Si no existiera Mafalda... habría que inventar a Quino

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

México /

Para muchos sesenteros... setenteros, la máxima juvenil de lucha, la dio el Ché Guevara... "¡Hasta la victoria siempre!". Algunos pocos o no tan pocos, la encontramos en el título de un libro de Quino editado en el 72: "¡A mí no me grite!" (¿... pus cada quien sus banderas, no?).


Ni era el padre de Mafalda ni ésta era su hija. Mafalda era Quino en todo su pensamiento: "Y si en vez de planear tanto... voláramos un poco más alto?" Cuarenta años antes de estos tiempos pasajeros 'de menos de 140 caracteres'... en menos de 140 caracteres, Quino ponía en boca una niña de 6 años algo perdurable: "Como siempre... apenas pone uno los pies en la Tierra, se acaba la diversión". Podía ser terapéutico ante los miedos sembrados para sobrevivir: "No le abras a nadie", ordena la mamá. "¿... y si es la felicidad?", cuestiona.

Sobre lo que enseña una escuela cualquiera: "Yo confío, tú confías, él confía, nosotros confiamos, vosotros confiáis… qué manga de ingenuos ¿no?". Para la clase de filosofía rápida: «Si vivir es durar, prefiero una canción de los Beatles a un Long Play de los Boston Pops». El señalamiento a los adultos y especialmente a los papás, lo hacía dirigiéndose con gran astucia a su hermanito menor: «Tan chiquito... y ya dice incongruencias».

Observó que los gobernantes de todo el orbe estaban, están y estarán cortados por la misma tijera, cuando dijo muy argentinamente: "Y claro, el drama de ser presidente es que si uno se pone a resolver los problemas de Estado, no lo queda tiempo para gobernar". Ya entrados en gastos, ni modo de no cuestionar a Dios: "Está bien que nos hayas hecho de barro, pero... ¿por qué no nos sacás un poquito del pantano?"

La muerte de Joaquín Salvador Lavado a los 88 años de edad ha producido el muy feliz paseo por su legado en todo el planeta... en los más de 30 idiomas a que fue traducida Mafalda, su obra principal. Tan permanente, como la abrazada escultura, verde y pequeña... sentada sobre la banca en la bella placita central del barrio de San Telmo, en Buenos Aires. Más visitada y acariciada que las del general libertador José de San Martin, hasta hace algún tiempo, el principal héroe nacional de Argentina. Simboliza algo... simboliza mucho... simboliza todo. Por lo menos algo, mucho o todo de lo que tiene sentido.

A Quino, argentino literalmente universal, le fue otorgado en 2014 el premio Príncipe de Asturias... un Nobel para las letras hispanas. Era un pensador que usaba el humor como una de sus otras varias herramientas: la ironía agridulce, la inconformidad y la indignación... la ilusión, la libertad y la ternura.

Fue un gran dibujante de trazos sencillos, que a pie de tierra lograban cercanía. Pero que contaban con un discurso profundo, para volar lejos.

Mucho se ha repasado en estos días, los otros personajes importantes (Felipe, Susanita, Manolito, Libertad, Miguelito, Guille, la mamá, el papá) que eran utilizados para confrontar la avaricia, la estupidez, la mediocridad... o la sed de justicia; es decir, la utopía.

A través de Mafalda rechazó dos elementos radicalmente. Uno, la televisión (como hoy serían los celulares cual cauce de las redes sociales): representaba la manipulación en masa. Vigente. Y lo otro era la maldita sopa... que era y sigue siendo, la imposición: "¿Pero por qué siempre sopa, mamá... por qué? Si nosotras nos queremos. Si tú sientes amor por mí y yo siento amor por ti, ¿por qué arriesgarse a que naufrague nuestro afecto?"

Quino era un pesimista profesional de tiempo completo en su mejor definición... es decir, era un optimista documentado. E hizo las cosas de modo que cualquier censor, al momento de serlo, se convirtiera en el tonto de la tira.

Entendió un mundo que vivía y vive a mitades, entre la creación del agua tibia y la invención del hilo negro. Él se anduvo por la vereda del sentido común. Donde nunca hay competencia.

Ni en Mafalda ni en sus trabajos posteriores (Humano se nace, La Aventura de comer, Sí... cariño, Simplemente Quino), perdió sus dos ejes cruciales: la dignidad y el compromiso a defenderla.

Tuvo en 1964 el valor (como valía) de darle el protagonismo a una mujer, menor de edad, como ser pensante y libre a la que no se le podía prohibir, que exigía respeto y a la que no se le podía dar por respuesta un '¡... porque no!' En uno de sus cartones más duros, a propósito, presenta a Raquel agobiada... lavando ropa. Y se tira a matar: "¿Mamá, que te gustaría ser si vivieras?"

La producción real de Mafalda duró muy poco: 9 años. De manera que pronto se convirtió en un elemento retro... es decir, en algo valioso para recuperar por quienes la disfrutaron 'en vivo' y para las nuevas generaciones. Del 29 de septiembre de 1964 al 25 de julio de 1973 se publicaron 1,928 tiras... 'y se acabó', dijo Quino, cuando en una crisis de ideas... y en un apogeo de honestidad, se rehusó a la trampa de repetirse, que era lo más fácil y lo más redituable.

Quino, que daba pistas para que los demás intentaran librarla, entendió la forma de salvarse a sí mismo. Como los buenos jugadores de póker... supo pararse a tiempo de la mesa. En la que los demás seguimos apostando.

"Nunca falta alguien que sobra", dice Mafalda. Esta vez no es el caso.

@diazbarriga1

Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS