Tiene 68 años de edad y hasta donde se sabe, goza de cabal salud. Recluido en el Centro Penitenciario de Máxima Seguridad ADX Florence, en el estado de Colorado, lo menos que se podría decir es que está, eso, seguro.
Resultaría normal, casi natural, que sobreviva una o dos décadas más. Quizás, como ha ocurrido en otros casos, detrás de las rejas descubrirá a dios. Difícil, casi imposible, saber lo que pasa en su cabeza cuando finalmente se encuentra en condiciones que podríamos definir como estables, luego de haber pasado buena parte de las últimas tres décadas como "prófugo de la justicia".
Joaquín Guzmán Loera, El Chapo Guzmán, es, probablemente, el narcotraficante más famoso de la historia. Cierto, Pablo Escobar sigue siendo el referente universal. En el negocio de producción, exportación y distribución de narcóticos siempre hubo figuras más importantes que él. Pero, como dicen en la academia, "El Chapo es el Chapo" (sic).
Más símbolo, incluso síntoma, que personaje histórico, ese señor nacido en el poblado de La Tuna, Sinaloa en abril de 1957 es protagonista de un relato de altísimo valor literario. Además, hoy puede ser fundamental para la construcción de una nueva gran narrativa --Made in the U.S.A.-- que puede afectar la propia estructura de poder en México.
Seamos claros: para los gobiernos, el tema del narcotráfico no ha sido una preocupación de salud pública. Históricamente el consumo masivo de drogas ha sido un fenómeno social alentado por una ideología prohibicionista propia de una nación que se dedica a pecar de noche y perseguir pecadores durante el día. Y del lado de los productores (Colombia, México, Afganistán) se trata de un enorme negocio que ha florecido al amparo de la corrupción y complicidad de sus autoridades.
Desde el principio la lucha contra los carteles ha estado subordinada a consideraciones geopolíticas y, en particular la disputa burocrática al interior de las agencias estadounidenses. Hoy es claro que la verdadera guerra contra las drogas es la disputa entre DEA, CIA, Justicia, Congreso y ahora que la etiqueta "narcoterrorista" es la moda, incluso el aparato militar y el negocio de las armas.
En ese contexto, El Chapo sí es ese simple "agricultor", que es como se presentó ante las cámaras en aquel lejano 1993 luego de su primera detención. La cual, por cierto, fue un espectáculo bastante absurdo, dado que él habría de ser la supuesta víctima del asesinato del cardenal de Guadalajara ocurrida hace casi 32 años. Y el colmo: los asesinos --Los Arellano-- pudieron tomar tranquilamente un vuelo comercial rumbo a Tijuana. Incluso, usaron al Nuncio apostólico como correo de confianza con el propio Presidente de la República.
Más célebre por sus fugas de cárceles de "máxima seguridad" (Puente Grande y Almoloya) que, por su rol jerárquico real en la estructura del crimen organizado mexicano, El Chapo fue durante años una especie de emblema del "malandro" que se dedica a ese "jale" que tantos corridos inspira. Sinaloense bien bragado, recurrentemente enamorado de mujeres espectaculares de aquellas tierras, El Chapo se convirtió en una especie de "Tony Montana" mexicano.
Protagonista de un hiper violento estilo de vida, con excesos de todo tipo y, sin embargo, el karma de una super estrella, a 8 años de su extradición a Estados Unidos, Joaquín Guzmán Loera ha vuelto al centro del escenario.
De hecho, así es desde hace 10 meses, cuando Joaquín Guzmán López, uno de sus hijos, logró engañar y trasladar a Estados Unidos a Ismael Zambada, El Mayo, su compadre, suegro y actual archienemigo. Con esa pieza en poder de las autoridades estadounidenses, está todo listo para el armado, desde allá, de un maxi-proceso al estilo de los juicios contra Capone en Chicago o la Cosa Nostra en Nueva York.
Hoy que el sistema de Justicia de Estados Unidos ha ensamblado un peculiar coro conformado por el clan familiar de El Chapo, y otro buen grupo de "testigos protegidos" estamos por presenciar el estreno de una gran opera que revelará una parte de la trama de complicidades que, desde el mundo del dinero, la política y los aparatos de seguridad mexicanos, llevaron al Cartel de Sinaloa a la cima del mundo criminal.
Seguramente el guion se presentará primero en tribunales y poco después llegará al cine y a las plataformas. Nadie sabe si El Chapo recuperará algún día su libertad. "Cadena perpetua más 30 años" puede ser un tiempo corto en un sistema judicial en el que todo se negocia. De cualquier modo, aún desde su reclusión extrema y helada, el personaje podría paladear el sabor de la venganza cuando comiencen a aparecer los expedientes en contra de esa gran red de quienes alguna fueron sus protectores y/o enemigos.
El timing es casi perfecto, dado el apetito imperial del presidente Trump y su oferta de "rescatar" a México de las garras de los narcoterroristas. Probablemente lo intentará sin necesidad de tocarle un pelo al negocio global que el cartel de Sinaloa ha construido a lo largo del tiempo. Tampoco, por supuesto, a las redes criminales y/o complicidades de autoridades al norte de la frontera.