Hace 40 años… el 21 de noviembre de 1980, se moría de a de veras Sara García a los 85 años, luego de haber expirado varias veces en la pantalla grande. Fue casi tan llorada como cuando se nos murió doña Luisa, en Vuelven los García (1947) o doña Lolita, en Mecánica Nacional.
Dura vida fuera del set. Nacida en Orizaba, muy pequeña queda huérfana de padre y madre. Crece, se casa y logra conformar familia. El matrimonio sólo dura tres años y la única hija (que aparece en la cinta No basta ser madre con ella y en La madrina del diablo, con Jorge Negrete) muere a los 20 años. Nunca lo superó. Se refugia en su carrera, hasta el último suspiro.
El arranque. Una osadía que no la abandonaría nunca la lleva a asomarse a los Estudios Azteca, que estaban en la esquina de Juárez y Balderas, para así iniciar su trayectoria en plena Revolución… en 1917, debutando en cine mudo (En defensa propia).
Hace teatro en compañías de repertorio… de las que cambiaban la obra cada semana, desarrollando un enorme oficio. Para cuando llega el cine sonoro -alrededor de 1930- Sara García ya era una fiera sobre el escenario.
Haciendo papelitos, va tomando su lugar. En 1937 comienza con el séptimo crédito, al año siguiente el cuarto… y en 1940 (año que le resulta de luces y sombras), ya con 45 años de edad, es llamada para protagonizar con Cantinflas y Joaquín Pardavé Ahí está el detalle… imperdible cinta que puso en los cuernos de la luna a los entonces tres desconocidos.
Era de tal magnitud su talento que de 1941 a 1949, en sólo ocho años, es llamada por todos los directores de la época y hace 40 películas. Convirtiéndose desde entonces y al momento de escribir estas líneas en la actriz de carácter más importante de todos los tiempos.
No requirió ser bella o esbelta al dictado de los estereotipos señalados por la industria, pues tenía unas capacidades fuera de lo ordinario. De cinta en cinta, transitaba de la ternura a la rudeza. Presentada en un cine costumbrista como la mujer sufrida y abnegada… o como aquella que en realidad movía el pandero de una sociedad.
Cuando todas las actrices maduras de la época se desgarraban mostrando que todavía podían hacer papeles de "dama joven", Sara García, en su 50 años, apuntó en sentido contrario y se adueñó hasta el último de sus días de los papeles, primero como "la madre del cine nacional"… ella y Fernando Soler fueron durante 30 años "los padres" de todos los actores y actrices habidos y por haber.
Pasó esa estafeta principalmente a Marga López y a Amparo Rivelles… y con estrategia se construyó como la única e irrepetible abuela del cine mexicano . Cuestión que ya tenía algunos antecedentes tejidos a lo largo de mucho tiempo.
Eso de haberse mandado quitar 14 piezas dentales para hacer un papel de anciana, es real. No como se describe en diversas semblanzas que existen de ella. No es cierto que lo haya hecho para trabajar en la película Allá en el trópico (1940). Sucedió varios años antes del éxito en el cine… en 1934, para conseguir el que fue su primer papel estelar una obra de teatro que se llamaba Mi abuelita la pobre. Ciertamente había tenido un accidente que la llevaba a perder un par de dientes… no 14. Esa locura, se llama pasión. Y aprovechó. Tenía 39 años... y la pasión por ser lo que quería.
Muchos años después, 12… 13, en 1947, sólo 52 años de edad y con una dentadura postiza y quitable, llegaron Los tres García y Vuelven los García, sellando esa imagen de abuela consagrada que pudo retomar de forma intermitente en los 50 y permanentemente para el resto de su existencia.
Trabajó con todos los monstruos y monstruas de la época. Llevando a los más elevados niveles la escena en cuestión… destacándose en el recuerdo de la gente su presencia a lado de los más grandes cómicos de la época de oro del cine mexicano: además de Mario Moreno y Pardavé (¡El baisano Jalil!), Clavillazo, Piporro o Tin Tan o Mantequilla u Óscar Ortiz de Pinedo. Y con Prudencia Grifell, quedó para siempre aquella pareja de las dulces y malévolas Señoritas Vivanco. Y con la mayoría de las primeras actrices o grandes estrellas de la época, de Silvia Pinal y Elsa Aguirre y Rosita Quintana y Marga López y Blanca Estela Pavón… para abajo, y para un lado y para el otro.
Se adaptó a todos los tiempos. En los sesenta es la actriz de soporte en una cinta ranchera con Luis Aguilar, en otra rockanrolera con Enrique Guzmán (Canta mi corazón, de 1964) o en aquellas romanticonas de entretenimiento con las españolas Pili y Mili… con Maricruz Oliver y Norma Lazareno y Tere Velázquez.
Aunque a todo lo largo de los 70 siguió participando en lo mismo con Vicente Fernández, que con Valentín Trujillo o con María Elena Velasco, La India María, el verdadero gran cierre de su carrera… el broche de oro, es Mecánica Nacional, en 1971… con Manolo Fábregas, Lucha Villa, Héctor Suárez y un numeroso elenco. Se nos presenta a una Sara García malhablada y encantadoramente alburera.
Entre 1960 y 1974 hizo diez telenovelas… destacándose Mundo de juguete que con 612 capítulos duró casi tres años al aire. Hacía a doña Tomasita con la entonces pequeña Graciela Mauri, Irma Lozano, Irán Eory y Ricardo Blume, fallecido hace unos días.
Navegando entre la rudeza, la dulzura y el sentido del humor, su dominio del lenguaje era absoluto, hay infinidad de anécdotas que se cuentan de ella: en aquellas larguísimas Caravanas Corona, que hacía el empresario Guillermo Vallejo de pueblo en pueblo con los artistas más importantes de la época, a la doña Sara viejita le tocaba presentar a Tito Junco… éste había tenido en otros tiempos sonados romances con María Félix o con Dolores del Río, pero nunca se casó.
De manera que la prensa baratona de espectáculos (que siempre ha existido) había estado provocando la duda sobre las preferencias sexuales del famoso villano. Al terminar la rutina que hacían juntos, se dirigió al público con aquella voz entrecortada de ancianita, para anunciar con la mayor malicia y picardía: ´"señoras y señores, yo les voy a suplicar a todos ustedes… ¡un gran aplauso para mi'jo Tito!". Canija.
Igual, platican que siempre averiguaba quién tenía asignado el último número de la función… y como quien no quiere la cosa, se acercaba a saludarlo, a desearle suerte y a aconsejarlo muy maternalmente: "Cuídate mucho, hijito. Que en estas caravanas largas… nomás los pendejos cierran". 'Uh, ya me cayó la maldición de doña Sara', decía por tradición el artista ubicado al final de cada cartel.
No era de muchas amistades y tampoco de mucha fiesta… nomás la brava. Cuanto domingo podía se iba a la Plaza de Toros con su comadre Emma Roldán (otra maravillosa actriz de soporte de la que ya hablaremos). Y una amiga de la infancia… Rosario González Cuenca y su marido, habían recibido a Sara con su niña cuando el divorcio. Rosario se convirtió en su representante, asistente, consejera y única compañía durante 40 años, hasta el final.
Sara García tuvo, digamos, la muerte de Agustín Lara. Derivado de una caída en su casa… se fracturó algunas costillas y la internaron en el Centro Médico Nacional y de repente le sobrevinieron dos infartos. Manolo Fábregas ofreció la oración fúnebre en el teatro Jorge Negrete (… paradojas) y Lucha Villa evocando a Pedro Infante, le cantó Mi cariñito mientras la sepultaban en el Panteón Jardín.
No tenía dientes… pero arrastraba el colmillo. Audaz. Emblemática. Muy difícil encontrar la mejor escena de la mejor película… de una colosal actriz. Que siempre tuvo la osadía de ser perfecta.
@diazbarriga1