Óscar Chávez… el último congruente

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

Ciudad de México /

Óscar Chávez no era un tipo fácil. Fundamentalmente porque era congruente… el último congruente de tiempo completo que quedaba en este país. Nunca, por nada y ante nadie… cambió su bandera.

Caricatura perfecta que le hizo el artista Luis Carreño.

Hace unos pocos días se cumplió apenas el primer año de su muerte… que en tiempo real es algo así como un siglo de ausencia, dijera el bolero. Su voz de contrabajo disidente, ejercía la fuerza de la canción… más que con un enorme poder, con una incuestionable autoridad moral.

Jamás alguien lo vio enfermo… “el día que me enferme, ese día me voy a morir”, decía. Eso también lo cumplió. Discreto llegó por su pie al Hospital 20 de Noviembre con síntomas de covid… tres días después, el 30 de abril del infausto veinte veinte, murió con la inamovible sencillez con que vivió. En estos primeros días de mayo… hace un año… cuando ya morían todos los que morían y parecía que no podía haber más tristeza… la hubo. El vacío es del tamaño de su silencio.

En los últimos lustros, acompañado por el trío de Los Morales (Julio, Héctor y Carlos) y algún artista invitado, año tras año, siempre vestido de negro… el último sábado de agosto aparecía cruzando sobre el escenario del Auditorio Nacional… y estallaba la ovación de 10 mil almas… muchas de ellas, almas jóvenes. Era el portador de ese no sometimiento que termina por convertirse en dignidad. ¡Cómo carajos no va a hacer falta por siempre el Caifán!

En esos ‘auditorios’ o en las plazas públicas o en los parques, hizo vibrar multitudes cuando entonaba Por ti (originalmente se llamó El infierno es amor), la más conocida de sus composiciones y de la que hacía una interpretación insuperable (… canción por cierto, al que el gran Chamín Correa, hizo el arreglo original que la marcó para siempre).

'Por ti’… nadie la ha cantado mejor que él mismo.

Considerado el historiador musical que rescató el cancionero mexicano, era algo más… era un juglar con percha que de trovador. A la petición de los temas famosos, contestaba… “sí, sí, las vamos a cantar, pero ahorita se aguantan” y colaba sus hallazgos. Que iban de un romance del siglo XVI como Román Castillo a un tema desconocido de Chava Flores, como Ha muerto el día o Calendario de amor.

Entre el inmenso legado: lo mismo dejó un álbum rescatando toda la música ferrocarrilera o el disco Chiapas en apoyo al movimiento zapatista o que uno dedicado a la obra del ya citado Chava Flores, otro a la de Vicente Garrido o uno con los tangos prohibidos durante las dictaduras uruguayas y argentinas… así como un gran trabajo de investigación que se llamó Encerrona… una colección de ‘seis-discos-seis’ donde el toro aparece como elemento principal… con pasodobles, huapangos, sones o antiguas coplas del siglo XIX. Un raro tesoro que ha de cuidar el que lo tenga.

Portada del disco ‘Tangos prohibidos’, que hizo con Modesto López en Pentagrama.

De premio por aguantar… el público se extasiaba cuando comenzaban a sonar los acordes de Macondo, la famosa cumbia de Daniel Diez Canseco sobre la novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad; y La Mariana y Hasta siempre comandante del cubano Carlos Puebla -alusiva al Ché Guevara- y el bolero puertorriqueño Perdón del Pedro Flores o aquel son jarocho de La Bruja. Era esperado o exigido en cada recital, Se vende mi país, como lo que era: el dedo en la llaga.

‘Macondo’, como se vivía desde el público en el Auditorio Nacional.

E inevitablemente Marihuana… que lo convirtió así en su primer legalizador cuando la vendió a 33 revoluciones sobre un acetato… un tema más bien político del siglo XIX que se cantaba contra el gobierno de Santa Anna. Y que Chávez grabó en un disco de Polydor en 1969… desafiando nada más al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.

La que en lo últimos años ya no ponía era aquella de La niña de Guatemala… unos versos de José Martí a los que el Óscar hizo la música. Se consagró el tema en una escena de la película Los caifanes… pero exigía unos tonos ya inalcanzables. Así, que aprovechando un momento de silencio absoluto, no faltaba el que desde gayola se la reclamaba con un grito: “Óscaaaaaar!!! ¿… a qué hora ‘La niña de Guatemalaaaaaaa’?” Con la fuerte mirada, el cantor ubicaba de dónde había salido el lejano grito y disparaba el muy ‘mula’ como tenía que ser: “… se murió de amor, mano”. Ovación. Y cantaba otra.

‘La niña de Guatemala’… concierto en vivo en Bellas Artes.

Nunca rompió el compromiso consigo mismo. Estuvo presente en movimientos sociales de México… con los estudiantes en el 68… con los zapatistas del 95. Por convicción rompió con la ANDA (el principal sindicato de actores)… que en consecuencia le cerró las puertas de la televisión, el cine comercial y los escenarios que controlaba. Para siempre. Muchos artistas con el tiempo recularon. Él, no.

Apoyando a los estudiantes… en la explanada de Ciudad Universitaria. 1968.
Afinando con Antonio Cortés Camarillo últimos detalles del concierto que dio su último 2 de octubre… el de 2019, en el Centro Cultural Los Pinos.

Como crítico del gobierno en turno… uno por uno, de todos, incluyendo el actual (oponiéndose abiertamente, por ejemplo, al tema del Tren Maya… y ya no le dio tiempo de más), se destacó en la realización y/o interpretación de sus famosas parodias. La más famosa fue la de La casita… una antigua canción ranchera que fue éxito en voz de Pedro Infante. En 1967 -pleno régimen de Díaz Ordaz- el famoso periodista Armando Fuentes Aguirre 'Catón’, escribió en su columna una versión en tono de sátira al descaro de los gobernantes que se enriquecían y Óscar de inmediato le pidió permiso para grabarla, sumándose a lo que entonces era más una provocación que una gracia.

Pero había muchas otras: Atlacomulco, El guarura de levita, La plegaria del diputado, Salario mínimo o México es una letrina (con la música del tema ranchero éxito de Jorge Negrete Me he de comer esa tuna), en la que se puede encontrar una estrofa perfecta… de ésas que se quedan en el feliz recuerdo: “Dicen que soy hombre malo / porque me siento muy mal / … dicen que soy hombre malo / porque me siento muy mal / Es que estoooy asegurado / … es que estooooy asegurado /… es que estoooy asegurado… en el Seguro Sociaaa-a-al”.

Lector insaciable, le gustaba escribir poesía… regalaba con orgullo a los cuates un pequeño libro de los años 80 con 20 poemas suyos y llamado Sinfín de llantos. Tenía un dominio notable para hacer a la menor provocación emotivos sonetos con todo el rigor… 14 versos de 11 sílabas perfectas, que podían ir de una felicitación de cumpleaños al lamento por la muerte de un amigo.

…era un buen poeta

Acá, el que mandó a Eulalio González ‘Piporro' como disculpa a una no asistencia pachanguera. “Ínclito y preclaro Lalo: Te mando este supuesto soneto, barroquísimo y abyecto, con la siniestra esperanza de que la vas a pasar bien sin mí en tu cabrongésimo cumpleaños”:

“Por usted nunca pasaron los años / todos se le han quedado por fortuna; / para asombro de todos y la luna, / del espejo, la luz y sus engaños. / En su raza no hay cría de rebaños, / hay una vida sola cual ninguna, / semental soledad que nos acuna / para nunca quejarse de los daños. / Hay que morir así, como se vive, / como usted, como yo, como lo nuestro, / con rabia de aleluya y de semilla / con simple corazón que no derribe / las ansias del pupitre y del maestro / con alta sinrazón y alma sencilla.

Año aciago del 999, a las 4 horas albas del 15 día, de otro malvado diciembre. Óscar Chávez. Vale.”

Con su amigo Eulalio González “Piporro”.

‘Viva mi general’, corrido casi inédito de ‘Piporro’… a dueto de amigos, con ‘el caifán’


Chávez siempre dijo que su única verdadera escuela para todo lo que había logrado, fue el teatro. A finales de los años 50 estudió con Seki Sano y debuta en 1958 en la obra A ritmo de juventud. Estudió también en la escuela de Bellas Artes que dirigía Salvador Novo. Fue actor en infinidad de programas de Radio Universidad… e incluso director de teatro hacia 1963, con dos obras de Elena Garro.

Hizo 10 años un show de cabaret político… principalmente en el Café Colón. Y por lo que toca al terreno cinematográfico, participó en 15 filmes… con Silvia Pinal, Elsa Aguirre, Angélica María, Mauricio Garcés, Enrique Rambal y José Gálvez en El cuerpazo del delito (1970); con David Reynoso y Fanny Cano en Flor de durazno (1970); con María Félix e Ignacio López Tarso en La Generala (1970); en Rompe el alba con María Rojo o en Piedras verdes (2001) con Vanessa Bauche.

Sin embargo la que ha quedado en la memoria colectiva es aquella cinta con la que debutó en 1967: Los caifanes… convertida en cine de culto. Óscar ya había trabajado en varias puestas teatrales con el director Juan Ibáñez; el guión era de éste y del escritor Carlos Fuentes; y el elenco lo completaron Julissa, Enrique Álvarez Félix, Ernesto Gómez Cruz, Eduardo López Rojas y Sergio Jiménez. Sin proponérselo quien toma protagonismo es Óscar Chávez en su papel de 'El Estilos'… porque canta el tema Fuera del mundo o porque canta La niña de Guatemala o porque le lanza a Julissa aquella frase… buscando con timidez un beso, que se quedó para siempre cuando ella dice “tengo frío”. Y él pronuncia, mirando al piso: “el frío que de noche sientes, es por andar desperdiciada”. Apréndansela.

“…el frío que de noche sientes, es por andar desperdiciada”.

‘Los Caifanes’ de Juan Ibáñez. 1967.

Quizá la mejor definición del término ‘caifán’ es la que más se acerca a Óscar Chávez: “sujeto al borde de la ley, que ha conseguido el respeto y liderazgo de su barrio”. Como lo describió genialmente su amigo de cantinas y poesías, el mucho muy querido Jaime López… “Óscar Chávez era del planeta ‘Huraño’”. Ciertamente, era su encanto jugar a ser ‘Hosco’ Chávez… era un deleite verlo, cáustico, jugar ese juego… porque en realidad era un tipo encantador, inigualable conversador, intolerante como se ha de ser con la mediocridad y la pendejez. Y no perdía oportunidad… ante un comentario certero, de decir “¡bravo!”. Su muletilla aprobatoria.

Nunca necesitó otra casa, más que la casa simple que habitó en la calle de Salina Cruz en la colonia Roma… salía en su pequeño Tsuru o luego en su pequeño Peujeot azulito por la misma puerta lateral del Auditorio Nacional por donde el día anterior o al día siguiente salían 5 Suburbans negras con las grandes estrellas y sus guaruras… como igual se movió siempre (ya ochentón… con casco) en una modesta motoneta para ir a la oficina de la disquera Pentagrama que compartía en la calle de Coahuila con su amigo y cómplice de tantos años Modesto López; y con Martha de Cea… su representante, su fiel escudera y la única que lo ponía en orden. Pero sólo de vez en diario.

Fue el primer artista popular que dio un concierto en el Palacio de Bellas Artes.

La hija de ellos, Valentina López de Cea… fue el ángel guardián del ‘Caifán’ en esos días de hospital y en los horrendos trámites que siguieron a su voz callada. Al poco tiempo le escribió al jamás ausente una bella carta que nos compartió a la banda… donde recuperaba una frase de una canción de aquél, ’Querer queriendo’: ‘¡Viva la vida! ¡Muera la muerte! ¡Juegue la suerte!… ¡yo ya me voy!’ Y remataba Valentina: “si tuvieras tumba, sería un gran epitafio”.

Pero Óscar Chávez no tiene tumba, como no tuvo adiós. Y bueno… tampoco está mal, creo. Era su costumbre saludar con el brazo alzado y el puño cerrado… como en pie de lucha. Pero igual era su costumbre irse de cualquier reunión o comida, discreto, sin despedirse… para no romper la fiesta.

Tenía 85 años que apenas parecían estarle cayendo encima muy poco antes. Siempre fue un roble. Sabio, culto y elocuente… con el oscuro sentido del humor que corresponde a la gente de su nivel intelectual y de su bagaje a pie de calle. El mejor bebedor de ron del que se tenga registro… y no perdía jamás con el trago: al contrario, se le exacerbaban aquellas cuatro cualidades. Hasta que saliera el sol. A esas horas, algún amanecer en el depa del ‘monstruo’ Nahuel… todos los demás habían caído y hablábamos de lo que hablábamos, cuando hizo un largo silencio, y me dijo… solemne: “Es que ellas son… y luego dicen que uno, mano”. ¡Para la posteridad!

Era un hombre cabal… bondadoso sin dioses. Y sin adioses.

@diazbarriga1

‘Hasta Siempre’ del compositor cubano Carlos Puebla, en cada concierto… era el tema para cerrar.


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