Beto el Boticario… ¡qué grande eras, magazo!

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

Ciudad de México /

Beto el Boticario… el carisma era su pócima. Se murió hace 12 años… y nadie encuentra la receta.

Quienes vieron en México la tele en vivo en la década de los años 70 y 80, confirmarán que lo que se dice en este texto es cierto. La generación posterior, difícilmente entenderá el grado de fama, popularidad y cariño masivo, que alcanzó a tener un personaje que apenas aparecía en un sketch de 5 minutos una vez a la semana, en el programa La carabina de Ambrosio (entre 1978 y 1986). ¡Qué grande eras, magazo!


Partamos de que el alcance que otorgaba la televisión era inaudito. Había solamente 6 canales. Y fuerte, uno solo: el canal 2. Quienes ahí aparecían era vistos, seguidos y excepcionalmente queridos por los millones y millones y millones de mexicanos que no teníamos de otra sopa.

De manera que quienes tenían las virtudes necesarias, se convertían en constructores de una forma de hablar, de bailar, de vestir y hasta de mirar. No eran famosos de ocasión… no eran ‘trending topic’ de un día o ‘virales’ de una semana. La circunstancia les dio la oportunidad de consolidarse como una tradición nacional. Hasta convertirlos en consagrados.

Beto el Boticario era el ‘antimago’, al que le fallaba la mayoría de sus actos de magia y/o terminaba revelando el truco de los que sí le salían. Con una gracia natural y con el sentido del humor más difícil de manejar… el humor blanco. Lo poseen quienes detentan la compleja posibilidad de devolvernos esa risa simple de niños que jamás debimos de perder.

Con la vedette brasileña Gina Montes y César Costa.

Para el caso de Beto el Boticario, elogio en boca propia era… magisterio. Fungía como su propio presentador: “¡Ha llegado la hora chimengüenchona!” “Ha llegado la hora cuchi cuchi” “¡Ha llegado la hora ‘ya vas que chutas’!… ¡el motivo de ser de este programa!” … y luego el ridículo celebrado por el público. Y por sí mismo: “¡Qué grande eres, mago… con razón te pagan tanta feria!”… “ahora sí, a cobrar… ¡porque sin pachocha no hay magazo!”. Cada semana un cuadro similar, con la vedette brasileña Gina Montes fungiendo como su asistente (“¡Denankiu!”) y la interrupción a media canción del anfitrión en turno del programa (César Costa, Gualberto Castro, Fito Girón, Manolo Muñoz… o Paco Stanley -en su caso, mientras declamaba-).

Con Gualberto Castro en aquel sketch de 5 minutos. ‘La carabina de Ambrosio’, de 1978 a 1987. Beto el Boticario salió del programa en 1986.

Curiosidades musicales. La famosa pieza del programa que semana a semana iniciaba con Gina Montes bailando sola en escena, era un parte del tema techno ‘Quartz’… éxito de una banda francesa con ese mismo nombre. Y el famoso tema musical con que se envolvía a Beto el Boticario… ‘Tatatiú-tatatiú-tatatiú-tatatiú-tatatiúúú’, el primer gran lounge mexicano, no era otro que el tema Angel del guitarrista de jazz estadounidense Wes Montgomery. Pero acá, con un arreglo propio del tabasqueño Gustavo Pimentel… que era el director musical del programa Siempre en Domingo conducido por Raúl Velasco, y donde en realidad se dio a conocer Beto el Boticario antes de dar el salto a ‘La Carabina de Ambrosio’.

El tema de ‘El magazo’… tatatiú-tatatiú-tatatiú-tatatiú- tatatiúúúú. Primer gran lounge mexicano.

Si bien, decíamos que la gloria le llegó con este último programa a partir de 1978, lo que poca gente sabrá es que hubo mucho trabajo en la artisteada durante 26 años atrás y una formación desde su más temprana infancia.

No fue fácil. Beto el Boticario trabajó con papeles discretos durante 26 años, antes de conocer la gran fama.

Su nombre real era Roberto Ramírez Garza. Nació en Monterrey, Nuevo León, el 19 de agosto de 1931. Se trasladó a la ciudad de México durante su infancia y era hijo del ‘Conde Bobby’ el más famoso ventrílocuo de las carpas capitalinas. Hay historias, de este señor… por ejemplo, fue descubridor del gigantesco y fino compositor mexicano Mario Ruiz Armengol, cuando éste tenía 12 años de edad… el día que le falló el pianista en la carpa al Conde Bobby, quien por cierto -contaba Beto-, acabó internado en el manicomio, luego de que le robaron el muñeco con el que hizo durante décadas su espectáculo y dio de comer a su familia. Drama de de un cómico. Trama de película.

En 1952, Beto el Boticario debutó artísticamente en Mexicali como integrante del grupo musical Los braceros. Durante dos años, se fogueó en un par de cabarets de Tijuana (El Flamingo y el Aloa) ya con su personaje de mago-comediante. Lo del boticario, venía de la infancia y del barrio… donde era conocido como El boticas, por haber trabajado mucho tiempo como mandadero en la botica (farmacia) Higia, que se encontraba justo frente a la casa familiar en la colonia Nativitas del DF.


Pisó los foros de las telenovelas… participó en Madres egoístas, en Azul, como el el padre Abel en La dueña y el más recordado quizá sea su personaje de Plácido en Gotita de amor.

La mejor entrevista se la hizo muy poco antes de su muerte (el 28 de julio de 2009… ante la fecha, estas letras) Fernando Rivera Calderón en la XEW. Le dedicó las dos memorables horas completas de su programa ‘La noche W’… y ahí Beto el Boticario, legendario y entrañable, reveló datos no sabidos. Por ejemplo, que fue él a quien se le ocurrió el nombre de ‘La carabina de Ambrosio’ -como significante de algo que no sirve para nada- cual nombre para el célebre programa.

Contó que en la tele intentó desde mediados de los años 50 con un programa que se llamó De todo como en botica; que había participado en la exitosa fotonovela de El látigo negro con Julio Alemán, en donde aparecía como su escudero. Que siempre trabajó en cuanto cabaret o centro nocturno, pudo; que hizo mucho cine… pequeños papeles y algunas terceras partes (se tienen contabilizadas más de 50 cintas). Que cultivó gran amistad con Óscar Ortiz de Pinedo y con Óscar Pulido y con Germán Valdés Tin Tan… con quien colaboró en 5 filmes, entre los que destaca como ‘el gran Martínez’ en ‘Suicídate, mi amor’. Igual tuvo una presencia importante en Alias el rata con Eulalio González Piporro. Y se ganó un Ariel como actor de cuadro en su debut cinematográfico en la cinta El buen ladrón (… muy joven, en el lejanísimo 1956).

Cartel del Teatro Blanquita.
Con Tin Tan en ‘La tijera de oto’.
Con Piporro en ‘Alias el rata’.

En fin, hizo de todo en todo tipo de cine… con Tin Tan, decíamos, con Miguel Aceves Mejía, con Los Polivoces (El aviso inoportuno) o con El Santo. Sin embargo, hay que verlo, con tamaños de actor, en su papel del paralítico Filigonio en aquel drama de Fe, esperanza y caridad’(1974). Mucha agua corrió antes, decíamos, bajo el puente.

Como el paralítico Filigonio en el drama ‘Fe, esperanza y caridad’.

Era tan pero tan famoso, que era parodiado en el programa de Los Polivoces (con Enrique Cuenca como Beto el Boticario y Eduardo Manzano como Raúl Velasco)… o era el héroe de un cómic que se publicaba en 1970… y en su momento provocó un movimiento en su contra por parte el sindicato de magos profesionales para reclamarle que exhibiera al aire ‘sus secretos’… los mismos que años después, en su sepelio, tapizaron con coronas de flores la sala de Gayosso Sullivan donde lo velaron. Tenía 78 años.

Protagonista de cómic que se publicaba en 1970 y se vendía en un peso con 20 centavos.

Era portada junto a Enrique Guzmán en la revista más vista de México: El Teleguía.

Era llamado para hacer anuncios comerciales junto a Mauricio Garcés.

Hay algo que nunca olvidé… a pesar de que debería nadie acordarse de nada en alguna pachanga nocturna -tirando a madrugadora- en el Bar Arrabalero de la esquina de Marsella y Dinamarca (… tatatiú-tatatiú-tatatiú-tatatiú-tatatiúúú). Me refiero al título perfecto que tenía para la autobiografía que nunca escribió: Mi vida sin fechas… “… y es que todas se me olvidan, chingao”.

Era eso. Un personaje sin fechas… por lo menos de caducidad. Con el conjuro de la alegría. Espontáneo. Auténtico. Tenía los polvos mágicos para embelesarnos, por ejemplo, con aquel número de ‘los peces invisibles’ de la India, en una pecera… con agua simple.

Será que sí, pues… quien tiene magia, no necesita trucos. Pongamos el caso.

@diazbarriga1


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