Serrat: "¡Viva México, cabrones!"

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

Ciudad de México /

Como con los toreros, igual hay artistas de época. Con Serrat diciendo que se va de los escenarios (que es el único lugar de donde puede irse)… ante un adiós que sólo puede ser tan definitivo como un adiós, será que acaso se nos adelanta un poco, eso, el fin de una época. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

En México pasó buena parte de aquel exilio iniciado en septiembre del 75, cuando una agonizante dictadura de un agonizante generalísimo Franco libra contra él una orden aprehensión tras 10 años de confrontarlo, guitarra en mano, con la voz y con el pelo largo.

Uno se va muchas veces, de muchos lados, y no pasa nada. Pero irse de casa siempre es distinto. Será que por eso pasó todo lo que pasó la última noche en tierra azteca. Memorable, casi como esos hasta nunca más que parecen hasta siempre. Que merecen una de esas crónicas que, sirvan o no, para que algún día tan lejano como el de hoy, otros lo sepan.

Que quede la del 19 de mayo de 2022, como la fecha en que se firmó el Acta de No Olvido en un Auditorio Nacional más que repleto, más que lleno, más que rebosante: pleno. No hay aire fresco que alcance. Diez mil personas que todavía sueñan, respiran de más. El concierto se retrasa 20… 25 minutos. Puede empezar a la hora que quiera... lo que no puede es irse, si no es ahora, pensará Serrat.

Estalla todo lo que puede estallar cuando aparece… caminando con la energía de quien ha vivido mil vidas, un hombre de 78 años, ataviado en un sencillo traje gris oxford y camisa azul índigo, que se agiganta cuando su voz se hace sonar, poderosa. Como la congruencia.

Ataviado en un sencillo traje gris oxford, Joan Manuel Serrat aparece en el escenario del Auditorio Nacional. |Jesús Quintanar

Comienza con Dale que dale… el poema musicalizado de Miguel Hernández. Y de ahí, a descoserse. Dijeran los de antes, como hilo de media. De una canción a una emoción y al revés volteado. De un poema de amor a la provocación al poder… o a una canción de cuna que viaja en sentido contrario, donde el chaval de casi 80 años le canta en catalán a su madre… Y yo que me dormía en tus brazos / con la boca pegada a tu pecho…

Luego, el tema más esperado por cada quien. Entre uno y otro, el humor fino o la frase auténtica. Serrat tiene dueto permanente con los presentes. El romance de Curro ‘El Palmo’, Para la libertad, Hoy puede ser un gran día (el día anterior lo cantó con Mijares), Es caprichoso el azar (con Tania Libertad como invitada en el escenario), Tu nombre me sabe a yerba y Penélope y Fiesta y por ahí, golpe a golpe… verso a verso, Cantares. Y bueno, el himno… su himno y el de su otra patria: Mediterráneo.

Los políticos presentes se reservan su euforia cuando los fustiga con Algo personal… "Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad / viajan de incógnito en autos blindados / a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad / A colgar en las escuelas su retrato… entre esos tipos y yo hay algo personal".

Aparte, las que cimbran o bellamente estrujan: Aquellas pequeñas cosas, Esos locos bajitos, De vez en cuando la vida ("… nos besa en la boca") y Lucía, "la más bella historia de amor que tuve y tendré".

Serrat cantó sus temas más esperados, acompañado por un coro de diez mil voces. | Jesús Quintanar

Uno cree que el momento cumbre (si alguien en función de su piel erizada, piensa que fue otro, tendrá razón) se ha dado cuando interpreta Nanas de la cebolla, también de Miguel Hernández (Para la Libertad, Dale que dale) y cuando aprovecha para rendir cariño y recuerdo a otro inmenso de inmensa ausencia, Alberto Cortez, como autor de la música.

Pero no, el éxtasis contenido, sucede cuando calla la orquesta y Serrat se planta frente al silencio, absoluto… y comienza a bordar, hilo a hilo, su paso por México… "la milpa donde planté mis maíces" desde 1969 y sus primeros recitales en el auditorio Justo Sierra de la UNAM y en el Palacio de Bellas Artes y evoca a los Taibo que le abrieron las puertas de su casa… la casa donde conoció a Juan Rulfo y a un montón de Luises llegados con el exilio español: Alcoriza, Buñuel o Rius.

Y se acuerda de que estaba aquel presidente… "¡no chiflen! Si ya no está aquél, para qué". Y remata convocando con elegancia: "Chiflen lo que tengan que chiflar, hoy". Y se acuerda de Cantinflas y recuerda aquella larga gira organizada hace 46 años por René León ("el mismo que se ocupa de que hoy estemos aquí"). Gira que roló por todo este país en un motor home, forzado por su propio exilio de casi un año, y donde aprende a comer y a entender y a decir albures y a vivir entre Pedro Páramo y Los Supermachos (del otro Rius). Sus palabras son, como dice la sensible mujer que está a mi lado, una larga y hermosa carta de despedida.

De pronto se hace presente José Alfredo Jiménez. Serrat entona con solemnidad ‘y gran coro’, Un mundo raro. "Mexicanas y mexicanos, muchas gracias. Ha sido un gusto enorme haberlos conocido". Y se coloca el dorso de la mano izquierda sobre la punta de la nariz, cuando comienzan a sonar los primeros acordes de Las golondrinas.

El piano de Ricard Mirelles, su cómplice musical de una vida, es a veces y a cada rato otro poema. Es un concierto sin atril… y con memoria. A Joan Manuel no se le olvidan las letras y a nosotros no se nos ha olvidado, en los más fértiles tiempos del olvido, quién es Serrat. El que se opone a Franco o al referéndum de Pinochet en 1988… con poemas de Hernández, de Machado, de Neruda, de Lorca, de Benedetti, de Alberti, de Galeano. O con sus textos, en castellano o en catalán, que caminan siempre en el filo de la navaja… de la ternura a la protesta, y que acaban por ser sentencias. Inapelables.

El vicio de cantar, la última gira, con 70 conciertos y que toma nombre por un soneto que le escribió Fernando Lobo, inició este abril en Nueva York y termina un día antes de la Nochebuena en Barcelona. En su ruta por el planeta, acá, por una noche se olvidó que cada uno es cada cuál.

A lo largo del concierto, cinco ovaciones estremecedoras, cada una de varios minutos, que parecieron interminables, sólo estiraron un poco el final. Ese que llega de un ser sutil a un público sutil con la frase más sutil: "¡Viva México, cabrones!"



CDB |  @diazbarriga1



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