Pedro Infante sí ha muerto

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

Ciudad de México /

Los quinces de abril -conmemoración luctuosa por el personaje que se mató en aquél dramático avionazo de 1957- fueron durante décadas motivo de una especial tradición mexicana… que no quedaba nada más en nosotros, los pedroinfantófilos. Hasta los años 90, en uno de los pocos canales de televisión abierta -cuando nada más había televisión abierta- cada sábado se transmitía una película de Pedro Infante, lo que remitía a la programación de sus muchos éxitos musicales en la radio y a la permanente venta de sus LP’s. Sin importar la edad, no había modo de no conocerlo y de no hacerlo parte esencial de la cultura popular con la que crecimos… una, dos, tres generaciones. Con excepciones que siempre hay, los millenials no han visto una película de Pedro Infante… ni idea de su legado discográfico. Y la generación Z al oír su nombre, no sabe con qué se come. No es ni su culpa ni su pecado. Así pasa. Cosas de la desmemoria colectiva. Pedro Infante sí ha muerto.

Durante décadas, cada 15 de abril, había un montón enlaces en vivo -de radio y TV- a la tumba de Pedro Infante en el Panteón Jardín. Cientos de seguidores y varios mariachis se daban cita para hacer sonar ‘Mi cariñito’, ‘Las golondrinas’ y 30 más. A lo largo del día se transmitían esas películas que todos ya habíamos visto y cada vez volvíamos a ver.

Reporteros flojones de espectáculos -que siempre han existido- cada año buscaban a los mismos famosos que habían filmado o convivido con el ídolo, para hacerles la misma brillante y única pregunta: “Nos podría decir… cómo era Pedro Infante”. Platican que entre los pocos astutos que se supieron quitar el golpe anual, se encontraba aquel pintoresco “Chicote” -cómico y actor de reparto-, quien después de 20 o 30 años de aguantar llamadas cada 15 de abril, un día contestó a la mentada pregunta: “De veras quieren que les diga cómo era Pedro… pues la verdad, la verdad… ¡era un hijo de la chingada!” Santo remedio. Jamás le volvieron a marcar al “Chicotito”.

Con Armando Soto La Marina ‘El Chicote’

Aprovechando las historietas para ingenuos respecto de que Pedro Infante no iba en el avión y se estaba haciendo pasar por muerto para que no lo matara el poderoso Maximino Ávila Camacho o algún marido ofendido o etc., etc., etc… cuando esos reporteros tenían ganas de trabajar, hacían todos una segunda pregunta, todos siempre la misma también: “¿… y usted cree, que como se dice, Pedro Infante está vivo?”. Eulalio González “Piporro” tuvo siempre la mejor respuesta: “Mira mano, éramos muy amigos… y desde que se murió, ya no me ha llamado por teléfono”. Fin de la profesional entrevista.

Pedro Infante pasó mucha hambre… de la una y de la otra, para llegar a donde llegó en apenas 39 de años que tuvo de vida. Oriundo de Mazatlán (los pequeños cuartos de la modesta casa natal en la calle de Constitución, son un museo tan sencillo como él… pero donde se encuentra la manta de Tizoc o la bata de Pepe el Toro), creció en Guamuchil y sólo pudo estudiar hasta cuarto de primaria; luego a trabajar de niño mandadero o de ayudante de carpintero.

La manta de 'Tizoc'
La bata de ‘Pepe El Toro’

A los 16, con Delfino, su padre -músico… bajista- conforma la orquesta La rabia. Luego otra orquesta más importante se lo lleva a Culiacán… y ahí el amor por una mujer para él prohibida (de la alta sociedad, mayor, quizá casada o por casarse) lo lleva a huir con ella a la ciudad de México para rentar un cuartito en la calle de Ayuntamiento 41.

Sin el impulso de María Luisa León, no tendríamos historia para contar. Recién llegados a México. 1939

Llega con boleros bajo el brazo. El visionario director musical de la XEW, Amado Guzmán, le hace una prueba: “Mejor regrésate a tu tierra y búscate un trabajo de carpintero”. Luego en la XEB se pone nervioso cuando buscando la primera oportunidad canta Consentida de Alfredo Núñez de Borbón (“Llevo tantas penas en el almaaaa / que al mirarte a ti nunca pensééé… “). Pero a la segunda se avienta Nocturnal de los Josés Mojica y Sabre Marroquín (“A través de las palmas / que duermen tranquilas / la luna de plata se arrulla / en el maaaar, tropicaaaal / Y mis brazos se extienden hambrientos / en busca de tiiii…”). Tres pesos por programa… y la gran oportunidad de comer, poco, tres veces al día; o por lo menos, dos. Toca con la orquesta de Joaquín Pardavé… quien arreglará que lo sienten como extra en un lejano y oscuro rincón dentro de la cinta Un burro y tres baturros (1939), que protagonizan el propio Pardavé, Sara García y Carlos Orellana. Tres grandes monstruos, que un día serían reparto de Infante.

Inicios. Dirigido en la XEB por Joaquín Pardavé

Luego participa en dos cortometrajes… El organillero (1939) y como director de orquesta en Puedes irte de mí (1940). Para completar la chuleta, hace cabaret en el Waikikí, frente al Excélsior. Un cuate suyo, mesero, le organiza un palomazo en el exclusivísimo Salón Maya del Hotel Reforma. El dueño le ofrece ¡100 pesos diarios! A comer con manteca… y compulsivamente.

En 1942. Necesitan un cantante para la cinta La feria de las flores, con Antonio Badú. Manuel Esperón lo escucha… le encuentra mil defectos, pero lo aprueba. Pronto, el propio Esperón lo educará, le explicará, lo cuidará, lo bordará y lo llevará a las nubes como ídolo musical. Llega a grabar más de 300 canciones. Amorcito Corazón, Nocturnal, No me platiques, Cien Años, Grito prisionero, Dios nunca muere, El gavilán pollero, Cucurrucucú Paloma, Luna de octubre, ¿Qué te ha dado esa mujer?, Historia de una amor, Maldita sea mi suerte, El piojo y la pulga, Yo soy quien soy, Las mañanitas… y otras 290 que también nos sabemos.


El arranque cinematográfico es malo… o las películas no son buenas o él está infame. Hasta que lo encuentra Ismael Rodríguez. Tras varias cintas, en 1946 logran Los tres García… ¡es el primer gran campanazo! La dupla Rodríguez-Infante sólo hará 16 de las 61 películas que filmó este último… pero 16 determinantes: Nosotros los pobres / Ustedes los ricos (1947) con Blanca Estela Pavón y Los tres huastecos (1948)… alarde de tecnología para la época haciendo tres papeles a cuadro y con la misma Blanca Estela como su compañera perfecta… la cereza la pone en el pastel la presencia de Ma. Eugenia Llamas La Tucita, hasta ahora, la más encantadora niña que ha tenido el cine mexicano. Le siguen La oveja negra y No desearás la mujer de tu hijo, donde Infante comprueba que se ha graduado como actor, en aquél mano a mano frente al espejo con Fernando Soler (“¡… mírese, mírese de una vez tal cual es, apá!”).

Con Sara García, Abel Salazar y Víctor Manuel Mendoza en ‘Los Tres García’
Luis Antonio en ‘Los Tres García’

A toda máquina y Qué te ha dado esa mujer (1951) a lado de Luis Aguilar; o Pepe el Toro (1953), Dos tipos de cuidado (1953), donde se logró por vez única reunirlo en un mano a mano con Jorge Negrete. Remataron con Tizoc (1956)… Pedro se ganó el Oso de Plata de Berlín, compitiendo contra Marlon Brando (por La casa de té de la luna de agosto) y contra Henry Fonda (por 12 hombres en pugna); pero no se enteró. La premiación fue unos días después del avionazo. El oso se le entregó a su madre… ella a su vez lo puso sobre las manos de Ismael Rodríguez y éste lo tuvo a la vista de sus ojos, hasta el final de sus días, en 2004.

Ismael Rodríguez dirigiendo a Luis Aguilar y Pedro Infante en ‘ATM’
Ismael dirigiendo a Jorge Negrete y Pedro Infante. ‘Dos Tipos de Cuidado’
Pepe El Toro

El Oso de Plata de Berlín

Pedro Infante filma también bajo la batuta de otros directores importantes… que le eran fundamentales para contenerlo, pues dentro de su naturalidad, decía Ismael que siempre tendía a sobreactuar… había que saber moderarlo para lograr esa naturalidad que al final se lograron, casi siempre: Miguel Zacarías, el Indio Fernández, Pardavé, Roberto Rodríguez, Rafael Baledón, Julián Soler o Rogelio A. González. Con este último luce especialmente en dramas estrujantes como Un rincón cerca del cielo o en comedias memorables como El mil amores con Rosita Quintana y Joaquín Pardavé o la imperdible Escuela de vagabundos con Miroslava, Óscar Pulido, Óscar Ortiz de Pinedo, Anabel Gutiérrez y Blanca de Castejón.

Fuera del set no había guion que Pedro Infante respetara. Su salud no era buena. El voraz apetito que tanta gracia hacía a unos, tenía que ver con la diabetes descontrolada que padeció durante mucho tiempo. En tanto que para la prensa carroñera, poco a poco se fue convirtiendo en la primera gran figura de los grandes escándalos.

El primer avionazo se lo da empecinándose en volar de noche. Hace que le formen carros con las luces prendidas sobre la pista para salir de Culiacán… no alcanza a despegar y se estrella en unos matorrales. Nomás se abre la barbilla. Su única esposa, María Luisa León, va perdiendo la paciencia. Segundo avionazo: en Mayo del 49, sale de Acapulco y se estrella en Zitácuaro… se descubre que el actor iba con la bailarina Lupita Torrentera (con la que llega a tener tres 3 hijos… la mayor, Graciela, muere al 1 año por polio). Tras el accidente él queda con el cráneo fracturado y ella con lesiones menos graves… los salva el neurocirujano Manuel Velasco Suárez; dos años después, éste lo reopera y le implanta a Pedro un placa de titanio. En 1951, mientras filmaba El enamorado en Tetecala, Morelos… las autoridades locales le ayudan a falsificar la firma de María Luisa León y le inician el trámite de un acta de divorcio. En 1953, se casa en Mérida -su refugio- con la bella Irma Dorantes. La Torrentera rompe con él y la demanda de María Luisa para anular el matrimonio con Irma no se deja esperar. Infante había llegado a ese punto en donde ‘si todo se puede… todo se vale’.

El segundo avionazo fue el principio de los escándalos

Desprendido en lo material… generoso sin límites, simultáneamente era un tipo entrañable. Cínico, pero no ingrato. Se hacía cargo de 50 familiares. Comía sentado en la tierra casi todos los días con los albañiles que le construían su mansión en el km 18.5 de la carretera a Toluca, que entregaba juguetes cada 6 enero a los cientos de niños pobres que se formaban cada año por centeneras afuera de su casa… que como peluquero aficionado, pelaba a toda la gente de los poblados cercanos que se lo solicitaran… que hacía funciones caridad para restaurar templos de pequeños poblados o que se aventaba 30 horas de maratón en la tele para restaurar la Basílica de Guadalupe.

Comía en el piso con sus trabajadores

Cada 6 de enero… un regalo a la puerta de su casa para los niños pobres

Lupita Torrentera le permite llevarse a sus hijos Pedro y Lupita a pasar unos días con él en su casa de Mérida, a finales de marzo de 1957. Milagrosamente los pide de regreso el 12 de abril y él los manda en avión comercial con su hermano José Infante. Paralelamente Irma Dorantes le habla diario… el 9 de abril se anuncia la resolución de la Suprema Corte anulando su matrimonio. La prensa la asedia. Está sola y desesperada. Comienza la Semana Santa y Pedro, presionado, no consigue vuelo de línea. Negocia que le ceda su lugar un piloto de la empresa de carga Tamsa, en un vuelo carguero que transportaría 5 toneladas de pescado… le urge llegar a México. Su compadre y amigo, el piloto Víctor Manuel Vidal va como capitán… Infante es el copiloto. Los acompaña un mecánico. Diez minutos después de despegar, se desploma el avión sobre el patio de una casa en la calle 54 de Mérida. Todo estalla. No hay sobrevivientes. Sólo lo reconocen por una esclava de oro que portaba con su nombre. Y por aquella placa de platino. Conmoción total. México, todo, se cimbra. Y llora.

Nunca se ha vuelto a ver una despedida así.

Tras velarlo en su casa de Mérida, al día siguiente trasladan los restos de sus restos carbonizados… que miden 80 centímetros y pesan 30 kilos. Los ríos de gente en las calles, los funerales y el sepelio en el Panteón Jardín son desbordados. Como no ha vuelto a haber. Las imágenes siguen siendo impresionantes. “¡Pedro Infante no ha muerto!”… es la frase espontánea que surgió desde ese día como una bandera que no ha dejado de ondearse.

En la narración que hace Arturo de Córdova en un documental al respecto, dice ante las imágenes: “Parece ser que ésta es una muerte que duele más que otras muertes”.

Hombre común en la pantalla y en su propia existencia, sencillo, instintivo y en la primera oportunidad, temerario. Con tan buena suerte, que nunca le pasó nada… como suele suceder, salvo la última vez.

Aquel 15 de abril… en que Pedro Infante se desplomó. Desde su cumbre.


@diazbarriga1


Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS