Hay ocasiones en las que una acción se sobrepone de forma bizarra al costumbrismo o la tradición y evidencia de forma alarmante la manera en la que el mundo real está actuando.
El arte, apreciado por muchos y entendido por pocos, siempre ha sido considerado como una forma de expresión que ha brindado al mundo maravillosas creaciones, tangibles e intangibles y donde además esas joyas maestras son consideradas en ocasiones invaluables e irrepetibles, lo que les adjudica un incalculable valor tanto histórico, como económico.
Sin embargo, en días pasados el empresario Martín Mobarak, tuvo la ocurrencia de prenderle fuego a una obra original de la artista mexicana Frida Kahlo, “Fantasmones Siniestros”, cuyo valor estaba tasado en 10 millones de dólares, arruinándola por completo.
Este hecho por sí solo, representa un atentado contra el arte, ya que deliberadamente fue destruido un dibujo original y único, tomado de la colección de bocetos de la pintora mexicana.
El argumento para semejante barbarie, fue la creación de una serie de 10,000 tokens de NFT, con la digitalización única e irrepetible de la obra en cuestión, que serán puestos a la venta a un precio individual de tres Ethereum por token, aproximadamente 4,000 dólares por cada uno.
Estamos ante un ingenioso movimiento mercantil, mediante el cual, la venta de tokens pretende cuatriplicar la ganancia de forma digital, con el sacrificio de una pieza original.
Sabemos que cada token es referido con un blockchain autentificador irrepetible y que seguramente incrementará su valor al asociarse como único vínculo de una obra que no existe más.
Este evento ha despertado una enorme polémica por las consecuencias futuras que puede acarrear, muchos temen que especuladores del arte comiencen una cruzada similar que desemboque en la destrucción definitiva de obras con el objetivo de incrementar su valor monetario e incentivar sus ganancias mediante la masificación de copias digitales “autenticas” y certificadas.
El debate no es sobre la forma de hacer negocio, sabemos que en esta era del metaverso las formas comercializar productos han cambiado, pero quién nos da el derecho de destruir con fines meramente económicos, piezas artísticas que jamás podrán ser igualadas o apreciadas en su magnitud si las convertimos al formato digital.
Es claro que las prioridades de las nuevas generaciones van cambiando, pero esta vorágine tecnológica y estos nuevos tipos de mercadeo apoyados por las masas, están cambiando nuestras perspectivas y nos van llevando poco a poco a perder nuestra humanización.