López Obrador dice que pretende transformar a México. Alterar es una palabra sinónima de transformar, y de acuerdo a las acepciones de ese término resulta que lo que el presidente está haciendo es alterar a México y a los mexicanos.
Según los varios significados que la Real Academia Española de la Lengua le atribuye, la palabra alterar significa: “Cambiar la esencia o forma de algo. Perturbar, trastornar, inquietar. Enojar, excitar. Estropear, dañar, descomponer”.
El presidente dice que en estos siete meses cambió la esencia del poder presidencial al dejar de vivir en Los Pinos, viajar en aviones comerciales, utilizar vehículos austeros, suprimir el Estado Mayor, poner en venta vehículos, aviones y helicópteros oficiales, residir en Palacio Nacional y acercarse al pueblo. Algunas de esas acciones se justifican, pero casi todas son meramente simbólicas y no transforman la realidad ni mejoran las condiciones de vida de los mexicanos.
Según AMLO en siete meses cambió la forma como se ejercía el poder en México por el hecho de haber impuesto medidas de austeridad, tomar decisiones personalísimas (muchas de ellas sin sustento legal, técnico, presupuestal o cálculo financiero), por no viajar al extranjero, por haber concedido 145 conferencias de prensa en las que informa de la cancelación de grandes proyectos, la paralización de obras en proceso, la modificación o incumplimiento de contratos internacionales, gasolineras que no venden litros completos, el precio del chile o del jitomate y otras ocurrencias de diversa índole. Eso no ha transformado al país, pero es una muestra del enorme poder que ha acumulado el presidente.
En el nuevo estilo de gobernar es cierto que se han modificado algunos protocolos y establecido nuevos rituales, sobresale la exaltación a la figura presidencial lo que le permite muchas veces negar la realidad de los hechos, rechazar la más leve crítica, agredir verbalmente a todo aquel que define como su adversario, y algo importante, la concentración y centralización en su persona de atribuciones en detrimento del normal funcionamiento de las instituciones.
En estos siete meses no se han hechos grandes transformaciones pero sí se han alterado algunas cosas por las que buena parte de la población se encuentra perturbada, trastornada o inquieta por que algunas decisiones del presidente son más que cuestionables, no se observa claridad en su programas, orden en sus acciones, su contumacia por imponer su versión en todo, la descalificación sistemática de las opiniones contrarias, el rechazo a cualquier crítica, porque día a día demuestra que lo único que le interesa hacer es sumar prosélitos, ganar votos, recibir aplausos y porras, y lo más grave, porque ha demostrado que no sabe gobernar ni administrar, y que tampoco entiende cómo funciona la economía.
Amplios segmentos de la población se encuentran enojados con el presidente, muchos servidores públicos despedidos, a otros más se les ha reducido su sueldo o cambiado sus funciones, policías federales tratados indignamente, organizaciones sociales excluidas, construcción de obras públicas frenadas, desaceleración de la economía, falta de medicamentos, incapacidad para reducir la violencia, asignación directa del 70% de las licitaciones públicas, deficiente funcionamiento del sector público federal, y por la forma errática como se está conduciendo al país son cuestiones que han provocado irritación.
La transformación se ha dado únicamente en la narrativa presidencial, en los hechos ha habido alteración de cosas, AMLO ha estropeado o descompuesto el adecuado funcionamiento de muchas instituciones públicas, ha dañado la relación de respeto y armonía entre la federación y los estados al imponer jefes políticos con el título de delegados, ha designado o propuesto como altos funcionarios a personas que carecen de conocimientos, formación profesional y experiencia, pretende desaparecer o dejar como floreros a órganos autónomos como el INE y algunas comisiones reguladoras con el objetivo de resolver a su conveniencia política o capricho personal asuntos que constitucionalmente competen a esas instancias.
El poder omnímodo que el presidente ha acumulado ha provocado parálisis o lenta marcha del gobierno, freno del crecimiento económico, incremento de la violencia y está creando preocupante desarmonía social.
La convivencia social se ha fracturado como consecuencia del discurso confrontativo con el que el presidente cotidianamente estigmatiza a quienes se oponen a sus políticas, exhibe a quienes define como enemigos, hace mofa de los fifíes, descalifica a los neoliberales y se burla de aquellos a quienes acusa de conservadores. Si algo está haciendo mal el presidente es la ruptura social que está provocando, de ahí que el presidente debería moderar su conducta rijosa.
AMLO no la ha transformado pero ha alterado a la nación tiene perturbado, trastornado, inquieto o enojado a millones de mexicanos por su incapacidad para actuar como gobernante de todos y por su obsesión en romper la unidad entre los mexicanos.
Es posible que él sepa a dónde quiere ir, lo que no se sabe es hacia dónde va México.
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