Con frases como “las personas entrando en nuestro país se están comiendo los perros, los gatos, las mascotas en Springfield” o que “la masiva entrada de criminales de países sudamericanos a Estados Unidos ha provocado la disminución de crímenes en naciones como Venezuela”, fue que Donald Trump abordó el tema de la migración durante el debate presidencial estadounidense, en un intento por desprestigiar a las y los migrantes que ingresan a ese país y que terminó más bien por ser una ridícula caricatura.
De acuerdo con el diario local Springfield News-Sun, la policía de esa ciudad aclaró este lunes que no existe ningún reporte de animales robados y devorados por inmigrantes, pese a que la noticia, que nació de una publicación de un grupo de Facebook, refiriéndose especialmente a un grupo de personas originarias de Haití, fue rápidamente replicada por personajes como Ted Cruz y Elon Musk.
No es la primera vez que Trump y sus seguidores utilizan la retórica en contra de las y los migrantes haitianos en el pasado. Recordemos cuando en 2021 el republicano dijo, sin evidencia alguna, que estos migrantes estaban esparciendo el SIDA en Estados Unidos.
Por su parte, durante el debate, la candidata demócrata, Kamala Harris, le pidió al expresidente “pasar la página en esta retórica racista y atender lo que realmente le interesa a la gente (...). Incluso, aunque en otro contexto, Trump la tachó de “comunista y marxista” por sus posiciones.
Pareciera por la diferencia en los tonos que, al menos en términos de migración, le convendría más a América Latina la llegada de la que sería la primera mujer presidenta en Estados Unidos. Sin embargo, los hechos demuestran que tanto los demócratas como los republicanos han usado el tema migratorio como su caballito político y electoral, que en ambas orillas le permite a las fuerzas más extremistas exteriorizar su sentimiento de supremacía blanca.
Aunque el discurso de los demócratas apunta a una supuesta búsqueda de justicia social, en la práctica —menos en lo discursivo— se asemeja mucho al actuar republicano. En su primer día como presidente, Joe Biden detuvo casi todas las deportaciones y prometió finalizar las aberrantes prácticas del gobierno de Donald Trump respecto a las y los migrantes. Aunque la cantidad de personas que han llegado de manera irregular a Estados Unidos, casi que dobló la cifra del Gobierno de su antecesor, pronto esas promesas de “benevolencia” quedaron en el olvido. Ni el tratamiento hacia las y los migrantes mejoró ni el asilo se convirtió en una figura de ayuda; lo que sí sucedió es que ante la pretensión de Biden de reelegirse (en su momento) incluso llegó a pedirle al Congreso que cerrara la frontera.
Biden pasó de ser un candidato en 2020 que prometió “acabar con el ataque de Trump contra la dignidad de las comunidades migrantes” a un presidente que actualmente está dispuesto a cerrar la frontera.
Los demócratas han intentado convencernos de que circunstancias como la situación política en Venezuela o la de orden público en Haití están fuera del control de Biden. Sin embargo, esos que se dicen más “progresistas” tampoco han puesto sobre la mesa la suspensión de más de 900 sanciones unilaterales impuestas al gobierno y al pueblo venezolano que durante años han deteriorado su economía, provocando un verdadero éxodo hacia Estados Unidos. Mucho menos, que el auspiciar gobiernos satélites en Haití desde hace décadas, lejos de la autodeterminación y soberanía de su gente, han colapsado a ese país en todos los sentidos, llevándolo a una crisis de violencia sin precedentes y por lo tanto a una migración masiva, por mencionar solo algunas de sus grotescas intervenciones en nuestro continente.
No se puede entender el discurso de ninguno de los dos candidatos, sin ahondar en el contexto geopolítico en el que Estados Unidos ve amenazada su hegemonía. Si bien existen diferencias entre los dos partidos, cada vez más existe una unidad ideológica y política entre ambos, especialmente en torno a que Rusia y China son los principales enemigos del proyecto hegemónico estadounidense.
Recordemos que aunque Estados Unidos lleva dos siglos en guerra en múltiples frentes, siempre en nombre de una democracia que lucha contra supuestas dictaduras, ninguna se ha dado en su propio territorio (a excepción de la corta invasión de Pancho Villa y su ejército), y así debemos entender también su relación con América Latina, a la que ve únicamente como su subordinada proveedora de recursos estratégicos, al costo que sea, incluso aunque eso implique la llegada masiva de migrantes de la que, al parecer, México debe hacerse cargo.
Sea quien sea el ganador o la ganadora de la presidencia, Estados Unidos está lejos de dejar de ver a América Latina como su patio trasero, y a quienes habitamos en ella como seres menos dignos. Difícilmente con Harris que, dicho sea de paso, fue la encargada de la política migratoria de Biden durante su mandato, la situación migratoria va a mejorar. En la otra orilla, Trump dejó muy claro, una vez más, que tanto él como los suyos ven a las y los migrantes como monstruos.