Los trastornos alimenticios como la anorexia y bulimia han causado estragos en todo el país, donde las cifras más conservadoras hablan de un incremento de 700 por ciento en los últimos cinco años; al menos, esa referencia ofreció el año pasado la fundación Ellen West, dedicada a la investigación y tratamientos de estos casos.
Uno de los grupos más afectados por este problema son los adolescentes. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 reportó que en promedio 1.3 por ciento de quienes tienen de 10 a 19 años de edad corren riesgo de tener un trastorno de este tipo, con mayor prevalencia en el sexo femenino.
Las preocupaciones de este grupo de la población, son, entre otras, miedo a engordar, comer demasiado y perder el control de lo que comen, por lo cual caen en conductas erróneas como es dejar de comer o lo hacen y luego devuelven los alimentos, con todos los riesgos que esto implica.
Las tendencias no son distintas en la entidad y los números son altos, en proporción con la población, por lo cual no solo resulta necesaria, sino que está plenamente justificada la edificación de la primera clínica pública especializada en atender estos problemas entre los mexiquenses, a partir de enero.
La Secretaría de Salud tiene contemplado inaugurar este espacio en un par de meses en el Hospital Las Américas de Ecatepec, con el fin de atender a toda la zona conurbada, desde el municipio más poblado de la entidad.
Este servicio permitirá sin duda corregir el problema en miles de jóvenes antes que tengan complicaciones irreversibles de salud, pero es un esfuerzo que no puede caminar en desolado si se quiere tener éxito, y esto implica sobre todo la participación de instancias federales, el sector educativo y médico, las empresas y por su puesto la familia.
El presupuesto no puede dedicarse siempre a tratar corregir o atender fallas. El tema de la prevención es fundamental y debe ser permanente, pero sobre todo coherente. No se puede hablar por un lado de una correcta alimentación si por el otro se permite el crecimiento de la comida chatarra, si los estereotipos femeninos siguen sumidos en la delgadez.
En este tipo de temas quienes deben intervenir son instancias federales que regulan las imágenes en medios de comunicación; que permiten la elaboración masiva de productos con alto contenido calórico, que no fomentan la educación en salud en los espacios escolares a pesar de tener especialistas en la materia.
En los últimos meses se han dado pasos pero aún son insuficientes. Sigue siendo más fácil encontrar un refresco en comunidades rurales que agua potable.
Las instancias médicas también deben hacer su parte y advertir a sus pacientes de los riesgos de una mala alimentación, de la desnutrición, anemia, obesidad y de los trastornos alimenticios: la anorexia y bulimia.
Las cifras de nutrición también son apabullantes. 17.9 por ciento de las embarazadas, en promedio, son anémicas y bajo esa condición están a punto de dar vida. La mayor prevalencia es entre los 12 19 años, sobre todo en áreas rurales. La obesidad en este mismo grupo es de 13.3 por ciento y la obesidad en 21.6 por ciento.
Cuando estos grupos se piensan imposibilitados para mejorar su peso, no tienen orientación y si fuerte presión social se convierten en presas fáciles de la anorexia y bulimia, dos trastornos que desafortunadamente se toman en cuenta hasta que causan graves estragos.