Ojalá alcance la memoria para recordar siempre lo que Roberto Cantoral hizo por la música en México… y que va mucho más allá de sus bellas canciones. Indispensables, como él.
Nació el 7 de junio de 1930. Fue un personaje único… sin pudor supo irse construyendo a sí mismo como tal. Estrafalario en su apariencia… a más no poder; notablemente sencillo en su trato y en su conversación. A más no poder.
Lo recuerdo, como todos, con una colorida bufanda de seda cayendo sobre sus hombros, combinada con un pañuelo de la misma tela en la solapa… y rematando con una corbata todavía más extravagante que la bufanda y el pañuelo juntos… su cabello perfectamente teñido de blanco blanquísimo a los costados y de ‘negro oscuro’ al centro. Nuestro Liberace más puro… sin piano… con guitarra.
Literalmente, espectacular anfitrión cada 15 de enero en la concurridísima comida del Día del Compositor, gremio que lideró desde 1982 hasta su muerte en 2010. En las mesas estaban sentadas todas esas canciones que unen y conforman en su alma a un país, con mayor fuerza y trascendencia que todas sus leyes.
Observar a Cantoral -siempre al lado de su hermano y brazo fuerte, Armando Manzanero- era inevitable. Al paso de los años y de mucho trabajo político, se había convertido a la sociedad sindical, aquel romántico velero, en un poderoso trasatlántico que ahora cruzaba cualquier mar con autores y compositores que cobraban al fin, como si fueran lo que eran: el punto de origen en la industria de la música. Sin ellos, nada.
Éste es el impresionante mural del artista Luis Carreño, que está en la Sociedad de Compositores de México y plasma el papel que tuvieron Roberto Cantoral (al centro) y Armando Manzanero (siempre a su lado).
Armando Manzanero, Roberto Cantoral, Tomás Méndez y Juan Gabriel. Asamblea de votaciones en la Sociedad de Autores y Compositores de México.
Cantoral logró reformas a la ley como la protección patrimonial de los derechos para la familia de los autores, 100 años después de su muerte… y a muchos les recuperó la paternidad de su obra, acabando con los leoninos contratos de cesión de derechos a perpetuidad que en otros tiempos les habían hecho firmar. Por eso les digo que fue mucho, pero mucho más que sus canciones; varias de ellas, de por sí, infinitas.
No era así nada más el autor de El reloj… bolero que tanto brilló en todo el mundo y en la cuadra de su calle. Lo convirtió en ese punto de turismo urbano y popular que sigue siendo, al mandar grabar la partitura del primer párrafo en la puerta de una casa que cantaba.
La puerta de su casa… ahí sigue la partitura de ‘El reloj’.
"¿Sabes llegar a la colonia Lindavista?… nomás buscas la esquina de Managua y Buenavista y si te gustan los boleros, vas a encontrar el timbre", me dijo el día que me citó para aquella entrevista en que contaba de su manía por escribir el arranque de sus canciones en cualquier servilleta o de la inspiración que le surgió para tantos temas más en aquel lugar "a donde el rey va solo".
Ya era el hombre consagrado que narraba con emoción su nacencia en Ciudad Madero, Tamaulipas… y los inicios en 1950 con su hermano Antonio, formando el Dueto Cantoral… que debutó en el mejor escenario posible: en los camiones. Con el mejor público: el pueblo. Ahí, de ruta en ruta, resonaban sus primeras creaciones… un par de huapangos con sabor al terruño: El crucifijo de piedra y El preso número 9… célebre años después en la voz del Trío Calaveras, de Chavela Vargas y del brasileño Nelson Ned.
Impecable interpretación de ‘El preso número 9’ con Chavela Vargas
A grandes zancadas… un par de años después, en 1952, Cantoral forma Los tres caballeros junto con el acapulqueño Leonel Gálvez -una voz excepcional- y con el gran Benjamín Chamín Correa. Tardan unos años en prender, pero en 1956 dan el campanazo con El reloj y con La barca ("Dicen que la distancia es el olvidooo / pero yo no concibo esa razón…"). De ahí a las nubes.
Formó ‘Los tres caballeros’ con Leonel Gálvez y Chamín Correa en 1952.
Inédito video casero de Leonel Gálvez, primera voz de ‘Los tres caballeros’, cantando el tema ‘Me odio’, de Cantoral.
Los tres caballeros se distinguieron por ciertas características, en un mercado de tríos dominado por Los Panchos, Los Ases o Los Diamantes: tenían un sonido propio en su manera de armonizar las voces y el requinto de Chamín era, en comparación, mucho más vigoroso. La formación original duró apenas hasta 1960 y en esos pocos años grabaron sólo unas 80 canciones, de las cuales 49 eran autoría de Roberto Cantoral… ahí surgieron, entre las más conocidas, Noche no te vayas, Tu condena ("Te acuerdas que dijiste aquella noche, que sólo para mí sería tu amoooor…"), Chamaca, y desde luego dos que son quizá las más bellas: Me odio ("Me odio por cobardeeee / por no tener valor para olvidarteeee / porque te quiero aunque debiera odiarte / porque no vivo, si no estás en mííí"); y la más bella de las más bellas… Regálame esta noche ("No quiero que te vayas / la noche está muy fría / abrígame en tus brazos / hasta que vuelva el día")… una de las canciones íntimas -de las que se cantan al oído-, más hermosas de todo el cancionero iberoamericano.
¡Hay que ver cómo canta Tania Libertad ‘Regálame esta noche’!
Con tanta agua que ha pasado debajo del río, ciertamente mucha gente no tendría por qué saber que Cantoral, el autor del aquel huapango de El preso de número 9 y de boleros como el El reloj y La barca, es el mismo que en el tránsito a la balada parió temas como El triste (escrita a la muerte de su único hermano) que consagrara a José José, o Al final que pusiera en el radar a Emmanuel o Soy lo prohibido y Yo lo comprendo… compuestos al alimón con el argentino Dino Ramos y éxitos en la voz de Víctor Yturbe El Pirulí; o ¡Qué mal amada estás! (también con Ramos) y ¿Quién partirá? éxitos del enorme Gualberto Castro. Para todos tenía el maestro Cantoral… algo más que un éxito.
Aquel día de 1970 cuando José José estrenó ‘El triste’, de Roberto Cantoral.
Emmanuel cantando en la OTI de 1979 ‘Al final’.
No había modo de no rendirle una reverencia. Pongo singular ejemplo. Un viejo amigo mío, importante cantante y compositor también, traía sus viejas cuentas con Roberto Cantoral… ni modo que fuera por esos motivos con m de mujer, vayan ustedes a saber. Y a lo largo de los años, una y otra vez en 20 o 30 ocasiones, cada que sonaba en el radio del carro o de algún restaurante una canción del ilustre tamaulipeco, la escena era inconscientemente la misma… hablando para sí mismo: "¡Cómo es posible que este hijo de la chingada (y suavizaba el tono) pueda hacer canciones tan bonitas!". Cada mentada de madre resultó siempre el homenaje más sentido. Sin que se pudiera contener… ni lo uno ni lo otro.
El gran Gualberto Castro con Chamín Correa improvisando ‘Qué mal amada estás’, en programa con Jaime Almeida.
Víctor Yturbe ‘El Pirulí’ cantando ‘Soy lo prohibido’, de Cantoral y Dino Ramos.
Hizo hogar con la actriz y trapecista y campeona de judo argentina Itatí Zuchhi. Se casó con ella en Santiago de Chile, nueve días después de conocerla, nos contaba su cercano Armando Manzanero. Con ella conformó una sólida familia con cuatro hijos… su póker de ases: Roberto, Carlos, Itatí y José… quien por cierto le compuso Media vida… el tema más amoroso de un hijo a su padre… se lo hizo en vida y el maestro pudo sentirlo y llorarlo como se debe.
El día que José Cantoral le regaló a su padre el tema ‘Media vida’.
El 7 de agosto de 2010… dos meses después de haber cumplido 80 años, murió por una crisis pulmonar. Había sido trasladado en una ambulancia aérea desde Brownsville, Texas, donde la familia tenía desde siempre una casa de descanso. Su destino era el Hospital ABC de Observatorio. Aterrizó el avión en Toluca y apenas fue instalado en la ambulancia, falló su hermoso falsete.
Durante la solemne ceremonia funeraria en las escalinatas del Palacio de Bellas Artes, su solitaria guitarra, de pie sobre un atril, conformaba una escena conmovedora, digna y puntual. Un reportero presente, resonaba para sus adentros un antiguo tema de Valeriano Trejo… ‘la huasteca está de luto, se murió su huapanguero’.
Su guitarra… aquel día
Podemos dejar acá este breve asomo a la existencia de Roberto Cantoral. Gran líder obrero… que vivió para proteger esas obras nuestras de su gremio. Para desahogar las propias. Vigente como los dueños de su destino. Hoy sin el sonido del tic tac. Sin horas. Y sin tiempo.