Hace 100 años, la ciudad de Mérida, Yucatán, fue el escenario del Primer Congreso Feminista de México, un hecho que determinó el camino que había que seguir para que la sociedad fuera reconociendo sucesivamente los derechos humanos y políticos de las mujeres, hasta llegar al punto en el que nos encontramos en este momento, cuando la puerta hacia la paridad de género en materia electoral ha sido abierta definitivamente.
Las mujeres representamos la mitad del talento humano, y durante generaciones nos hemos preparado para ocupar los espacios que merecemos en el mundo de la política, la empresa, la academia, la ciencia, la industria y la cultura.
Hoy, con esa formación y con mayores posibilidades de ocupar cargos públicos y de representación popular, tenemos muy claro por qué y para qué queremos gobernar: en primer lugar, para hacer gobiernos sensibles, honestos, eficaces.
Es indudable que desde la perspectiva femenina el mundo se ve distinto; por eso nuestra visión suma y enriquece la vida de la sociedad y las propuestas para remediar las carencias que la aquejan.
Muchos son los intereses de las mexicanas de hoy. Uno de ellos, fundamental, es la familia; ahí se forman valores, caracteres y proyectos de vida, y de ahí parten tanto los problemas sociales, como sus soluciones.
Durante años nos han sido asignadas determinadas tareas, como cuidar a los hijos y enfermos; velar por la salud, educación y seguridad de la familia; fortalecer los lazos comunitarios, e inclusive gestionar la prestación de los servicios para nuestras colonias y barrios, lo cual nos ha hecho expertas y conscientes de la importancia de estos aspectos que, por estar relacionados con la vida cotidiana, influyen en la calidad de vida, el bienestar y las oportunidades de desarrollo de las personas.
En eso tenemos mucho que aportar, ya que con nuestro conocimiento de las necesidades de las familias y las comunidades podemos incidir directa y eficazmente en la legislación, en las políticas públicas y en la calidad de los servicios y programas para atenderlas.
Es así que legislando y gobernando, las mujeres queremos participar en la restitución de la familia como núcleo de la sociedad, una tarea que exige el trabajo de todos los sectores, no sólo del gobierno, en tanto que las familias bien integradas generan ciudadanos comprometidos con la sociedad y dispuestos a hacer lo que les corresponde y a hacerlo correcta y honestamente, para que, al completar el círculo virtuoso, esa sociedad se ocupe de fortalecer a la familia.
Queremos gobernar porque nuestra propia lucha por los derechos de las mujeres a la educación, al trabajo, a la salud, a la justicia y a una vida libre de violencia y discriminación nos impulsa a apoyar a otros grupos sociales.
Y porque haciendo política y gobernando damos cauce a nuestro compromiso, a nuestro deseo de participar en el progreso del país y a la determinación de crecer, desarrollarnos y materializar nuestro derecho a tener una vida plena y porque los hombres también son la otra mitad de nosotros.
Carolina Monroy
@CarolinaMonroy