Esta semana, quienes integran la LXXV Legislatura al Congreso del Estado de Nuevo León regresarán al pleno para un periodo extraordinario de sesiones en el que se espera que, entre otras cosas, den paso a la aprobación del dictamen de reforma constitucional para aprobar la Paridad Total.
Pero en este caso debería llamarse “Paridad Gradual”, todo se deja para después, y no se garantiza realmente nada. Ni en el Poder Judicial, ni el Poder Ejecutivo, o los ayuntamientos.
En el caso del mismo Congreso, hay que recordar que su integración paritaria fue resultado de la determinación de la Comisión Estatal Electoral, que en el momento de hacer la repartición en la representación proporcional a cada partido político se aseguró de privilegiarla.
También hay que recordar que no fueron pocos los partidos políticos que trataron de combatir legalmente esta resolución, para inclinar la balanza hacia sus “gallos”, casi siempre hombres.
Los argumentos para no quitar los obstáculos que aseguren a las mujeres el derecho a gobernar siempre son los mismos: “Respetar los derechos adquiridos”, que “no hay mujeres suficientemente preparadas”, o el más ridículo “ver las capacidades por encima de los sexos”.
Y digo ridículo porque ha habido cada persona mal preparada ostentando la “representación del Pueblo”, que podríamos hacer una serie de columnas con cada uno de estos personajes de aquí a las elecciones y nos faltaría tiempo.
Y cuando hablamos de la meritocracia, la cuestión se pone peor, revisen por pura curiosidad los currículums de quienes actualmente integran el Congreso de Nuevo León y explíquenme dónde está el mérito de cada una y cada uno de sus integrantes.
En el fondo se trata de resistencia, de no perder el privilegio, de no compartir para no perder el control. Las posiciones de los coordinadores de bancada, como el panista Carlos Fuentes, hacen pensar que la aprobación de la Paridad Total es una negociación y no un mandato constitucional.
La sabiduría popular tiene una frase para eso: “Dar mucho brinco, estando el suelo tan parejo”. Desde 2015, los hombres en los partidos políticos, con la venia y hasta el apoyo de algunas mujeres, han seguido intentado contener mediante argucias legales, la aplicación de las normas, pero también un principio básico de toda democracia: el derecho a gobernar. ¿Hasta cuándo?
Twitter:@dameluna