Una de las reglas sagradas del capitalismo es bastante elemental: “el pez grande se come al chico”. Lo cual resulta particularmente cierto en la industria de los medios, un negocio global dedicado principalmente a producir y distribuir entretenimiento.
Iniciamos el segundo cuarto del siglo XXI con un puñado de inmensos conglomerados luchando por controlar un negocio que genera unos 3 millones de millones de dólares cada año, pero que vale mucho más: es lo que vemos y escuchamos en todas las pantallas, lo que leemos y decimos en todas las plataformas. En otras palabras, estamos ante la gran batalla por la cultura popular de nuestro tiempo.
Consecuencia directa de la digitalización de prácticamente todas las formas de comunicación con que llegamos al final del milenio pasado, pocos melodramas más intensos que el de Warner Bros. Nace en 1923, deslumbra al mundo por décadas, muere (como Time-Warner) en 1998-2001 con la fusión fallida con America Online, entonces la empresa de internet más importante en el planeta. Luego de múltiples alianzas y rupturas resucita en 2025 con la disputa entre Netflix y Paramount por poseerla (como Warner Brothers Discovery).
Y a todo esto ¿cuánto valen los Looney Toons, Batman, Superman, el universo de Harry Potter, Game of Thrones (HBO), shows de tele como Friends y joyas fílmicas como Casablanca y miles más? Pues, unos 83 mil millones de dólares según Netflix y unos 108 mil millones, según Paramount y sus jerarcas (el clan Trump incluido).
Hemos llegado a un punto de quiebre.
Por un lado, las grandes empresas mediáticas son cada vez mayores. Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp), tiene 3.8 mil millones de usuarios; Netflix, 330 millones de suscriptores; Alphabet (YouTube, Google, Android) conecta a más de media humanidad; Tik-Tok tiene a unos 2 mil millones de personas –sobre todo jóvenes--, pegados a sus videos. Vaya, en esas escalas hasta las grandes televisoras de Estados Unidos y de Europa, así como los principales periódicos del mundo se ven como charales.
Y por el otro, los esquemas y modelos de distribución de contenidos (data, video, música, noticias, videojuegos, etcétera) están llegando a niveles de segmentación y, digámoslo así, de personalización, realmente asombrosos.
Estamos hablando de una nueva era en la gran disputa por las mentes y los sueños de la humanidad. Y eso que no hemos entrado al inmenso mercado paralelo que representa China y sus áreas de influencia y tampoco la tan cantada irrupción de la Inteligencia Artificial Generativa como un supuesto tsunami que transformará a todo el sector servicios de la economía global. La tendencia hacia la mega concentración parece imparable.
Pues como lo explica el profesor Tim Wu en su libro Master Switch, la historia de los medios demuestra que una vez que su contenido alcanza una muy amplia distribución, a diferencia de otras mercancías, mientras más se consumen, más aumenta su valor.
O para decirlo en otras palabras, las de Bugs Bunny, un empleado del imperio Warner de 85 año de edad.
--¿Qué hay de nuevo, viejo?” ( What's up, doc?").