Desastres como el registrado el pasado martes muestran una vez más las graves carencias que tenemos en materia de Protección Civil. Aunque México es un país expuesto a todo tipo de agentes perturbadores, desde los geológicos, hidrometeorológicos, químicos, sanitarios, hasta los organizativos, la realidad es que no invertimos lo que se debe.
Sufrimos una y otra vez los embates de la naturaleza y todo sigue prácticamente igual. Inundaciones y seguimos llenando de basura el drenaje, deslaves y derrumbes y seguimos deforestando; muere gente atrapada en edificios y se sigue permitiendo negocios sin salidas de emergencia, eventos masivos sin condiciones de seguridad.
Independientemente de la fuerza de la naturaleza necesitamos estar mejor organizados y preparados para aminorar los daños y poder responder eficazmente a cualquier contingencia. Ello implica que cada municipio, estado y la federación destine una cantidad suficiente para equipar a su cuerpo de bomberos, unidad de Protección Civil y Servicios de urgencia.
Nadie duda de la solidaridad y unión de los mexicanos en tiempos difíciles pero necesitamos definir prioridades. ¿Qué es más importante en el presupuesto de egresos: regalar despensas, pagar altos salarios, mantener partidos políticos y comprar ambulancias, carros de bomberos, equipo de protección, maquinaria, entrenar más perros rescatistas?
No necesitamos citar cifras. Basta con voltear a cada estación de bomberos o rescatistas y conocer los salarios de quienes arriesgan su vida todos los días por los demás, ver las condiciones en las cuales trabajan, el número de elementos que hay por cada 100 mil habitantes. Tenemos más diputados que rescatistas y sobra decir quien resulta más importante y útil para el país.
El Estado otorga tiempo oficial a los partidos en radio y televisión para que se anuncien gratuitamente de manera permanente y durante las campañas, cuando hay temas que deberían estar presentes todos los días en los medios de comunicación, como son las medidas protección civil. El no corro, no empujo y no grito no es suficiente; la gente debe tener muy presente qué hacer antes, durante y después de cada fenómeno, no basta con recordarlo cada 19 de septiembre.
Pese a los riesgos seguimos viendo edificios viejos que el Instituto Nacional de Antropología e Historia no permiten derrumbar por su valor histórico, cuando nadie puede disfrutarlos ni siquiera visualmente porque están tapizados de vigas y puntales para no dejarlos caer.
Necesitamos re definir prioridades, invertir en lo que realmente importa: la seguridad de todos.