Ha tenido la sabiduría de entender que la vida es como ponerse los zapatos de tap y hacerlos sonar… tákata-tákata-tákata-tá, colgado de un poste y cantando bajo la lluvia. Sin perderle jamás el ritmo a la alegría de vivir.
Sergio Corona cumplió así, este 7 de octubre, 93 años. Personaje entrañable de la cultura popular, por todas esas distintas razones que caben en una trayectoria artística de 74 años. El público de cada época lo recuerda por algo distinto… a la fecha. Pues jamás ha dejado de estar presente, regalando una sonrisa y provocando otra.
Haciendo teatro o cine en aquella pareja de baile… Corona y Arau, en los shows de ‘cabaretes’ cuando hubo un país que vivía de noche, o protagonizando aquella serie setentera de Hogar dulce hogar, o como el original y verdadero Julio Regalado que una vez al año, cada año, muchos años… anunciaba con encanto a la Comercial Mexicana, haciendo apuestas seguidas durante décadas por todo el país con el Loco Valdés en cada encuentro futbolístico ‘Chivas-América’… los teatrófilos en los miles y miles de representaciones en La fiaca; o los niños en Plaza Sésamo como ‘don Boni’, o en una decena de telenovelas y desde hace 10 años hasta el momento de escribir estas líneas, la generación actual de jóvenes lo siguen como ‘don Tomás’ en Como dice el dicho, una de las series con más audiencia de la televisión mexicana.
Video rescatado del inolvidable ‘Julio Regalado’
Nació en 1928 en la ciudad de Pachuca… cuna también, como bien se sabe, del futbol y del golf en México, que trajeron en el siglo XIX los ingleses llegados a explotar las minas de la región. La afición desbordada del cumpleañero por ambos deportes, es pues, casi una cuestión cultural de referencia a sus orígenes. Para que se lo sepan.
Los principios, a grandes zancadas. Hijo del juez de distrito Miguel Corona y de la señora María Cristina Ortega. De niño padece fiebre de malta, pierde dos años escolares y termina la primaria ya cumplidos los 15. Entra a la secundaria nocturna, pero nada más llega hasta el segundo grado. Al tiempo trabajaba como repartidor en la zapatería ‘El Borceguí’ que ahí sigue en la calle de Bolívar 27 (donde por cierto, ahora es además el Museo del Calzado). Hace pareja de baile de salón con una compañera de la tienda y la devoción por el baile lo lleva a estudiar ballet clásico con los hermanos Silva en la Academia de Bellas Artes. Llega a ser primer bailarín.
Desde esa plataforma surge su historia. En 1947 es contratado para coreografías en teatros de revista y carpas, donde las estrellas son personajes como ‘Resortes’ o ‘Clavillazo’ o las Hermanas Julián. Y está, anónimamente, en momentos realmente importantes. En 1948 lo llaman para participar en aquella multitudinaria escena de baile folclórica de la comedia clásica Los tres huastecos con Pedro Infante… en la bola ninguna cámara lo ve con claridad. Sólo él sabe quién es. Igual, participa en óperas en el Palacio de Bellas Artes, como Aída de Verdi, en 1950… ¡con la mismísima soprano griega, María Callas!, cuando la diva debutó en México. El 8 de agosto de ese 1950, como elemento del Ballet Chapultepec participa en la primera transmisión comercial de la historia de la televisión mexicana, como elemento del Ballet Chapultepec en una coreografía de la Rapsodia Húngara número 5 (que no fue precisamente el informe presidencial de Miguel Alemán, como se dice. Ése se transmitió al día siguiente). Pa’ que no les cuenten.
Ese mismo 1950, forma pareja de baile con un motociclista de tránsito que hoy conocemos como el cineasta Alfonso Arau (Calzonzin Inspector, Como agua para chocolate, Un paseo por las nubes… y que ha dirigido lo mismo a Geraldine Chaplin que a Woody Allen). Se conocen cuando Arau es llamado a ser chambelán de unos 15 años y Corona es el coreógrafo que suple al originalmente contratado.
La exitosísima pareja dura ocho años… fusionan humor, pantomima y técnica clásica de baile. Hacen teatro, televisión, cine y cabaret. Arau se casa con Magdalena, hermana de Sergio. Pero al terminar su matrimonio con ella en 1958… el cuñado también le pide su propio divorcio artístico.
Video. Secuencia de baile con Alfonso Arau y ‘Vitola’. Viaje a la luna. 1958
Ahí nace la faceta de Corona como comediante… ‘El comediante de México’. La década de los años 60 es de trabajo en centros nocturnos, discos LP humorísticos, comedias en cine y algunas participaciones en televisión. Hasta 1974, cuando da el campanazo como protagonista del programa Hogar, dulce hogar, con Luz María Aguilar como su esposa y el gran actor colombiano José Gálvez y Begoña Palacios, como sus vecinos. Divertida comedia costumbrista casi en tono del género de la farsa que versaba sobre la vida conyugal, con dos matrimonios en los extremos opuestos. ‘Sergio’ (‘ratón’), un amoroso mandilón maltratado por una dominante y neurótica ‘Lucha’ (‘Bodoquito’)… y ‘Pepe’, un macho controlador de la sumisa ‘Juanita’ que aconseja con humor negro e inconfundible voz grave a su amigo: ‘¡… tira a esa bruja por la ventana!’. La cuarteta sólo dura cuatro años… hasta 1978, cuando Gálvez muere inesperadamente a los 47 años de edad. En una segunda temporada la segunda pareja fue suplida con Julio Alemán y Lorena Velázquez. Y en una tercera con el buen ‘Flaco’ Ibáñez y la siempre querida Janett Arceo. Sergio Corona permaneció en la serie hasta 1982.
Por esos años surgió una de las campañas de publicidad más memorables en la historia de la mercadotecnia por televisión y radio… la de ‘don Julio Regalado’ (que entonces atendiendo al concepto duraba sólo ese mes y ahora dura dos más), con Sergio Corona encarnando durante una década al personaje, que le daba más popularidad que una telenovela a cualquiera de sus protagonistas.
Luego, en esto de la TV, una decena de telenovelas, la creación del su personaje como el cura de mente cochambrosa-confesor de ‘Chabelita’… una decena de telenovelas y como lo comentamos párrafos arriba, desde 2011, hace otra década, está vigente y exitoso y querido por millones de televidentes -que seguramente no están enterados ni del bailarín ni de Hogar dulce hogar- como eje del programa ‘Como dice el dicho’, que parte de un refrán y lo vincula con una historia actual. El que más le gusta en lo personal y lo recomienda como una bandera para navegar: “no le des el sí, a quien no te acepta el no”.
Conoció a Fernando Soler y Gustavo Rojo cuando trabajó con ellos en El grito de la carne (1951) o a Joaquín Pardavé cuando ya con Arau participó (como reparto sin crédito) en El casto Susano (1954); ya decíamos, a Pedro Infante y Blanca Estela Pavón en Los tres huastecos (1948); a ‘Palillo’ trabajando en el teatro ‘Follies’ o a la legendaria María Conesa, con quien compartió escenario en el teatro Lírico. Y con Tin Tan trabajo en la cinta Viaje a la luna. Con Cantinflas organizaba espectáculos taurinos que recaudaban dinero para niños huérfanos. No le cuentan de este negocio.
Ha participado en unas 32 películas. Algunas internacionales, como Licencia para matar (con Timothy Dalton como el Agente 007) o más recientemente en South of 8, donde por cierto es el autor de la música de la cinta. Y de eso, de su faceta como compositor, poca gente sabe y de eso también hay que hablar. En alguna comida en casa de nuestro muy nuestro Javier López ‘Chabelo’, estuvimos hablando sólo de su trabajo musical. Le contó don Sergio a este reportero que había hecho la letra de la primer versión en español del tema brasileño ‘O pato’… de Jaime Silva y Neuza Texeira, éxito de Joao Gilberto. Es autor de temas infantiles como una que le grabó el propio ‘Chabelo’ que se llama ‘Coco no hay’ u otra que se llama ‘Mírame’ que le grabó José José en 1976, en aquel álbum llamado El príncipe, que le dio sobrenombre al cantante. Para que se lo sepan, también.
Video. Corona canta con Chabelo, la canción de su autoría ‘Coco no hay’
Audio. Sergio Corona canta su traducción al español del famoso bossa nova brasileño ‘O pato’
Portada de su disco de 45 revoluciones… 4 temas
Es el aficionado más popular de las Chivas del Guadalajara y durante décadas, millones de mexicanos esperábamos el televisado cobro-pago de sus ingeniosas apuestas con el inolvidable Manuel ‘el Loco’ Valdés… el aficionado número 1 del América y al que cariñosamente se refirió siempre como “el estúpido de mi compadre”. Aquella tradición, resultó una implícita convocatoria a los partidos que durante lustros y lustros y lustros, contribuyó a llenar los estadios y a crecer la más sana afición.
Es tanto el teatro en el que ha trabajado… que es muy difícil hacer un recuento. Acaso uno muy breve… de lo que la gente nunca ha olvidado. Como su participación en El tartufo de Moliere, en musicales como No no Nanette (con Marga López) o Sugar en aquella primera versión de 1975 con Enrique Guzmán, Silvia Pasquel y Héctor Bonilla… o Aeroplanos que hizo hace pocos años en el teatro San Jerónimo al lado de Ignacio López Tarso, alternando papel con su compadre, ‘el Loco’ Valdés’… pero, por sobre todo lo demás, desde luego, aquella obra argentina del dramaturgo Ricardo Talesnik, La fiaca… obra con tintes tragicómicos y pinceladas del llamado ‘teatro del absurdo’, que Corona adaptó para el público mexicano, haciendo una creación insuperable de su personaje ‘Néstor Viñales’. No sé cuántas representaciones habrá sumado… ¿4 mil, 5 mil? Una locura. La última vez, se la vimos los viciosos del teatro, en el ‘Aldama’… fue en el 2003 con un elencazo: Javier López ‘Chabelo’ en el papel de ‘Peralta’ (el amigo), Luz María Aguilar, doña Queta Lavat y Mauricio Castillo.
Contrastante con el humor blanco que domina, ha sido elegante promotor del albur mexicano como en el arte lingüístico que es. Como anfitrión durante muchos años del concurso que se hacía en su natal Pachuca o incluso como prologuista del libro Su majestad el albur que escribió Fernando Diez de Urdanivia y se presentó en 2011 en algún lugar de las calles de Orizaba, en la colonia Roma, al que acudimos discretamente todos los escondidos aspirantes a superarnos intelectualmente. Así, con Corona conocí una de las preguntas más complejas que puede hacerse la humanidad: “¿En qué se parecen los huevos a los óvalos?” ¡Maestro!
Desde 1964… hace 57 años, está casado y ha construido un sólido hogar con la bailarina austriaca Ingrid Doppler Brandais. Es padre de tres hijos. Veterano jugador de golf. Una plaza de su natal Pachuca, frente al teatro de San Francisco, lleva desde 1997 y con merecimiento su nombre.
Mantiene como forma de vida esa levedad y esa gracia que posee todo bailarín de tap. Y el equilibrio de un primer bailarín de ballet. Y es socio mayoritario del cariño y la admiración que le profesamos a este hombre que… alas para qué las quiere, si siempre ha tenido pies para volar.
Brindo.