Alguna vez afirmé y hoy sostengo que no todo lo que es legal es ética y moralmente aceptable, sobre todo cuando entre lo jurídicamente establecido y lo que es correcto, se privilegia un interés político alejado del bien común y centrado en la retención del poder por el poder.
Al vivir en sociedad aceptamos sujetarnos a las normas que rigen la conducta de la ciudadanía para mantener un orden basado en la responsabilidad y en lo que idealmente es bueno para todas y todos; así, la acción política ha de velar, o por la conservación de lo que es socialmente conveniente o por el cambio positivo que a todos convenga, pero la acción irresponsable que perjudica a muchos y a las instituciones es un atropello.
Pretender mantenerse en el poder violentando la ley no es nuevo y siempre será inadmisible y desastroso; toda justificación o artificio de procedimiento implementado para darle cabida es abuso y cinismo, como lo es saberlo y persistir en tan lamentable y oportunista empeño.
Desafortunadamente, esto ocurre en organizaciones sociales, políticas, empresariales, de gobierno, en todos lados, a todas horas y, por lo menos en nuestro entorno inmediato, pareciera que sin mayor consecuencia;sí, opino que es una impunidad aparente porque es un hecho que quienes así proceden están cometiendo un grave error: menospreciar la inteligencia y la libertad de los demás.
¿Dónde queda el acto ético, respetuoso y moral que corresponde a todo aquel que se debe a la voluntad popular? ¿Dónde, la dignidad y el decoro del líder que se dice emanado del ideal democrático? ¿Dónde, la emoción de servir con lealtad y honor a los propios compañeros y colegas?
Cualquiera puede hablar de política y de hacerla bien, pero no cualquiera es capaz de dotarla de sentido mediante actos reales y con resultados benéficos evidentes; deveras creo que no es difícil, es cuestión de coraje, de honestidad y decencia, de honrar compromisos, de ser persona de una pieza y de palabra, cualidades perfectamente exigibles a todo liderazgo.
@CarolinaMonroy_