Amoralidad

  • Al Derecho
  • Carlos A. Sepúlveda Valle

Ciudad de México /

Se dice que una persona es amoral porque está desprovista de sentido moral, y aunque la moral es la ciencia que trata del bien en general y de las acciones humanas en orden a su bondad y maldad, también se piensa que la moral no concierne al orden jurídico sino al fuero interno o al respeto humano, idea que tiene razón solo en parte, ya que para muchos, entre los que me incluyo, las normas jurídicas en tanto reglas de conducta humana tienen un sustrato moral.

Al abordar el tema de la amoralidad pienso en la reacción que tuvo una persona a la que reclamé su mala fe y el poco sentido moral con el que se había conducido al haber presentado y recibido jugosas indemnizaciones en tres diferentes demandas laborales, su enojo al escuchar nada menos que de parte de un abogado la palabra moral me llamó poderosamente la atención pues muestra con descaro la conducta corrompida de personas que han venido lucrando mediante artimañas legaloides al amparo de resoluciones judiciales que les conceden millonarias indemnizaciones y reinstalaciones en puestos que ni se necesitan y en los que no realizan actividades con la consecuente afectación al erario público.

La relación entre la moral y el derecho es un tópico apasionante, Ángel Latorre dice que la norma moral supone la conciencia de un deber, de una conducta que hemos de observar, y aunque su infracción solo lleva aparejado el reproche moral, muchas normas morales son también jurídicas ya que el derecho es ante todo un mecanismo para imponer y garantizar un orden social, y lo que le interesa son las conductas en la medida que afectan ese orden, de ahí que los móviles de nuestra conducta y la intención que perseguimos sean datos indiferentes para el Derecho en cuanto no se manifiestan en una acción antijurídica; sin embargo, el derecho se limita a exigir la observancia externa de esas reglas en cuanto son necesarias para la convivencia humana y la paz de la comunidad e impone un mínimo ético sin el cual la vida social sería imposible.

¿Cuál es ese mínimo ético que necesita la sociedad? Para construir una mejor sociedad es evidente que en mucho ayudaría hacer cosas tan simples como cumplir las obligaciones, actuar responsablemente, decir la verdad, no dañar ni perjudicar a nadie, respetar la dignidad de los demás, trabajar por el interés general, obedecer el derecho; en la medida que no hemos sido capaces de observar esas reglas morales mínimas se han agudizado los problemas de desamor, infelicidad, desigualdad, pobreza, injusticia, corrupción, inseguridad, violencia y altas tasas de criminalidad que padecemos.

¿Hasta dónde llega la relación del derecho y la moral? Este es un problema muy viejo que no se ha podido resolver fácilmente pues mucho depende de la óptica desde la que se aborde, pero es evidente que entre el derecho y la moral existe y siempre ha existido una relación intrínseca, el derecho es una parte de la realidad moral, al igual que la realidad política es parte de la realidad moral del hombre.

Javier Hervada dice que para vivir mejor en el plano de la realidad moral o ética deberíamos actuar como personas libres, libertad que debería estar basada en la observancia de principios y valores mínimos, en determinados hábitos de conducta que se denominan virtudes, y no se debe separar la legalidad de la moralidad como si fuesen dos mundos separados y sin relación mutua.

Agrega, las leyes, por su misma naturaleza, no son ni pueden ser neutras en relación a la moral, cuando se intenta construir un Estado neutro o amoral y un sistema de leyes igualmente neutro o amoral, lo que en realidad ocurre es que se introduce un Estado o unas leyes inmorales pues la amoralidad es una forma de inmoralidad.

Esas reflexiones sustentan la convicción de que cuando se pretende actuar solo en ejercicio de derechos establecidos en la ley podemos encontrar que tales acciones son conductas claramente inmorales, y eventualmente delictivas, situaciones que se deben impedir ya que a nadie conviene permitir que prevalezca el abuso del derecho, el fraude a la ley y la utilización de los órganos de justicia para obtener beneficios exorbitantes.

El reto que tenemos es encontrar soluciones adecuadas para poner fin o al menos limitar esas prácticas amorales que se presentan en algunos ámbitos de la vida pública.

csepulveda108@gmail.com

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