Nuestros silencios, el erotismo y la censura, los episodios del día a día. Los deseos y el anhelo. Lo que imaginamos o hacemos. Lo privado y sus avatares y fantasías. Los secretos.
Esa cartografía de lo privado la podemos encontrar en “Los amorosos, relatos eróticos mexicanos” (Cal y Arena, 1993), una jugosa selección de narraciones que permiten delinear el perfil histórico del erotismo en la literatura mexicana en el siglo pasado.
Antología realizada por el narrador, ensayista y periodista cultural Sergio González Rodríguez es compendio de los cambios de usos y costumbres eróticas en nuestra cultura.
En el libro encontramos relatos, fragmentos de relatos, así como cuentos o pasajes de novelas, todos escritos de 1900 a 1990 por los más representativos autores mexicanos.
Se divide la selección de autores (y relatos) en cuatro partes: los antiguos, los renovadores, los cosmopolitas y los presentes; se incluye un quinto: los clandestinos.
Son textos narrativos literarios de Federico Gamboa, Rubén M. Campos, Julio Torri, José Juan Tablada, Alfonso Reyes, José Martínez Sotomayor, Salvador Novo, Bernardo Ortiz de Montellano, Renato Leduc, Francisco Tario, José Revueltas, Rafael Bernal, Jorge López Páez, Luis Spota, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Inés Arredondo, Juan José Arreola, Sergio Pitol, Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Sergio Galindo, Margo Glantz, Carlos Monsiváis, Luisa Josefina Hernández, Jorge Ibargüengoitia, José Emilio Pacheco, Sergio Fernández, José de la Colina, José Ceballos Maldonado, Vicente Leñero, Rosario Castellanos, Ricardo Garibay, Gustavo Sáinz, José Agustín, Carmen Boullosa, Silvia Molina, José Joaquín Blanco, Luis Zapata, Alejandro Aura, Juan Villoro, Enrique Serna y más.
“No cantaré tus costados, pálidos y divinos que descubres con elegancia; ni ese seno que en los azares del amor se liberta de los velos tenues; ni los ojos, grises o zarcos, que entornas, púdicos; sino el entrelazar de tu brazo al mío, por la calle, cuando los astros en el barrio nos miran con picardía, a ti linda ramera, y a mí, viejo libertino”, en “Estampa antigua”, de Julio Torri (1889-1970).
Muy recomendable este libro —ya casi histórico y necesario— para disfrutar de literatura que hable del encuentro de los amantes, los episodios de alcoba, el hallazgo de una mirada, el sueño de los cuerpos, la curiosidad jamás satisfecha del deseo. Del goce narrativo o la presencia de lo sexual -y sensual- en las letras mexicanas.