Naciones Unidas declaró en 1992 el 03 de diciembre como el día internacional de las Personas con Discapacidad en 1992, mediante la resolución 47/3. Su objetivo era claro: hacer conciencia sobre la situación de las personas con discapacidad en todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural. En los últimos años, este día se ha enmarcado en una agenda de activismo global llamada 16 días de activismo. En estos 16 días, que inician el 25 de noviembre y se acaban el 10 de diciembre, buscan sensibilizar e impulsar agendas y causas de gran impacto social. Es igual una manera de pensar los grandes problemas sociales como problemas que no están aislados.
Por ejemplo, el tema de la violencia de género y la discapacidad están intrínsecamente ligados. Se sabe que las Mujeres y las niñas con discapacidad tienden índices de violencia más altos que el de mujeres sin discapacidad. La Organización Mundial de la Salud junto con la revista médica de The Lancet, encontró que las niñas con discapacidad son víctimas de alguna forma de violencia con una frecuencia 3,7 veces mayor que las no discapacitadas; víctimas de violencia física con una frecuencia 3,6 veces mayor; y víctimas de violencia sexual con una frecuencia 2,9 veces mayor. Igualmente encontró que las niñas cuya discapacidad se acompaña de enfermedad mental o menoscabo intelectual son las más vulnerables, pues sufren violencia sexual con una frecuencia 4,6 veces mayor que sus homólogos sin discapacidad.
Este último dato nos revela por qué este día nos pide pensar a las personas con discapacidad en todos los aspectos de la vida. Revela pues que en temas con grandes asignaturas pendientes como lo son la violencia contra las mujeres y la salud mental, debemos de pensar como este tema afecta a las personas con discapacidad. Es por esto que desde el activismo hablamos de la necesidad de transversalizar la discapacidad, es decir que en todas las esferas de desarrollo pensemos en la discapacidad. Esta es una responsabilidad que debe de compartirse entre la ciudadanía y los gobiernos. Otra herramienta importante es reconocer la interseccionalidad de la discapacidad, es decir, empezar a entender las diferentes necesidades de las personas con discapacidad. Por ejemplo, no podemos pensar que un espacio se vuelve accesible porque existan rampas para accederlo. La inclusión de las personas con discapacidad tiene que verse más alla de rampas y traducciones a lenguaje de señas, y volverse una labor rigurosa y constante.
En México, de acuerdo el Censo de Población y Vivienda 2020, hay 6,179,890 personas con algún tipo de discapacidad, lo que representa 4.9 % de la población total del país. De ellas 53 % son mujeres y 47% son hombres. La gran mayoría de las personas con discapacidad en nuestro país presentan discapacidad motriz, y le siguen en orden descendiente la discapacidad visual, auditiva, mental y del lenguaje. Estas personas además pueden presentar discapacidad concurrente como por ejemplo que las personas sordomudas presenten limitación auditiva y de lenguaje. O pueden pertenecer a dos tipos de poblaciones vulnerables, como tener problemas motrices y ser integrante de una comunidad indígena. No obstante, en nuestro país y en el mundo, no se cuentan con datos sobre como la discapacidad se lleva en grupos vulnerables. No sabemos por ejemplo cuántas personas trans tienen alguna discapacidad o cuántas personas con discapacidad son integrantes de una comunidad indígena. Nos falta tener más datos para seguir revelando la diversidad de experiencias y vida, y así cumplir con la resolución 47/3. Con esto podremos estar un paso más cerca de visibilizar a las personas con discapacidad para su mejor integración.
Por Catalina Monreal