"Diles que me fui al mar"… Crónica del último viaje de Armando Manzanero

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

Ciudad de México /

Dulce sueño al pequeño caballero. “… in chan ts’uul”. Cuando era un niño de 4 o 5 años, así lo llamaba -en maya- la abuela Rita… que lo inundó de una ternura que lo acompañó siempre. Para ver, por ejemplo, la luz del otro lado de la luna.

(Caricatura de Luis Carreño)

“Diles que me fui al mar”… fue la indicación que en los primeros días de hospital dio a uno de sus seres más queridos. La solicitud navegaba entre la travesura y la mentira piadosa, ‘para no alarmar’. Demasiado tarde. Ya en buena parte del mundo estaba despierta una profunda preocupación por su salud. El maestro Armando Manzanero había sido tocado por la negra sombra de la pandemia. Si este mal atacara el alma, no le habría pasado nada, carajo.

Ésta es la crónica del más triste de todos los lunes tristes… en un país enlutado que se había venido aguantando las ganas de llorar.

En las primeras horas del 28 de diciembre, llegó el mensaje con el que algunos pocos ya estábamos advertidos desde la tarde anterior. No había nada que hacer. Salvo cerrar los ojos, abrir los brazos, apretar el abdomen y esperar el golpe. Que pegó a las 3 de la madrugada con 20 minutos. Sus hijos pudieron estar para despedirse y a su compañera Laura Elena Villa le permitieron, en tiempos de no permitir, tomarlo en todo momento de la mano.

(Cantar era su rezo)

La inesperada información se hizo pública poco antes de las 8 de la mañana. Había tenido aparentemente una buena semana… de no agravamiento. Los pulmones habían respondido al tratamiento… el covid estaba prácticamente curado y los médicos daban esperanza para pronto extubarlo. Mas, el amargo coctel de una complicación renal mezclado con una diabetes milagrosamente controlada durante más de 40 años de buen comer, acabaron con la fiesta. Con esa fiesta nuestra que fue su vida.

En los teléfonos comenzó la metralla de campanas que, cuando sucede, trae las malas nuevas que estallan en las redes y los portales de noticias. La radio y la televisión rompieron al instante su programación. Y un país… luego otro y otro y otro y otro… entraron en ese súbito paro respiratorio del que se regresa con un estremecimiento.

Muy de vez en cuando, en muy pocos casos, uno cree que por habernos acompañado toda la vida, son inmortales; pero no, sí se mueren… y Armando Manzanero se nos murió. A todos. Aquello de ‘yo sé que volverás cuando amanezca’, no ha quedado más que en la frase eterna de una bella canción.

(‘Descarga’ casera con Paquito D’Rivera)

Nacido un 7 de diciembre, ese día, hace tan poco, celebraba… entero, divertido, sus 86 años… insaciable en aquello de realizar más sueños. Escogió una camisa de ese rojo burdeos que solo tienen los ternos taurinos, un sombrero Panamá y se fue con la familia a un rústico restaurante campestre que era su delirio… La capilla, en el poblado de Zaachila, a unos 20 minutos de la capital oaxaqueña.

Ahí disfrutaba las tlayudas y el mole negro… pero también dos tablones gigantes con que se recibe a los comensales. El de la derecha tiene grabada la primera parte de la Canción Mixteca… y el de la izquierda una estrofa de Dios nunca muere… un himno para Oaxaca: ‘Muere el sol en los montes / con la luz que agoniza / pues la vida en su prisa / nos conduce a morir…’.

El tablón no da crédito al autor de esas frases, mas el cumpleañero lo sabía: el vals del siglo XIX era de Macedonio Alcalá, pero esa letra… esa letra se la puso en 1955 Vicente Garrido (el de No me platiques, Todo y nada, etc.), su hermano y el hombre que lo marcó y le dio rumbo y sonido a su carrera. Qué cosas.

Arriba a la izquierda, el tablón con ‘Dios nunca muere’

De ahí, a su natal Mérida. Antes era costumbre que los corridos se le hicieran a los bandoleros o a los héroes, después de muertos. O más para acá, sus estatuas… o sus calles. A él le adelantaron su museo… 17 días. Cortó el listón el viernes 11 de diciembre. Insospechado… 17 días después, a las 10:50 de la noche aterrizó en Mérida el vuelo de aquel sutil colibrí… el de sus poderosas alas. Volvió en una urna, tan fino como la arena blanca de la playa… “diles que me fui al mar”.

El lunes de la noche triste, su confinada patria se organiza. Y a las ocho abre sus ventanas para cantarlo al unísono… “esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú’.

(Al piano con Mario Ruiz Armengol)

Radio en vivo a dos pianos. Manzanero -de espaldas- y Consuelo Velázquez. al centro, conduce Laura Blum.
¡Qué par, en la historia de música mexicana!: Manzanero y Rubén Fuentes.
El Mural de Carreño, inaugurado en 2020 dentro de la Sociedad de Autores y Compositores de México.

Todos en algún momento nos sentimos y nos supimos los protagonistas de sus canciones. De las cuales, más de 50 son éxitos permanentes que navegan desde hace más de 60 años por todo el orbe, que así le dan a este mexicano la categoría de universal… y la condición de inalcanzable. Por su obra: devastadora e indestructible. En 2020 ha muerto el autor y compositor mexicano más importante de todos los tiempos.

Su corazón… sus manos… su piano.

Uno de sus muchos epitafios, podría decir que los dos instrumentos que mejor tocó Armando Manzanero, fueron el piano… y el corazón.

Cuando los mayas mueren, dice la mitología que mientras la materia se desintegra el alma pervive entre nosotros unos 4 o 5 años -de su calendario sagrado-… lo que se tarda en llegar al inframundo, llamado Xibalbá. Ahí es absorbido tras el suspiro de una mujer embarazada… como nuevo punto de partida.

En eso andará. Camino al suspiro de una mujer. Otra vez.

(La última sesión de fotos. CompaSStage. Germán Nájera e Iván Flores)


En este video… la sublime esencia última del Maestro



@diazbarriga1


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