Distraídos en el debate sobre una mesa maquiavélica de comunicación que planea –como Pinky y Cerebro— dominar al mundo, por estos días las fuerzas políticas no han reparado en la verdadera estrategia que se prepara para enfrentar el proceso electoral y rescatar para el PRI el municipio clave del 2015: Guadalajara.
Es evidente que el personaje que centra todos los reflectores es Enrique Alfaro, ex candidato a la gubernatura que se quedó a solo cuatro puntos de alcanzar a Aristóteles Sandoval pero que en la capital de Jalisco tuvo una espectacular victoria.
La apuesta del ex presidente de Tlajomulco y hoy líder de Alianza Ciudadana (una estructura creada ex profeso para mantenerlo en actividad y con tribuna mediática), obviamente es ganar la Perla Tapatía y desde ahí buscar de nuevo el gobierno estatal.
Hasta ahora, las encuestas internas del tricolor han planteado un panorama de alerta cuando cotejan conocimiento y simpatías que mantiene Alfaro respecto a sus prospectos.
A nivel de partido, el PRI se mantiene sólido en sus posibilidades con respecto al PAN (el segundo en ser mencionado) y al resto de las fuerzas políticas. Pero cuando el ejercicio se hace de forma cruzada con nombres y apellidos, los datos no son alentadores.
El priista mejor posicionado es Arturo Zamora, ex secretario general de gobierno y quien acaba de regresar al Senado. Zamora no parece estar dispuesto a involucrarse en la aventura de ser candidato a Guadalajara cuando terminó mal su relación con el gabinete estatal y es además una elección cuesta arriba.
Otro personaje mencionado es Francisco Ayón, ex alcalde interino y hombre de todas las confianzas de Aristóteles, quien mantiene una buena imagen aunque tiene en su contra recientes problemas de salud.
El tercero en la lista es el diputado local y dirigente municipal priista, Miguel Castro Reynoso. Se trata de un político con una sólida trayectoria, con buena imagen y que solamente tiene dos aspectos negativos: primero, su dependencia política de la familia Barba, en Tlaquepaque, la que parece haberse sacudido; segundo, su accidentado paso como coordinador de la mayoría priista en el Congreso.
Miguel Castro recibió la estructura del comité del PRI y con ello en teoría la bendición del gobernador para ser el abanderado.
Sólo que las señales se vuelven confusas cuando aparecen más aspirantes, como el secretario del Trabajo, Eduardo Almaguer, quien vende bien su imagen de fajador para enfrentar a Alfaro y, por último, al poderoso secretario de Planeación, Administración y Finanzas, Ricardo Villanueva, a quien no le disgusta lanzarse al ruedo.
Pero independientemente del candidato, la verdadera estrategia priista tiene que ver con la añeja ecuación de la división para vencer.
La próxima semana: La multiplicación de los panes.