'Fecundo Cabrón'…

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

Ciudad de México /

Aquella vez, estábamos desayunando nada más los dos en el restaurante del Hotel Ancira, en Monterrey. Un hombre educado, se acercó y con exceso de prudencia se disculpó con nosotros por interrumpir las risas y las frases duras: “Perdón, pero nada más quisiera saludarlo maestro Cabral… y refrendarle mi profunda admiración y mi respeto. No es posible tenerlo a la vista y no hacerlo”. Muy amable, buen día -respondió Facundo. Se retiró el sujeto. Al rato volvió con un hoja y me pidió una pluma: “Perdón otra vez, pero siempre me arrepentiría si no tuviera su firma, maestro”. Diez minutos después, apareció con una cámara fotográfica y me la dio: “… ¿le molesto?”. De repente llega… ahora con dos sujetos más: “Sería un acto de profundo egoísmo, no compartir esta experiencia única… espero que me puedan disculpar la impertinencia”.


Cuando se fue por penúltima vez, dije juguetonamente a Cabral: “Ojalá y no se te hayan enfriando mucho los huevos”…“ojalá y a ti no te haya pasado lo contrario”, reviró el canalla. Carcajada. Como a los 20 minutos vi a lo lejos que el ‘educado prudente’ estaba de regreso… pero con 4 personas distintas y ahí se me acabó el buen humor cultivado a lo largo del encuentro: “¡Me lleva la chingada! No lo vas a creer, don Fecundo… ¡pero ahí viene por quinta vez este pendejo!” Entonces, se inclinó hacia mí y sigiloso, como lo hacía en el teatro, mirándome fijamente a los ojos, susurró: “Carlos… Carlos… nunca te pelees con los pendejos… son muchos… te van a ganar”. Si acaso existe aquel grandísimo pendejo, tan amable y educado, todavía se la debo.

Carlos Díaz-Barriga y Facundo Cabral. Hotel Ancira, Monterrey, Nuevo León, 1996

Toda esta escena se revivió sonido por sonido al amanecer de aquel sábado 9 de julio de 2011… como se revive ahora, exactamente 10 años después… al bajar los párpados y no querer ver las imágenes en la televisión, que ya le daban la vuelta al mundo. Facundo, bocarriba, yerto, tibio… sobre el piso de una estación de bomberos en Guatemala… amortajado con su eterna mezclilla azul… y a un costado, velándolo, su bastón de madera y sus anteojos cafés. Muertos también. Una de las tres balas ajenas, había pegado en aquel cerebro prodigioso.

El mensajero de a pie mejor pagado del mundo, le llegué a decir con cariñosa irreverencia. Encontró que la vida era un hotel de paso y consecuentemente, como lo dicta la ética y las buenas costumbres, se registró con un nombre falso: Facundo. Se llamaba en realidad Rodolfo Enrique Cabrera Camiñas.

Nació en Río de la Plata, Argentina. A ojo de buen cubero, el 22 de mayo de 1937… sin que él mismo tuviera la certeza. Sara, la madre abandonada que comía de la basura “pero antes se arrodillaba a dar gracias a Dios”, a sus cálculos lo registró cuando pudo. Su biografía en esa etapa es conocida… la contaba con regularidad: nunca fue a la escuela… tocó fondo en la niñez… a los 9 años… alcohólico y violento. Odió como nadie… especialmente a su padre. Luego el reformatorio. Y un cura jesuita que lo enseñó a leer a los 14 años. Devorando desde entonces y hasta el último instante de los mejores libros, que se acabaron sus ojos saltones.

Nunca tuvo un hogar, cualquier hotel siempre fue su refugio… y en 74 intensos años de existencia y libertad, anduvo ‘por donde el diablo perdió la categoría, el conquistador la fuerza y la inocencia, María’.

Guitarra en mano, al principio se hizo llamar ‘El indio Gasparino’ para cantar en bares y grabar sus primeros discos. Inspirado en un vagabundo, como él, escribe en 1960 aquel estribillo que luego siempre le coreó el público en cada función: ’Vuele bajo…. porque abajo / está la verdad / eeeso es algo… que los hooombres / no aprenden jamááás’. Bella canción de cuna. Luego, en 1968 compone su tema más grabado por otros artistas y más conocido… su declaración de principios: ‘No soy de aquí ni soy de allá’.

A su modo es una voz de protesta. Y por ello se exilia en México cuando la más reciente dictadura militar en Argentina (1976-1983). Siempre tiró besos y flores a la tierra azteca: “México es mi segunda patria… es el único espejo que me refleja entero”.

Antes de ser Facundo Cabral… cuando era ‘El Indio Gasparino’

En 1977 se enamora de Bárbara (Barbra, se escribía), una chava de Chicago y se casan. Él tenía 40 y ella 18. El 25 de mayo de 1979, Bárbara y su hija recién nacida, toman el vuelo 191 de American Airlines con la ruta Chicago-Los Ángeles. Facundo pierde una conexión en Boston y… queda vacío su lugar junto a ellas. Apenas despegó aquel avión se estrelló. No hubo sobrevivientes. Solo Cabral, que no alcanzó a subir.

Alberto Cortez dio a conocer en todo el mundo el tema de Cabral ‘No soy de aquí ni soy de allá’. Aquí lo cantan juntos

La insolencia ilimitada de este imberbe reportero cuate mexicano: “Dime que cuando cantas aquel viejo tango de ‘Naranjo en flor’… estás soñando con ellas”. La respuesta… 30 largos segundos de silencio y… “prométeme que cada que venga a México, nos vamos a encontrar para tomar una copa de vino”. La última fue una tarde de septiembre de 2010, en la cantina ‘Tío Pepe’ de la calle de Independencia en el entonces Distrito Federal, cuando se presentó en el Teatro Metropolitan, a un par de cuadras. Bastaba con picarle un poco las costillas para escucharle una y otra vez de sus encuentros y amistad con sus personajes vitales: Borges, Teresa de Calcuta, Indira Gandhi, Piazzola, Marcel Marceu, García Márquez, Juan Rulfo o José Alfredo Jiménez, quien originalmente lo había rebautizado, puntual, con aquello de ‘Fecundo Cabrón’. Años después lo retomaría Alberto Cortez, su compañero de aquel par de giras noventeras inolvidables… ‘Lo Cortez no quita lo Cabral’ y ‘Cortezías y Cabralidades’.

Por alguna razón… Facundo Cabral canta con el alma el tango ‘Naranjo en flor’, de Homero Expósito

Desde la infancia y juventud como tantos que tuvimos la ocasión y el tocadiscos, había escuchado y absorbido entre acordes simples de la solitaria guitarra, todo aquello de que ‘el conquistador por cuidar su conquista, se convierte en esclavo de lo que conquistó. Es decir, que jodiendo… se jodió’… o de que ‘si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos… ¡aunque fuera por negocio!’ y que ‘el que no está dispuesto a perderlo todo, no está preparado para ganar nada’.

Era mucho más, incluso que un juglar: era un cantor: ‘… para cantar, compañero, hay que perder todo el miedo’. Su profundidad y cultura estaban muy lejos de la condición de un merolico… en tanto el humor descarado y de doble banda, eliminaba igualmente la condición de predicador.

Al trabajo de los políticos, los pintaba de cuerpo entero con aquel relato… “Mi pueblo tenía una sola calle. Un día, un alcalde… progresista, dijo que la calle sería de dirección única. Así que los que nos fuimos… ¡nunca pudimos volver sin cometer una infracción!’ A la falsa moral: “Si me gusta una mujer está de novia o casada, si soy ladrón… es por culpa de la propiedad privada”. A los motivadores profesionales, cuando platicaba de Matilde, ‘que prefería la depresión a la felicidad… ¡porque le duraba más!’. Y le daba herramientas a los sociólogos: ”Ser millonario es tarea de mediocres… habiendo tanto tonto a quien vender algo”.

Se presentó 40 años en cada teatro de toda América… a cámara negra, sobre una silla simple y con una guitarra entre las manos, y la risa siempre fue el resorte para llegar a otro punto realmente importante. Así, era suculento escucharlo narrar aquello de que “mi hermano acudió borracho a una fiesta del pueblo y sacó a bailar a una gorda vestida de negro, la que le dijo: ‘No quiero bailar con usted por tres razones: porque usted está borracho, porque no sé bailar ¡y porque soy el obispo’”… para después llegar a aquello de “soy el dueño de todo, porque yo no tengo nada… puede volar solamente, quien tiene libres la alas”. El espectáculo era intelectualmente perfecto.

De lo que poco se sabía: viajaba con un cuaderno en el que además de apuntar pensamientos, hacía dibujos o caricaturas, con virtud. Algo había estudiado en una escuela de arte para ser historietista. Era un monero anónimo y original. 

Decía que el mejor vino blanco era el tinto. Para no batallar, distinguía a la gente únicamente en dos grupos: honorable y despreciable. Congruente, ciertamente era un ‘vagabundo first class’. 


Los últimos 15 o 16 años vivió en el hotel Suipacha de Buenos Aires, donde tenía sus libros. Había que marcar y pedir con la habitación 509 para dar con él.

En resguardo de la vida privada, decía que estaba casado con la literatura, que su amante era la música “… y los tres nos llevamos muy bien”. En realidad, mantuvo una larga relación -de tres décadas- con una mujer venezolana llamada Silvia Pousa, con quien por cierto se casó unos seis o siete meses antes de la tragedia. Había un motivo para ello. Por primera vez, quería poner las cosas en relativo orden.

Facundo estaba enfermo… muy enfermo. De cáncer. En la vejiga. Había empezado a batallar con el tema desde el lejano 1999. En el último año se había recrudecido el mal… cirugías trimestrales y quimioterapias. Además, con un glaucoma que sin solución avanzaba, a sus 74 años, ya casi no veía. Para salvarse, pues, es que seguía cantando.

Se casó con Silvia Pousa unos meses antes de la tragedia


Silvia Pousa, su compañera los últimos 30 años

En abril de 2011, planea con su amigo de toda la vida y representante ocasional, Percy Llanos, hacer una gira corta. Una semana. Tres fechas… una en Managua -Nicaragua-, una en Guatemala capital y otra en Quetzaltenango. El empresario de la primera es Henry Fariñas… un nicaragüense sensible y culto que admira profundamente a Facundo. Hablan de Rubén Darío… y la primera noche Fariñas le hace llegar a la recepción del hotel un gran paquete con la obra completa del poeta. En Guatemala, lo invita a cenar la última noche y se ofrece a llevarlo por la madrugada al muy cercano aeropuerto en su lujosa Range Rover blanca. Pasa por él a las cinco de la mañana, el vuelo salía a las 6.30. Llanos se sube atrás, Facundo copiloto y Fariñas al volante. 

Las últimas imágenes, rumbo al viaje fatal

A las 05:20, sobre el boulevard Liberación se emparejan varios autos. Los rafaguean por el lado del conductor. Fariñas recibe 8 impactos, pero milagrosamente sobrevive. Facundo, tres… en un brazo, en el abdomen y en la cabeza. 

Subiéndose a la Range Rover… a la que nunca debió subir

Percy sale ileso y con la ayuda de su hija Gabriela Llanos, escribe al año, como desahogo, el dulce libro ‘Facundo Cabral. Crónica de sus últimos días’… que arranca con la siguiente elegante y contundente línea de dolor: “Cuando vi su cabeza inclinada sobre su hombro izquierdo, pensé que yo también estaba muerto”.

Unos minutos después los rafaguearon por el lado del conductor. Tres balas ajenas asesinaron a Facundo Cabral

Y entonces me acordé de tantas cabralidades: “Si madrugás Dios te ayuda, decía un tío mío… más cuando él madrugaba, Dios se quedaba dormido”… “No pierdo tiempo en cuidarme: la vida es bello peligro”… “La muerte me está siguiendo desde el día en que nací… pero va a costarle mucho interrumpir mi vivir”… esas frases reiteradas de Cabral en sus presentaciones o que quedaron grabadas en los discos, tomaron otra dimensión.

A la conmoción del hecho, se suma la de los videos rescatados de esa última presentación en que dice: “me despido de todos ustedes que fueron mis compinches en la vida, porque mañana sólo Dios sabe lo que va a ocurrir”. Mas que una frase premonitoria, asumamos que en realidad sabía que pronto iba a morir. Pero no así.

La última presentación. Quetzaltenango, Guatemala

Las investigaciones arrojaron que un narco costarricense apodado ‘Palidejo’ y que era el enlace del Cártel de Sinaloa con los cárteles colombianos, había mandado matar a Fariñas… que resultó un culto y sensible narco que lavaba dinero de ‘Los charros’… una derivación del fracturado cártel de ‘La familia michoacana’. En tanto, a Cabral no había que investigarlo. Él mismo se había delatado: “ser cantor no es un oficio, es ser espía del viento”.

Palidejo y los cuatro sicarios detenidos purgan una condena de 50 años de prisión en Guatemala. Henry Fariñas, una de 18 años en Nicaragua por narcotráfico, lavado de dinero y crimen organizado. Y como decía el finado pensador: “todos tenían la culpa pero nadie era culpable, porque todos son ninguno y ninguno… siempre es nadie”.

Fue trasladado a Buenos Aires en un pedacito de aquella segunda patria… un avión facilitado por la Fuerza Aérea Mexicana

Su cadáver fue trasladado a Buenos Aires en un pedacito de aquella segunda patria… un avión facilitado de la Fuerza Aérea Mexicana. Gobiernos de todo el mundo se pronunciaron ante la paradoja. Se trataba de el alguna vez nominado al Premio Nobel de la Paz… el declarado ‘Mensajero de la paz’ por la UNESCO. “Maldita sea la bala de hielo que cegó tu voz… y que nos dejó ciegos”, le escribió Alberto Cortez. El 9 de julio de la independencia argentina, en el boulevard Liberación guatemalteco, de pronto todos quedamos atrapados… en la esperanza perdida.

Con un ‘Fecundo Cabrón’ de ojos cerrados, que parecía estar diciendo… esta vez, a la vida: ‘querida, yo no me voy… tú eres la que se queda’.

@diazbarriga1

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