No cabe duda de que el mundo digital nos tiene reservadas unas cuantas sorpresas en las que debemos estar preparados para afrontarlas y sobre todo para entenderlas.
El reciente surgimiento del Metaverso creado por Zuckerberg ha comenzado una revolución entre las empresas que comienzan a querer subirse a esta nueva burbuja en expansión y buscar sacarle el mejor provecho posible.
El internet ha trastocado absolutamente todos los ámbitos de nuestra sociedad y nos ha forzado a ingresar en nuevas temáticas de comercialización, desatando y democratizando el consumo, de prácticamente lo que sea, bajo la premisa de que las masas son las que influyen y proporcionan valor o no a cualquier cosa que se les ocurra.
Así nacieron y se desarrollaron los youtuberos, los vloggers, influencers, los podcasts, los Marketplace, sitios de subastas, las criptomonedas y la última tendencia que nos abruma, nos envuelve y que no terminamos de entender como lo es la comercialización de los NFT.
Así es querido amigo, una nueva abreviación que tendremos que comenzar a masticar ya que tan solo en el 2021 ha generado transacciones por más de 3,500 millones de dólares.
Los NFT, Non Fungible Token, son algo así como un certificado digital de autenticidad que mediante la “inexplicable” tecnología del blockchain, la misma utilizada en las criptomonedas, se asocia a un único archivo digital y esto genera una forma de expresión, también llamado criptoarte, que se ha disparado en este año pasado y que amenaza con romper el mundo digital.
Para explicarlo mejor, o en palabras que todo aquel que no pertenezca a la generación centenial entienda, hablamos de una imagen, video, audio o texto determinado que se le asigna un identificador único en donde se registra su autor, valor inicial, historial y algunos otros datos.
Este identificador lo hace único e irrepetible y de esta forma una persona común y corriente puede ofertar una determinada cantidad de dinero por ser el dueño único de este objeto digital asignándole un valor de venta y de compra.
¿En serio es esto posible ?, pues sí, todo radica en la necesidad de ser el propietario de este NFT y presumirlo o guardarlo en lo que su valor se incrementa.
Estos NFT han revolucionado el mercado del arte y están haciendo que imágenes creadas como simples gifs alcancen valores estratosféricos basados en la demanda del mismo, tal y como sucede con el arte tradicional. Para ponerle un ejemplo, la obra original de Van Gogh de 1890, “Jeune Homme au bleuet”, fue adquirida en aproximadamente 46.7 millones de dólares en una famosa casa de subastas de Nueva York; en contraparte en esa misma casa de subastas el archivo JPG llamado “Everydays-The fisrt 5,000 days” creado por un usuario llamado Beeple fue vendido por 69.3 millones de dólares.
Ejemplos hay muchos, como la famosa colección de “Bored Ape Yacht Club” que nos presenta imágenes de un mono o chango aburrido en un yate, una colección de 10,000 imágenes en las que cada imagen se vende por separado alcanzando precios de hasta 200,000 dólares por cada una, saque usted las cuentas.
Desde ese momento miles de influencers, artistas, celebridades, deportistas, empresas y demás se treparon a esta tendencia y han comenzado a comercializar desde tontas y simples imágenes hasta gráficos muy elaborados todos referenciados con un valor que puede crecer exponencialmente dependiendo del comportamiento y gusto de las masas.
Así de extraña y confusa esta la economía digital, así que la próxima vez que alguno de sus hijos, sobrinos o nietos se le ocurra realizar alguna “obra artística” sobre una hoja de papel o el lienzo de la pared de su sala, no lo regañe, mejor tómele una foto o digitalice su imagen y hágala un NFT, podría ser el dueño de la próxima y valiosa gran obra de arte que se vuelva objeto del deseo en internet.