Hoy en día la mitad de la población migrante mundial es femenina.
Cada vez son más mujeres quienes se trasladan de forma independiente y no acompañando a un esposo o para reencontrarse con él.
Van en busca de su empoderamiento económico.
Su trabajo contribuye a las economías tanto de los países receptores, como del país de origen y a mejorar la calidad de vida de las familias que reciben sus remesas.
Pero también se exponen a situaciones de desventaja, injusticia y desigualdad.
Están en constante riesgo. Enfrentan discriminación, abuso y explotación.
Pueden llegar a ser víctimas de trata de personas, violaciones sexuales y feminicidio; pero también de la criminalización a la que son expuestas por su condición migratoria.
De esto advierte el Centro de Estudios para el Logro de la Igualdad de Género de la Cámara de Diputados, en su estudio “Criminalización de las mujeres migrantes”.
La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, señaló que los migrantes no son delincuentes y no representan ninguna amenaza para México o Estados Unidos, porque son seres humanos que buscan escapar de una realidad violenta en sus países de origen.
La Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México indica que cada vez son más las mujeres que llegan con la intención de internarse en Estados Unidos para buscar trabajo y mejorar sus condiciones de vida, y esta travesía la realizan bajo contextos de “naturalización” de la violencia contra el género.
Llegan a considerar que a la violencia sexual y la explotación forzosamente deberán enfrentarse, si quieren lograr la meta de llegar a Estados Unidos.
Al estar en México de manera ilegal, las mujeres migrantes buscan hacerse invisibles para no ser deportadas. Hay quienes ignoran que el portar documentos falsos o hacerse pasar por otra persona implica delitos como falsificación y suplantación de identidad.
Es por ello que antes de ser consideradas víctimas de violencia, sea más sencillo criminalizarlas. _