Cada 22 de junio, Vicente Garrido se ponía la misma guayabera para celebrar su cumpleaños. Se la había mandado hacer en Cuba su colega, el también famoso compositor César Portillo de la Luz (Delirio… Contigo en la distancia).
Me conmovía que Vicente se conmoviera de todo; por ejemplo, contándome de las prostitutas que con infinita ternura lo ayudaban… aunque sólo fuera para que pudiera comer. Ello, cuando el entonces joven músico ganaba 15 pesos diarios de sueldo por tocar de 10 de la noche a 6 de la mañana en el cabaret de tan poca prosapia aristocrática como el pecaminoso Cien Flores. Ellas se encargaban de ejercer toda ‘su magia’ para lograr que sus clientes pidieran al muchachito tal o cual canción, propinas de por medio, que completaban para la papa.
De lo que sucedía en aquellas noches, todo terminaba en algo ‘de paso’. Salvo el recuerdo de este compositor mexicano y de sus canciones, que a ciertos vagos nos resultan algo más que simplemente… sublimes. Algunas están vigentes y le han dado la vuelta al mundo. Y otras, que son mejores que las mejores, nos las sabemos muy pocos. Pero ahí están y flotan en el mar de la belleza y uno nunca sabe cuándo y adónde las lleve la marea.
De esos temas célebres que van pasando sobre el puente de una época a otra, el más conocido sin duda es No me platiques (No me platiques más / lo que debió pasar / antes de conocernos / sé que has tenido, horas felices… / aún sin estar conmigo’). Es un tema de 1952 que le grabó por primera vez aquel personaje cubano que se avecindó hasta morir en México… Bola de Nieve.
Luego hicieron lo propio Los Tres Ases, Pedro Infante, Nat King Cole o Lucho Gatica, que la dio a conocer continentalmente. En otros tiempos José José, Facundo Cabral o Nelson Ned hicieron magníficas versiones… en 1991 es el track número 1 del disco Romances de Luis Miguel, producido por Armando Manzanero (“Yo lo saqué del anonimato… y Luis Miguel lo sacó de pobre”, decía el chileno Gatica). Hoy por hoy la traen en su repertorio el grupo Paté de Fuá, la cantante italiana Filippa Giordano, la London Royal Pilharmonic Orchestra y varios millones de almas enamoradas.
Curiosidades. El Loco Valdés canta No me platiques, con Garrido al piano.
Parió otros temas muy cantados: Tres dilemas (con la que se estrena como compositor profesional), Una semana sin ti, Aunque llegues a odiarme, Todo y nada (‘Todo… lo que tengo en la vida / mi ternura escondida / mi ilusión de vivir’) y desde luego Te me olvidas con su aquella verdad insuperable (‘Falta el trato continuadooo / el sabor de las caricias / todas las pequeñas cosas / que se viven día con día…’). La lista de intérpretes se escribe con brevedad: todos los artistas más importantes de cada época.
Vicente Garrido canta al piano ‘Te me olvidas’… “falta el trato continuado”, dice con sabiduría la letra.
Garrido era ante todo un poeta. A los 11 años de edad su padre ya le había mandado editar un pequeño libro con sus versos, que recitaba como niño sangrón ante intelectuales amigos de su padre, como el escritor Federico Gamboa (autor de Santa), el músico Julián Carrillo (creador del sonido 13) o Jesús Galindo y Villa (presidente de la Academia Mexicana de Historia). O de adolescente ante un Carlos Pellicer que le escribía en una nota: “… yo he quedado silencioso, lleno de lágrimas, al oírte decir esos poemas, en los que además de la más pura emoción, apunta ya la belleza de la expresión poética…”.
"El niño sangrón" declamando sus poemas a los 11 años
Quería ser pianista de la XEW y la única posibilidad que encontró para subirse al barco y debutar fue a los 20 años de edad, en 1944, como integrante de un cuarteto que se llamaba Los Excéntricos del Ritmo, compuesto por Raúl Morales, Raúl Zapata y otro también debutante, llamado Gaspar Henaine, que al paso de los años se convertiría en el muy popular cómico Capulina.
Cuando debutó con ‘Los excéntricos del ritmo. Al extremo izquierdo quien más tarde sería ‘Capulina’
Encontró en el camino cómo irle poniendo música a su poesía… escuchando a José Sabre Marroquín y especialmente a Mario Ruiz Armengol, le había mostrado el camino a seguir… con su modo de encadenar acordes, como lo confesó en un prólogo que hizo el honor de escribir a este reportero para el libro ‘La calle de los sueños’ donde en un acto de infinita humildad decía: “… quienes alguna vez intentamos emularlo, ya no lo podremos alcanzar”.
El resto de su larga y fructífera vida se dedicó únicamente a bordar con el más fino de los hilos… con sus barbas blancas, las más sutiles canciones.
Se distrajo un poco acaso en los tiempos en que se encargó de las Relaciones Públicas de la Sociedad de Autores y Compositores de México entre 1969 y 1972… y en los años 80 también se sumó a su consejo directivo.
O cuando hizo empresa en tres lugares que hicieron época. Le jugaba al ‘Rick’ de ‘Casablanca’… fue el anfitrión de grandes artistas en la Terraza Chantilly (Xola e Insurgentes), en el ‘1900’ (Reforma y Niza) y en el Carrousel, de la ciudad de Guadalajara.
De los tres lugares siempre tuvo historias que contar… por ejemplo que a la aventura del 1900 lo acompañaron como cómplices y como socios Irma Carlón -su mejor intérprete… que sigue cantando sus canciones con la esencia con que él las componía- y el famoso Chava Flores, que ejerciendo su antiguo oficio previo al de componer Pichicuás, El gato viudo o El bautizo de Cheto, era el contador del changarro.
Irma Carlón, su mejor intérprete… canta en este video ‘Todo y nada’ -que en los años 90 retomaría Luis Miguel-. Aquí acompañada por el perfecto piano garridiano de Rodrigo de la Cadena.
Su bar… el ‘1900’ de Reforma y Niza. Ahí sigue esa esquina
A Vicente Garrido le acreditaron por respeto y admiración la paternidad del ‘bolero moderno’ a mediados de la década de los 50… pero ciertamente no era el único. Sin que nadie se pusiera de acuerdo con nadie, se fue conformando la banda del feeling… con los que el bolero antiguo cambiaba su estructura, su melodía, su armonía, el cuidado de sus letras y sobre todo, su interpretación lenta y suave.
Ya circulaban en México… Roberto Cantoral (Regálame esta noche), Álvaro Carrillo (Seguiré mi viaje), Luis Demetrio (Si Dios me quita la vida) o Miguel Pous (Mi amor por ti)… y ya asomaban la cabeza Manzanero (Somos novios) y Arturo Castro (Llorando por dentro).
De Cuba Portillo de la Luz (Delirio), José Antonio Méndez (Si me comprendieras), Marta Valdés (Palabras), Frank Domínguez (Tú me acostumbraste), René Touzet (Estuve pensando). O en Argentina los hermanos Expósito (Vete de mí) y Mario Clavel (Quisiera ser) y Chico Novarro (Cuenta conmigo).
Un día me dijo Garrido… “¡Padre de nada!, yo hago canciones. Que las toquen a ritmo de bolero o de chachachá, eso ya es otra cosa”. Como para que quedara más o menos claro.
Su piano era de un exquisitez inusitada… con la íntima inmensidad de sus letras. Las que se saben, ya se saben… pero hay que rescatar, cuando se hagan tiempo para ello (es tarea de vida) un poema-canción de cuna Por la ribera del sueño… ese balance de vida que hace en El viento y para celebrar sus 50 años de trayectoria escribe en 1994 una joya: Los secretos del agua. Y desde luego Coincidencia (‘Pienso… lo fácil que pudo haber sido… no habernos encontrado… y en las cosas que fueron necesarias… para estar a tu lado’) y la La lección (‘La más bella lección / que la vida me dio / fue confiar… / en milagros de amor’).
Y por último, quizá la mejor y más importante de todas… en todos sus tiempos: Paradoja (‘… fui más feliz / sin conocer / lo que la dicha puede ser… /entonces no tenía nada… que perder’). Tendría que haberse ido a la cárcel por escribir eso: estuvo a punto de matar a un entrañable amigo por esa canción… al pintor Marcos Huerta, que se infartó a media interpretación en un recital.
Paradoja con Carmina Cannavino. El piano es de Garrido, quizá… en su mejor canción.
Vicente amó profundamente a nuestra Lucita… sólo a ella podría haberlo escrito En tu lugar. Ella lo acompañó hasta el último suspiro. Recuerdo que en 1999, Garrido estuvo gravísimo… tuvo un edema pulmonar en Puebla… y un primer ensayo general de su muerte. Como parte del cual, Lucita le escribió: “Amado, toma mi mano y llévame contigo”. Cuatro años después, así sucedió. Garrido se nos murió en agosto de 2003 y ella, como una canción, fue tras de él seis meses después.
Curiosidad: El rockero Johnny Laboriel, adorador de Garrido. En este video canta con el autor al piano ‘En tu lugar’. Programa Foro Bohemio de Gilberto Marcos.
En los últimos años… le grabaron discos completos Óscar Chávez, Elena Burke, Argelia Fragoso (dirigido musicalmente por el maestro Alejandro Corona) y el último, Carmina Cannavino. En ellos, navega su piano. Hay que tenerlos y sentirlos.
También en los luminosos y alegres últimos años… se dedicó a organizar su obra y sus recuerdos de la mano sensible de su hija Concepción. De ahí surgió el libro ‘Tonadas y quimeras’ que recogió todas su obra y su historia artística. De más de 10 editoriales casi nos corrieron con todo y el elegante bastón de aquel anciano encantador. Con las formas más diplomáticas o claridosas nos decían: “eso no vende”… “es un tema que a nadie le interesa”… “estamos seguros que encontrarán en algún otro lugar alguien que sepa lo que vale este texto y se los publique. Buenas tardes. Que les vaya bien”. Al tocar la banqueta, lo primero era un chiste pelado del poeta… y dos carcajadas. Vicente me daba una cátedra sobre ‘el no rendirse’. Finalmente la vida siempre lo tuvo en posición de subir, de caer y de volver a empezar. Varias suelas de zapatos después, encontramos en Monterrey al que sabía ‘lo que valía esto’. Y aquel simpático yucarregio, Alfonso Castillo, nos editó el libro. Que hoy es un tesoro.
El libro que 10 editores desecharon: “eso no vende”. Hoy es un tesoro.
En corto, era todo un personaje. Llegábamos caminando despacito al Sep's de Tamaulipas y Michoacán. Se sentaba lentamente… con su vocecita queda pedía un enorme pechito de ternera… ¡y se lo tragaba él solo! ¡Se comía una vaca a pellizcos, el desgraciado! Cuando era momento de escuchar música, no se hablaba. Pero como todos los que han vivido una gran vida, era el amo de una conversación… que le gustaba sin música: “Muñeco, ¿no podrías hacerme el inmenso favor de ponerte el disquito ése que tienes con media hora de silencio?” Cuando en el radio sonaba alguna de sus canciones, decía: Mira, no mucha gente lo sabe, pero ése fue un éxito de Elvis… ‘¡de Elvicente!’. En tanto le brillaban sus ‘ojitos traviesos de esperanza’… a este ‘sabio sin rencores’, como dice la canción que le compusieron Caíto y Enrique Ortiz.
De antemano, perdón la primera persona. Hoy me pongo aquella guayabera cubana de cada 22 de junio. Vicente había dicho que era para mí y Lucita la dictó en su testamento. Quedaron algunas otras cosillas, como una bandera para navegar que habla en el citado poema de El viento sobre “la necesaria insolencia que deben mostrar los hombres cuando los ponen a prueba”.
La más bella lección… que Garrido nos dio… es confiar… en milagros de amor.
Para quien tenga tiempo de verlo, aquí el documental completo sobre Vicente Garrido… dirigido por Jorge Prior y producido por Modesto López.