Alejandro Moreno aseguró que tras la más reciente asamblea de su partido, el PRI “inicia una ruta de modernización para abanderar las demandas sociales, enfrentar los nuevos desafíos y defender a México”. Gritos, amenazas, vidrios rotos, una reunión para atornillarse a lo que queda de su feudo y tratar a su propio partido como un botín, ¿le parecerá la mejor idea de modernización?
No es la primera vez que el PRI cambia los estatutos para que Moreno permanezca en la dirigencia del partido. En diciembre de 2022, durante una sesión extraordinaria del Consejo Político Nacional, se aprobaron reformas para extender su mandato, que terminaría en agosto de 2023. Moreno buscaba quedarse al frente del partido durante el proceso electoral de 2024, y lo logró.
Si bien desde hace mucho tiempo, Alito Moreno se comporta como un caudillo, —uno que tiene 12 terrenos, autos de lujo y mansiones con campo de golf—, obtener la votación más baja en la historia, como ocurrió en esta última elección, supondría, al menos un quiebre. Sin embargo, desde la propia dirigencia se ha alimentado una espiral de vaciamiento de ideas, del propio sentido de hacer política.
Entendiendo la oposición política como un movimiento contrario a un poder establecido o institucionalizado, y con funciones de control, limitación y eventualmente de sustitución de ese poder, la existencia de oposiciones sólidas enriquecen la vida democrática del país. México necesita representaciones responsables para las minorías y no a estas estridentes, caprichosas y cerradas que hoy tiene y que desde hace años sólo son utilizadas para enriquecer a sus cúpulas.
Responsabilizan a Andrés Manuel López Obrador y su Gobierno de su propio ocaso, pero han sido incapaces de afianzar su liderazgo y muchísimo menos de insertarse en la conversación pública que le interesa a la gente, sencillamente porque no es al pueblo al que representan. No entienden que son ellos mismos las causas de su estrepitosa derrota. Para la mayoría de la gente, la oposición representa los intereses de las élites económicas. Difícilmente, un hombre como Alito Moreno que trata a su partido como a un juguete que le pertenece y nadie le puede quitar, será quien saque al PRI de cuidados intensivos.
Con su falta de convicciones retratada de cuerpo entero, no sorprendería que un cambio de logo, de colores, una que otra mujer más en las fotos y un comercial de “épica” de esos que le gustan a Alito, donde finge ser un líder de masas, sea todo lo que el PRI haga “para volver a ser la alternativa”, como prometió Moreno el domingo pasado frente a súbditos y no a militantes, como debería ser.
Será cuestión de meses para que los buitres terminen de sacarse los ojos por el control del partido más antiguo, pero también más desprestigiado de México.