Arruinando lo avanzado

Jalisco /

Decían los mayores que la costumbre se hace ley y es totalmente cierto.

Si hace siglos era común tener esclavos, las leyes reconocieron el derecho a traficar con seres humanos.

Si hace menos de un siglo era común la segregación racial en muchos países del mundo, había leyes para justificarlo.

Si hace menos de 80 años estaba prohibido que las mujeres votaran en México, era lo legal.

Si hace unos años era común que el Presidente de México organizara las elecciones a través de su Secretaría de Gobernación (para garantizar la continuidad de su grupo político), las leyes así lo establecían.

Con el antecedente del 2 de octubre de 1968, primero, y después con el fraude electoral de 1998 comenzó una movilización que logró cambiar las reglas políticas en México dando pasos muy importantes, aunque insuficientes, hacia la democracia y la autonomía de los Poderes constitucionales.

De esa lucha de décadas que enarbolaron miles de personas se dieron pasos tan importantes como el fin del partido hegemónico en la Cámara de Diputados, la alternancia en la presidencia del país y en los estados, la transparencia gubernamental que antes era inexistente, la imparcialidad en los tribunales electorales y la profesionalización mayoritaria en el Poder Judicial. En suma, se tomó con seriedad el principio de la progresividad de los derechos en beneficio del individuo, es decir, se puso por delante a la persona y al ciudadano por sobre medidas autoritarias del poder. Así debería seguir por siempre.

El problema ahora es que desde el poder se está queriendo cambiar, a fuerza de la repetición, esa costumbre de poner por delante al ciudadano y están tratando de normalizar, de hacer costumbre que al ciudadano se le oculte en qué se gasta el dinero público, que se privilegie la sumisión en el gobierno federal por sobre la capacidad, que las policías y fuerzas armadas no hagan su tarea principal, que se impongan colaboradores a futuras autoridades y que los juzgadores se rindan ante los deseos del poderoso en turno.

Tanto que costó cambiar las malas costumbres para que ahora nos quieran regresar a lo peorcito del pasado reciente. No se vale. No lo aceptemos.

  • Celso Mariño
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