Decía aquel gran gran actor y director de teatro y cine italiano, Vittorio Gassman (busquen su versión de Perfume de mujer haciendo al coronel ciego que muchos años después haría Al Pacino) que la principal cualidad que debe tener una actriz o un actor es la de “siempre saberse adaptar a la temperatura del momento”.
Nacido el 22 de febrero de 1941, Rafael Inclán cumple 80 años… 80 años… 80 años, con todo ese empaque que muy pocos actores tienen para hacer, como más pocos, el papel que le pongan.
Personaje de nuestra cultura popular… asegún el diccionario de la Real Academia Española: “que pertenece al pueblo, que tiene su origen en él, que está al alcance de la gente con menos recursos económicos o menos desarrollo cultural”. Y sí , Inclán tiene tatuada en la frente la M del ‘Mofles’… sí, pero que es también la M de Moliere. Ya hablaremos de ello.
Es hijo, primo, sobrino, nieto o sobrino nieto de una y de otro y de otra y de otro. Elemento de una numerosa dinastía que siempre brilló en el noble oficio de la repartición de la alegría ambulante.
El patriarca de su familia fue aquel villano único de nuestro cine en blanco y negro… Miguel Inclán, recordado, por ejemplo, como ‘Don Pilar, el mariguano’ en aquella imborrable escena de ‘Nosotros los pobres’ donde desquiciado grita con su característica voz aguardientosa aquello de “¡… cieeeeerra los ooojos, cieeerrra los ooojos malditaaa, cieeeerra los ooojos!” antes de ponerle una golpiza a la paralítica madre de Pepe el toro’ O como Lupe López, el policía del barrio enamorado de Meche, la prostituta (Marga López) en Salón México. O como el ciego libidinoso de ‘Los olvidados’, bajo la dirección de Buñuel.
A su vez, don Miguel era hermano de Lupe Inclán -la abuela del cumpleañero- que con orígenes de carpa, como todos ellos, participó con papeles cómicos y de soporte en toda la época de oro del cine mexicano-. Rafa también es sobrino de la actriz Lilí Inclán, casada con Raúl El Chato Padilla (Jaimito el cartero en el Chavo del Ocho) y estos últimos padres de su primo el Chóforo… como también es primo del comediante Alfonso Zayas Inclán, quien lo llevó a la televisión.
En la línea más directa de todas, Rafael Inclán es hijo de un conocido bailarín de tap en las carpas, Alfonso Jiménez El kilómetro. Y su madre fue Gloria Alicia Inclán, quien cantaba en un dueto conformado con su hermana Elena y jamás dejó los escenarios. Todavía los reporteros que cubríamos teatro en 1991, la alcanzamos a ver en El foro de la Conchita en el mero centro de Coyoacán, haciendo la obra Escarabajos de Hugo Argüelles. Murió en 1993, cuando ensayaba con Diana Bracho y Jesús Ochoa, ‘Entre Pancho Villa y una mujer desnuda’, que ya no alcanzó a estrenar.
Rodeado de ese mundo, Rafael Inclán comenzó ayudando a la familia en lo que se necesitara… por ejemplo en alguna compañía rodante que armó su tío el Chato Padilla, Zayas iba de electricista y él de taquillero. Pero su verdadera formación inicial escénica se da trabajando en 1964 y 1965 con el prestigiado Luis G. Basurto, en una empresa teatral que recorrió el país montando 30 obras de dramaturgos mexicanos.
A grandes zancadas: luego vienen las primeras incursiones al cine, primero como vendedor de biblias enamorado de una prosti en la cinta Las Golfas… papel que ya hacía en la versión original de teatro. Luego un papelillo en Los juniors (1970). Pero no se gusta a sí mismo en la pantalla. Lo hace mal. Básicamente porque nadie lo dirige.
En el futbolístico 1970 comienza a tener éxito con un espectáculo carpero-cabaretero que se llamó Las Ficheras del Mundial. El productor Guillermo Calderón decide explotar eso como género… actualizando el ya perdido cine de cabareteras y rumberas de los años 40 y 50. Ahora, menos ropa, más groserías y en vez de ‘padrotes’, cómicos. Durante más de 20 años corren ríos de gente a las inmensas salas de cine. Y ríos de dinero que bañan a todos.
Ahí surgen y/o se confirman y/o hacen su agosto: Zayas, Lalo el Mimo, el Caballo Rojas, el Flaco Ibáñez, Chatanuga, Víctor Manuel el güero Castro, César Bono… con galanes como Andrés García o Jorge Rivero. Carmen Salinas aparece en todas. Y las estrellas femeninas son Maribel Guardia, Angélica Chaín, Lyn May, Lina Santos, Maribel Fernández La pelangocha, la bellísima Leticia Perdigón y la más impactante de todas, Sasha Montenegro… que de ahí se mudó, políticamente correcta, a la casa de José López Portillo, ya ex presidente de la República, al que mucho tiempo después terminó pidiéndole un valioso autógrafo. Sobre un acta matrimonial.
Títulos de la época: La pulquería, Las cariñosas, el Pájaro con suelas, Los verduleros, Los lavanderos, Buenas y con… movidas, Los maestros del amor, Los gatos de las azoteas, etc.
Entre 70 u 80 cintas, Inclán en realidad hace unas cuantas de ficheras-ficheras… como aquella de ‘Bellas de noche’ en donde le asignan el papel de El movidas… y cuyo personaje se hizo famoso con su único diálogo. Cada que alguien le gritaba “¡Movidas!”, él tenía que responder “¡movidas tienes las… !” (pónganle ustedes la palabra que falta para completar la oración, por favor).
Entre la picaresca mexicana, ya en los años 80 lo que lo consolidó con el gran público fue una espaciada saga de 4 películas con el personaje de aquel mecánico llamado el Mofles. También le quedó el sello de El ayates por La pulquería o aquella marca que lo etiquetó en cada rincón del país con Emanuelo… en alusión tercermundista a aquella internacional saga erótica setentera de Emanuelle que protagonizaba la holandesa Sylvia Kristel.
Para los conocedores, para los cineastas formales y para las buenas conciencias, era cine para verse con malos ojos. Pero hubo millones y millones y millones de malos ojos, que se deleitaron a mandíbula batiente. Para cerrar este tema, digamos que no hay nada mejor que la respuesta que le dio Inclán al cineasta y crítico Silvestre López Portillo, cuando éste un día le preguntó por su epitafio, ése que dirá: “Señor, yo nomás actué… yo no las escribí”.
Para cuando toda esa industria se agotó, Inclán era el que tenía la más fina madera para hacer otras cosas realmente importantes. Ésas de las que aquel público masivo de los albures y las enueratrices, sensatamente, no se ocupó nunca.
Pero hay que ver su otro cine. Es un profesional en El héroe desconocido y con María Elena Velasco la India María en La hija de Moctezuma, haciendo al emperador con sus diálogos en náhuatl. El tragicómico, es el género en el que mejor se desenvuelve. Sólo Resortes, tenía como él ese innegable poder del cómico que convence como trágico. No es gratuito que haya puesto sus ojos en Inclán, Arturo Ripstein, para incluirlo en tres cintas: El evangelio de las maravillas, El coronel no tiene quien le escriba y La perdición de los hombres… esta última, del año 2000 y quizá su cúspide ante una cámara; independientemente de que en 2004 se haya llevado, merecidísimo, el Ariel al mejor actor de este país por Nicotina… para quienes no lo sepan.
Entremezcladas hay una veintena de telenovelas que comienzan con Vivir un poco (1985) y llegan a Mi marido tiene familia, con un crédito que dice: ‘primer actor’.
Hay una catálogo de teatro hecho por Rafael Inclán que no se puede pasar por alto, si queremos hablar de él como se merece, seriamente. De hacer a Cervantes en el Politécnico Nacional pasó a hacer teatro dirigido por Luis G. Basurto, decíamos. Sorprendió al público en Los pepenadores… se descubrió a otro Inclán en las pastorelas de Miguel Sabido, pero en 1991 se ganó el respeto permanente que en el gremio se le tiene, con El Avaro de Moliere, dirigido por José Solé (repuesto en 2007)
Su estatura se ratificó cuando hizo a lado de Ignacio López Tarso en 2011 La Tempestad, de Shakespeare. Ovaciones de pie. Las mismas que le brindaba un público distinto, una década atrás en el Teatro Blanquita cuando hacía el antiguo sketch del piano con el güero Castro (“suban el piano… bajen el piano”). Piporro, el Loco Valdés y Alejandro Suárez, salían de sus camerinos cada función, semanas y semanas, nomás para emocionarse entre telones y señalar que Inclán estaba a la altura de Manuel Medel, el antiguo ejecutor de aquel número. Más para acá, su categoría sobre el escenario ha sido premiada y celebrada con Made in México.
Como regalo con gran moño de cumpleaños al querido ochentero, dejo acá lo que escribió el dramaturgo y crítico teatral Rafael Solana -inolvidable Maestro- ante la citada puesta de ‘El avaro’ en el 91.
“Artista buenísimo, inimaginado (pero ya vemos que no inimaginable). Si no fueran los nombres ilustres de Molière y de Solé suficientes para acreditar la buena calidad del soberbio espectáculo, bastaría la actuación de Rafael Inclán… no deja transparentar Rafael el género del que ha nacido, y en el que ha respirado, que es el que ha practicado siempre toda su familia, o casi toda y casi siempre. Es a la vez otro, más fino, más trascendente… Molière mismo, que es director y actor, además de intérprete de sus comedias, habría estado encantado de encontrar un artista que con tal encanto se posesionara de su personaje, y mucho habría aprendido de este actor para cuando él mismo interpretara este papel”.
Siempre adaptado a la temperatura del momento… que Rafael Inclán conserve por su oficio esa calentura que se hizo fiebre. Que no la pierda jamás. Hoy que se cumplen 80 años… que en su caso, no son de vida. Son de fiesta.