'Made in México'… Llega Plácido Domingo a los 80

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

Ciudad de México /

Nunca… nunca subestimen a un corista rocanrolero que vean zamparse dos de pavo -“con todo”- en las todavía existentes ‘Tortas Biarritz’ de Insurgentes. Porque no se sabe adónde puede llegar.

Por lo pronto, Plácido Domingo llega esta semana a los 80 años de edad. Personaje del mundo, traerá bordada con hilo de recuerdos, una etiqueta que diga ‘Made in México’.

Considerando los datos duros, pues parece ser que estamos en condiciones de confirmar que nació ‘por accidente’ en España… en la calle de Ibiza #34 del barrio de Sala-manca en Madrid, donde preventivamente atornillaron desde 1970 una placa que dice “Plácido Domingo nació en esta casa el 21 de enero de 1941”.

El barítono Plácido Domingo Ferrer y la soprano Pepita Embil, sus padres

Cuando tenía 6 años, sus padres -el barítono Plácido Domingo Ferrer y la soprano Pepita Embil, cantantes de Zarzuela-, partieron a una larga gira por Puerto Rico, Cuba y México, donde dos años después decidieron afincarse y echar raíces (… por cierto, este reportero fue testigo del día que el tenor sembró dos laureles a su memoria en los jardines del Hospital Español, y que ahí estarán. Bien regados. Seguro). Mandaron entonces traer a sus dos pequeños hijos, Plácido y María José, que todo ese tiempo habían quedado al cuidado de la tía Agustina. El 18 de diciembre de 1948 abordaron en el puerto de Cádiz un enorme trasatlántico llamado el ‘Marqués de Comillas’. Luego de un mes exacto de travesía, el 18 de enero de 1949, desembarcaron en el puerto de Veracruz. Tres días después, Plácido apagaba 8 diminutas velas en su pastel.

En el querer ser, había dos opciones: futbolista o torero. En la vida real, hizo la secundaria en el Instituto México y de ahí a los 14 años entra a estudiar piano y dirección de orquesta en el Conservatorio Nacional de Música (cuyo auditorio al aire libre, hoy lleva su nombre).

Aficionado desde niño, quiso ser torero.

En 1957, a los 16 años se casa a escondidas de sus padres con Ana María Guerra Cué, una estudiante de piano dos años mayor que él. A los 17 tiene un hijo con ella y a los 18 se divorcia. Desde un principio, la situación lo obliga a buscar ingresos. Son los tiempos poco conocidos de sus chambas acompañando cantantes en un cabaret de buena vida y mala muerte que se llamaba El burro -donde lo tenían de contrabando, ya que era menor de edad-; o como arreglista y corista de los ‘Black Jeans’, donde hacía la segunda voz al vocalista de la banda rocanrolera… que era César Costa. Luego le hace arreglos y coros a Enrique Guzmán en temas, por ejemplo, como aquel de Tu cabeza en mi hombro (… pregúntenle al propio maestro Domingo los puristas del mundo del bel canto, si no me quieren creer. Él cuenta muy simpáticamente toda esta etapa).

En 1959, Manolo Fábregas lo acepta como asistente de dirección musical (a cargo de Mario Ruiz Armengol) para que pruebe al piano a los cantantes que conformará la puesta de Mi bella dama en el Palacio de Bellas Artes y en el Teatro Esperanza Iris… donde además, para desquitar el sueldo, durante las 185 representaciones que duró la temporada, tiene que aparecer cada noche en el escenario con el muy menor papelito de un vago. Luego una joven actriz Evangelina Elizondo (Mamá Elena) se lo lleva un tiempo a trabajar en la puesta de La viuda alegre.

Agarró papel de vago, en ‘Mi Bella Dama’ -a la derecha-

Finalmente debuta junto a su madre, Pepita Embil, como barítono el 12 de mayo de 1959 en el bellísimo Teatro Degollado de Guadalajara, haciendo el papel de Pascual en la zarzuela Marina. Y dos años después, el 19 de mayo de 1961, debuta como tenor haciendo el papel del Alfredo de La Traviata en el teatro 'María Tereza Montoya’, de Monterrey.

En escena con su madre, Pepita Embil.

Contrae nuevas nupcias en 1962 con la soprano veracruzana Marta Ornelas -su compañera y ángel guardián de toda la vida- y se van dos años a Israel, contratados por la Ópera Nacional Hebrea, donde cada uno gana 16 dólares por actuación… ya revalorados por los empresarios, les suben a 40 dólares. Ya revalorados por sí mismos, se van. A Nueva York. Y de ahí a las nubes. Hasta la fecha.

Impactante su Nessum Dorma -que nadie duerma-, de Puccini

Hoy su nombre está inscrito en la lista de los 10 principales tenores de quienes se tenga registro, tomando como punto de partida -para no irnos muy lejos- la era del hielo. Y ha conseguido más que todos ellos en sus aportaciones al mundo de la ópera.

En cifras, es algo impresionante… en principio por lo extenso de su carrera, pero también por su capacidad de trabajo. Nada más para hacer un breve contraste… Enrico Caruso (¿para que se muere a los 48 años?) tuvo 832 actuaciones y realizó 57 papeles distintos. Plácido Domingo ya sobrepasa las 4 mil actuaciones y los 150 papeles diferentes. Tiene 100 grabaciones de óperas completas, independientes a sus grabaciones de arias, canciones napolitanas, duetos, discos de música ranchera o con canciones de Cri Cri. Suma 12 premios Grammy. Ha dirigido 500 puestas de ópera y conciertos sinfónicos.

La marca por el aplauso más largo de la historia, la tenía el gran Luciano Pavarotti, que se lo había llevado el 24 de febrero de 1968 tras su interpretación de El elixir del amor (de Donizetti): ¡duró 67 minutos! El 30 de julio de 1991, Plácido Domingo hizo a un apoteósico Otello en la Ópera de Viena. Lo hicieron salir al escenario 101 veces para recibir una ovación que duró… 81 minutos. Y desde entonces, nadie lo ha superado.

Su 'Otello'.

Y es mucho lo que ha hecho fomentando el género con el concurso Operalia que promueve y dirige desde 1993, lanzando nuevos talentos. Y no se diga aquella enorme y extendida ola que por 17 años popularizó el tema de la ópera y en la que participó al lado de José Carreras y el citado Pavarotti con el espectáculo de Los tres tenores… lo iniciaron en el marco de la Copa Mundial de Futbol Italia 1990 y duró hasta que un cáncer de páncreas se llevó al divo italiano en 2007.

Llegaron a millones y millones de espectadores. Los tres tenores

Al citar el nombre de Plácido Domingo, a varias generaciones de mexicanos nos rebota la imagen de un hombre con varios días sin bañarse, desaliñado, sin rasurar... con un tapabocas a media barbilla, con un pico o una pala... levantando escombros en Tlatelolco, cargando camillas. Desencajado. Exponiendo al polvo su todo... para el caso, su garganta: tragando tierra.

El 21 de septiembre de 1985, dos días después del primero de los dos terremotos, aterrizaba proveniente de España para intentar rescatar a sus tíos, su primo y un pequeño sobrino, cuyos cadáveres aparecieron poco después entre los residuos de lo que fue el multifamiliar Nuevo León, en Tlatelolco. El tenor no se fue. Trabajó sin descanso días y noches ayudando a los que todavía tenían una esperanza por encontrar a los suyos.

Con un trozo de papel arrugado en la mano, concedía una entrevista al “Toby” Pérez Verduzco, veterano reportero de 24 Horas, pidiendo mascarillas, lonas para improvisar escuelas en el barrio de Tepito, sierras para cortar varilla, clavos de 4 pulgadas o bolsas negras para cadáveres.

Se asumió como vocero, sabiendo que sería escuchado: “Las noches son eternas acá y los voluntarios son cada vez menos... vengan por favor a ayudar, aunque sea una horas”, clamaba. Doce años después, en 1997, azotó nuestras costas el mortífero huracán “Paulina”. Devastó las zonas más pobres de Acapulco, quedaron centenares de muertos. También quedaron después varios conciertos de beneficencia y algunos miles de hombres y mujeres, con techos construidos por el cantante. Lo recuerdo en estos tiempos, en que lo correcto y lo justo es la desmemoria. No me disculpo (… perdón por esto último).

Este tenor dramático que desde 2009 ha cambiado su registro para interpretar mayoritariamente personajes como barítono, y así alargar su carrera… la ha llevado al punto donde este próximo 24 de enero canta en Viena el Nabuco y dirige La Bohemia el 12 de febrero en el Teatro Bolshoi de Moscú.

Será porque mantiene la superstición de mandar poner claveles blancos en cada función o porque le siga rezando, como él platica que le reza a San Blas… el patrono de las enfermedades de la garganta. En tanto Plácido Domingo ¡es el santo al que le reza su equipo!: el Real Madrid.

Su otra pasión, el futbol… del Real Madrid.

Que en estos 80 sepa que por acá se le recuerda siempre… por el 85, por Paulina, al pasar por la casa de infancia y adolescencia que él evoca en el viejo y hermoso ‘Edificio Condesa’ de la calle de Mazatlán, al verlo una y otra vez -magistral- en la película Otelo que le dirigió ZEFFIRELLI… o al pedir dos de pavo -con todo- en las ‘Tortas Biarritz’.

@diazbarriga1


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