primera hija… Yolanda, quien fue asesinada en marzo de 1996, al quererle robar el auto en calles de la Ciudad de México… le dieron un balazo: "y esa herida ha quedado en mí para siempre". A finales de los años 40, tuvo una segunda hija, Regina, con la actriz Gloria Ríos… con quien duró 4 años. Y tras una soltería de 25 años, por ahí de 1975 se enamoró de Josefina Flores Santacruz, quien quiso y cuidó incondicionalmente a don Adalberto hasta el último de sus días, el 4 de abril de 2003, cuando él ya contaba con 87 años de edad.
Nunca se asumió directamente como el creador del moon walk o "paso lunar"… uno de los sellos distintivos de Michael Jackson en los años 80. Lo más que decía Resortes es que durante muchos años en las décadas de los 50, 60 y 70 fue a trabajar al Million Dollar de Los Ángeles, y acaso pudo haberlo observado aquél. Lo cierto es que desde los años 40 lo ejecutaba el mimo francés Marcel Marceau… y en el 55 también lo hizo el comediante británico Bill Bailey.
Aunque en redes suele reproducirse un video de la cinta Escuela de Verano (1959) con Tin Tan, donde aparentemente Resortes hace el paso lunar sobre un piano… cabe aclarar que no es él. Se trata de un chavo bailarín de entonces que lo imitaba, llamado José Luis Ramírez Malagón. Pero, por otro lado, hay unos videos recuperados de los años 50, en que a los pasos del verdadero Resortes (incluyendo el moon walk) le montan la voz de Jackson y no se puede negar, que éste por lo menos alguna influencia tomó del artista mexicano.
Acá podemos ir rematando este paseo alrededor de un entrañable personaje con voz aguardientosa y ojos saltones… pero de trato sedoso y mirada que no se iba. Metódico hasta para comprar lotería… como su papá le había prohibido apostar "sólo en enero, el resto del año 'niguas'" y le iba al 19. En su barrio, a la vuelta del aeropuerto, todavía recordarán su eterno Ford Galaxie 65 estacionado afuera de su casa… no necesitaba más.
Los amigos solían disfrutarlo en la comida de un cumpleañero, al que año tras año le hacía como regalo, el sketch del zapatero… se transformaba en un niño al que le robaban sus zapatos. A llorar y a brindar, después. Y a atender sus muchas frases con la sabiduría que le dio la calle: "Sí… sí, es gacho llegar a viejo… ¡pero es más gacho no llegar!" Como buen vendedor de paletas heladas retirado, siempre entendió aquello de éstas son como la vida: si las disfrutas se acaban… y si no, también.
Decíamos al principio que, amo y señor de la picardía de su pueblo, cumplía el 25 de enero, día de Santa Elvira. A lo que cada año añadía el canijo: "… por eso soy Elviroteeee, chí, chí!".
Y chí, pues.
@diazbarriga1