Las donaciones y apoyos que se entregan durante las tragedias necesitan control para no sepultar la solidaridad de los mexicanos, porque cada vez es menor la participación de la gente en acciones altruistas y no precisamente por pobreza, sino por desconfianza.
México ha pasado por varias tragedias que se han podido zanjar gracias a la unión y apoyo de la gente, pero al igual que hay almas caritativas han salido a la luz actos de rapiña, descuidos, negligencias y quienes se cuelgan medallas que no le corresponden, al menos no en su totalidad.
La desconfianza está latente en cada esquina y semáforo donde hay quien se aprovecha de la credulidad de quienes saben compartir parte de lo que tienen, quienes sienten empatía por las causas ajenas y buscan aliviar un poco el dolor de los demás.
Desde quien pide una moneda hasta innumerables asociaciones que nadie conoce si realmente existen y cumplen con la función que promueven o incluso grandes fundaciones que de una u otra manera usan para triangular recursos, evadir impuestos y al final dañan las causas justas, el verdadero altruismo.
El reconocimiento de las causas reales se debe a la falta de transparencia y control. Existen instancias que deben conocer con exactitud cuales agrupaciones son reales y auditarlas para dar cuenta a la ciudadanía y sean fácilmente identificadas.
La Ley de Transparencia obliga ya a rendir cuentas a todas esas asociaciones que reciben recursos públicos, lo cual es muy justo. Lo que falta es hacer lo mismo con las instancias privadas que reciben donaciones ciudadanas, porque al final nadie sabe cuánto reciben y como lo gastan, no se trata de dar cuentas sólo a grandes patronatos, también a quienes dan una moneda que al final se convierten en miles y millones de pesos.
Lo mismo pasa cuando suceden desastres naturales, donde varias instancias se vuelcan a reunir víveres, hacen colectas e incluso abren cuentas bancarias para reunir fondos que al final se desconoce plenamente si llegan al objetivo.
Cuando se hace el corte de caja y se dan resultados, regularmente se menciona y reconoce el apoyo, pero no se desglosa, no existe un espacio público donde cualquier persona pueda rastrear que la ayuda haya sido bien empleada. No se reconoce públicamente el monto de los donativos y su uso específico.
Al final nadie suma lo que llega ni resta lo que sale, no se rinden cuentas. Aunque resulta complicado es necesario hacerlo para recobrar la confianza de mucha gente y garantizar que la solidaridad siga creciendo. Se necesitan canales específicos y transparentes, pero también ágiles para ayudar a tiempo a quienes lo necesitan, sobre todo en un país expuesto a grandes fenómenos climatológicos, donde invariablemente resultan más afectados quienes menos tienen.