Bernardo Arévalo y un pueblo harto de la corrupción en Guatemala

  • Columna de Daniela Pacheco
  • Daniela Pacheco

Ciudad de México /

Sin duda alguna, Bernardo Arévalo, el candidato antisistema, fue la gran sorpresa de la primera vuelta presidencial en Guatemala. Ningún listado o encuesta lo consideró al menos como un candidato competitivo, y por tanto los grupos empresariales y los partidos de derecha no vieron ninguna amenaza en su participación.

Cuando comenzó la campaña presidencial hace tres meses, nadie hubiera creído que Arévalo, que registraba menos del 3% de preferencias electorales, tuviera algún chance para ganar. Tampoco se registró su crecimiento tiempo después.

El abanderado del Movimiento Semilla, agrupación que nació en el 2015 de las protestas contra el gobierno de un exmilitar corrupto, se coló en la segunda vuelta presidencial, siendo el único candidato de izquierda de la contienda, luego de la inhabilitación de Thelma Aldana, reconocida lideresa indígena. El Movimiento Semilla está formado en su mayoría por profesores universitarios y dueños de pequeñas empresas.

Arévalo, académico y diplomático, es parte de dicho grupo político que nació como respuesta política a la ola de manifestaciones del 2015 que terminaron por derribar al entonces presidente Otto Pérez Molina, debido a las revelaciones de corrupción de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), y quien posteriormente fue condenado a 16 años de prisión por dicho delito.

Las y los electores le dijeron “no más” a un país secuestrado por las mafias políticas y la corrupción: el 40% se abstuvo de votar, el 17% optó por el voto nulo y el 7% lo hizo por el voto en blanco. Bernardo Arévalo, que logró casi el 12% de los votos, captó el rechazo al status quo, especialmente de jóvenes de zonas urbanas, de la clase media trabajadora, y de adultos mayores que recuerdan con nostalgia la presidencia de su padre, Juan José Arévalo, primer mandatario elegido democráticamente en Guatemala y recordado por promover la libertad de expresión, la organización de los trabajadores y como el creador del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social.

En una segunda vuelta es probable que el presidente Alejandro Giammattei ponga todos los recursos del Estado a disposición de la candidata de derecha, Sandra Torres, del partido Unidad Nacional por la Esperanza (UNE) y a quien le ganó las elecciones en 2019. Torres ha liderado una estrategia de campaña bajo la premisa de atacar la inseguridad en Guatemala con la misma perspectiva que su vecino NayibBukele.

El gobierno actual se encuentra desde hace tiempo en el ojo del huracán por sus prácticas autoritarias y corruptas y la caza de brujas contra medios de comunicación y jueces y fiscales anticorrupción, muchos de ellos participantes de la CICIG; le sería más conveniente un nuevo gobierno que no altere el status quo y escarbe poco en el pasado.

Por el contrario, Bernardo Arévalo ha asegurado en varias ocasiones que contrataría a algunos de los jueces y fiscales exiliados para que le ayuden a combatir la corrupción.

Movimiento Semilla tendrá que llegar a las zonas rurales, donde la candidata de la UNE tiene un fuerte apoyo, gracias a las ayudas a población vulnerable que entregó cuando fue primera dama, durante la presidencia de Álvaro Colom.

El establishment pondrá toda la carne en el asador para que sea Sandra Torres la continuidad del sistema, tal y como está. Arévalo se enfrentará a todos los poderes de las élites. De resultar ganador, el sociólogo recibirá un país quebrado por la corrupción, y aun con la voluntad política y la moderación de un gobierno reformista, le resultará muy difícil poner el cambio en marcha.


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