En 1969 México estaba iniciando una etapa de cambios en todos los órdenes, a pesar de esos esfuerzos, cinco décadas después resulta doloroso constatar los rezagos que aún existen, y preocupante que se pretende regresar a ese pasado.
Ahora hay menos analfabetismo pero subsiste ignorancia y bajos niveles de escolaridad; hay más hospitales y clínicas pero hay más enfermos, el acceso a los servicios institucionales afecta al 50% de la población y la falta de atención y medicamentos perjudica a todos, más a los pobres de los pobres.
En estos cincuenta años la planta laboral ha crecido, muchos puestos de trabajo exigen mano de obra calificada y mejor preparación, son los que están mejor pagados, no obstante, dos terceras partes de los trabajadores no reciben un salario remunerador como lo prescribe la Constitución.
En estos años millones de mexicanos emigraron a Estados Unidos, el dinero que envían ha sido factor determinante para que el PIB nacional haya crecido de manera sostenida y ha permitido que millones de personas vivan mejor.
La migración del campo a las ciudades provocó serios conflictos sociales, no todos los que dejaron sus lugares de origen lograron mejoraron sus condiciones de vida ni alcanzaron mayor felicidad, además de que provocó insuficientes inversiones en infraestructura, centros escolares, dotación de agua, introducción y prestación de servicios públicos y afectó sensiblemente la calidad de la vida.
La película Roma describe algunos aspectos del México de hace 50 años, las imágenes que muestran de asentamientos que se formaron en las zonas periféricas a la ciudad de México son de un realismo magistral y reflejan muy verazmente las condiciones de vida de aquel entonces y la manera como se fueron formando esas comunidades que después se convertirían en ciudades gigantescas, como Neza.
En el ámbito político, el texto de la Constitución por lo menos se ha cuadruplicado, se han aprobado, modificado y abrogado centenares de leyes, se han creado decenas de nuevos organismos públicos, la burocracia y el gasto público han crecido exponencialmente, y se supone que vivimos en una democracia plena pero las elecciones siguen siendo fuente de conflictos.
Nuestro federalismo sigue siendo disfuncional, los estados y los municipios reciben casi el 90% de sus ingresos vía las participaciones federales a pesar de los supuestos esfuerzos federalistas y reformas fiscales realizadas.
La corrupción que ya entonces era un signo de identidad del gobierno mexicano se perfeccionó y se incrementó, las modalidades para saquear la riqueza nacional se hicieron más sofisticadas y los montos de los pillajes han alcanzado cifras incuantificables.
La violencia y los actos delictivos ya eran significativos (sobre todo las tasas de homicidios) pero han crecido vertiginosamente, la inseguridad, junto con la pobreza y la desigualdad son los rubros más negativos del presente y del pasado, posiblemente el porcentaje de pobres sea menor que hace 50 años, pero no es lo mismo tener 30 millones de pobres que 60 millones, sobre todo si se tiene en cuenta la expansión de la masa de riqueza generada.
En México nadie quiere vivir como hace 50 años, pero todo indica que el presidente de la República pretende seguir el estilo y las políticas que implementó Luis Echeverría desde su campaña en 1969, modelo que dio pésimos resultados; sin embargo, la mayor preocupación de muchos es si se quisiera copiar el sistema que los Ayatolas impusieron en Irán hace 40 años (sin velo y sin religión de Estado) o el régimen que estableció Chávez y los cubanos en Venezuela hace 20 años.