No se murió cualquier pelado. Arturo Castro era un genio. Y hay que poner en algo que se acerque a su justa dimensión... la pérdida literalmente sufrida este sábado 13 de marzo... el único sábado de su existencia en que no regaló una bella emoción.
Nació un Día de Virgen de 1937 en Coatzacoalcos, Veracruz. Coatzacoalcos de Castro, Veracuz -chingao-. Con 10 años de edad, en el 47, constituyó con sus hermanitos menores Jorge y Javier el grupo musical de Los Panchitos (en alusión al trío Los Panchos que dominaban el escenario nacional)... desde entonces los dirigió musicalmente y el talento de los tres niños los llevó a participar en algunas escenas cinematográficas de lo que hay testimonios.
Paralelamente Arturo ya acompañaba al piano a su virtuoso primo mayor de 13 años, Gualberto -ya hablaremos largo y tendido de él... esa es otra historia- a cantadas que tenía en esas fondas chiquitas que parecían restaurantes. Los padres de ambos deciden incorporar al Gualas con Los Panchitos. Eso cambia todo. El cuarteto de chavitos desde ahora se llama Los hermanos Castro. Y hasta el fin de los tiempos. Que al parecer, ya llegaron.
Con las décadas varían eventualmente sus integrantes. Siempre familia. De pronto, Benito en lugar de Javier… o Jorge hijo en lugar de su padre. Sin Jorge, sin Gualberto y ahora sin Arturo… ¿qué será de nosotros, qué será?
Pero retomamos. Pronto un promotor se los llevó a rolar por EU. Pero comenzando la década de los 60, Las Vegas se convertiría en determinante para su historia. Les firman tres años en el Dunes Hotel. Ahí los descubre el manager de Nat King Cole. Son un fenómeno. Se los lleva a Los Ángeles, apadrinados por el mismísimo ¡Natalio Reyes Colás! (Piporro's dixit). Luego los regresan otros dos años a Las Vegas (esta vez al Hotel Thunderbird)... y el 5 de agosto de 1966 les cae el rayo que los iluminará eternamente. Son llamados a inaugurar el lujoso Caesars Palace de Las Vegas... y luego lo que ningún artista mexicano nunca jamás: 10 años consecutivos compartiendo marquesinas con Sinatra, Elvis, Tony Bennett, Judy Garland, Harry Belafonte, Sammy Davis o Neil Sedaka. ¿Habrá quien tenga idea de que esto pasó?
Los Hermanos Castro, 10 años en el Caesars Palace de Las Vegas, que inauguraron.
Con escapadas a Europa y Sudamérica -especialmente se adueñaron de Brasil- el tsunami de gloria y de dólares era inacabable. Los lectores de estos tiempos, que están en su derecho a no creerlo, no tienen un elemento para comparar el dominio... el talento individual sumado de Los Castro Brother’s, que eran llevados a los principales shows de TV de EU para echarle la mano y apadrinar, por ejemplo, a una muchachita llamada Liza Minnelli.
Para acabar pronto. Sin Arturo Castro no hubiera pasado nada. Todo lo concibió él... un primer grupito infantil que se convirtió en una necesidad talachera. O una orquestación, un ensamble de voces único y un sonido que se convirtió en una época.
¡Qué tamaño de músico! Para que se den una idea, en los años sesenta floreció continentalmente el llamado movimiento del feeling, en cuyas filias desfilaba un puñado de artistas sublimes, que se destacaban por combinar la belleza de sus letras con la finura de sus complejas armonías. Estaban un escalón arriba de los mejores boleros o de las mejores baladas.
En esa selecta pasarela estaban los mexicanos Luis Demetrio, Álvaro Carrillo, Roberto Cantoral, Mario Ruiz Armengol, Vicente Garrido, Armando Manzanero, Miguel Pous… los cubanos César Portillo de la Luz (Contigo en la distancia), Marta Valdés, Angelito Díaz, René Touzet, Frank Domínguez (Tú me acostumbraste), Adolfo Guzmán (No puedo ser feliz), José Antonio Méndez (Si me comprendieras)… de Argentina, Mario Clavel, los hermanos Expósito… aunque generacionalmente queden tan ajenos y lejanos estos nombres, señalarlos acá tiene una razón de ser. Suficiente y necesaria. Todos, que conforman una pléyade en los más altos niveles de la historia de la música popular, reconocieron a Arturo Castro como al último de ellos, químicamente puro. Nadie nunca más tuvo lo que se necesitaba.
Paralelamente pasaba algo más. Arturo Castro se daba tiempo para escribir y dirigir una serie de 48 programas llamados TV Musical Ossart u otro que se llamó Domingos Herdez. De esto último hay varias anécdotas y una historia trascendente. Resultó que para aprovechar la ola, la banda puso su antro en el sur del DF. El Fórum de los Castro estaba en la esquina de Insurgentes Sur y la calle de Ameyalco, en la colonia Del Valle. Y era tal el poder de Los Castro que en su lugar presentaron a los artistas internacionales inalcanzables de esos tiempos para cualquier empresario... ahí se presentó Paul Anka, Nancy Wilson, Los Monkeys, Johnny Mathis, Tony Bennett, Sammy Davis, Eddie Fisher… y también la primera plana brasileña: Flor Purim, Sergio Mendes o Joao Gilberto. Ya luego se los llevaban a Domingos Herdez.
Pero hubo un suceso. Del 27 al 30 de junio de 1969, Los Castro anunciaron en su local de la colonia Del Valle cuatro conciertos ¡con Los Doors! Con un telefonazo de cuates, se trajeron a Jim Morrison y a su banda. De ese tamaño era la fama, la convocatoria y poder de Los Castro.
Les digo que no se nos murió cualquier artista. Se murió Arturo Castro, carajo. Que hacía sonar su guitarra mejor que todas las voces de los Castro juntos. De sus canciones, hay memorables… de esas para echarle otro quinto a la rockola. Búsquenlas: Perdiendo la razón, Después del amor, A las mujeres que amé, Así son ellas, La última mujer de mi vida (se la grabó Alejandro Fernández)… uy y Cuenta conmigo. Y de covers hicieron uno famoso… Gotas de lluvia o su propia versión de La Chica de Ipanema…. pero hay que buscarlo, a Arturo, en el cover de Feellings. No hay quien le llegue.
Ahora que si ya nos vamos a poner pesados, con dos canciones tuvo suficiente para caber en la canasta de la inmortalidad: Yo sin ti y Llorando por dentro. Nunca nadie escribió algo más bello a la ausencia y al vacío más profundo e irremediable.
Quizá la más reciente grabación importante de de Yo sin ti, sea la que incluyó el director Francis Ford Coppola (El Padrino) en 2007 en la película El hombre sin edad.
¿Qué haces mi Benito (todo este texto es para ti), si eres San Pedro, ya le diste entrada a Jorge, al Gualas y ahora se te aparece El jefe de los Hermanos Castro? Cierras los ojos y rompes el expediente, ¿o qué? Y que retumbe la orquesta. ¿Querían coros, no?
Porque de este lado, la verdad, no hay mucho que hacer… no hay solución, no la encuentro. Sólo nos queda el consuelo… de llorar por dentro.
@diazbarriga1