La contradictoria Xóchitl Gálvez

  • Columna de Daniela Pacheco
  • Daniela Pacheco

Ciudad de México /

Este lunes 11 de septiembre se conmemoraron 50 años del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende en Chile, en el que participaron diversos líderes de todo el mundo, entre ellos el propio presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Se trató de una serie de actos muy solemnes que ocuparon todo tipo de portadas, antecedidas inclusive por la desclasificación de documentos oficiales por parte de Estados Unidos sobre su indignante participación en los acontecimientos y por el lanzamiento de un nuevo Plan de Búsqueda del gobierno de Chile de desaparecidos de la dictadura.

Mientras presidentes, políticos y activistas exigían el fin de todo tipo de autoritarismos y de cualquier atisbo de golpes de Estado, especialmente en América Latina, uno que otro negacionista de las dictaduras aprovechaba la fecha para poner en operación a la fachiza que lleva dentro.

Decía el integrante de especialistas en materia de Medio Ambiente, Sustentabilidad y Cambio Climático del Frente Amplio, Gabriel Quadri, —del equipo de “la candidata de izquierda” dizque feminista, proaborto, prodiversidad, de la coalición de derecha, Xóchitl Gálvez— que “un golpe militar parecía ya inevitable, manifestaciones masivas lo exigían”, como que casi el propio Allende se lo había buscado. Sí, ese mismo Gabriel Quadri que fue sancionado por ejercer violencia política en contra de las mujeres y violencia contra las personas LGBTQI+ y que hace parte de su equipo programático más cercano.

Y es que la candidata que insiste en ser daltónica frente a los colores partidarios, un día dice una cosa y al otro día intenta convencernos de otra, según el periodista y el auditorio que le toquen. Un día es la más panista y al otro día, representante del feminismo popular. En agosto aseguró que recuperaría algunas experiencias exitosas de la política de seguridad de Felipe Calderón, y ayer en entrevista reconoció los pésimos resultados de ese gobierno en la misma materia.

Cómo más se explica que quien se dice defensora de la lucha contra la corrupción tenga como líder de su equipo de programa en materia de seguridad a un prófugo de la justicia como Francisco García Cabeza de Vaca. O que hable de vanguardia, de futuro, de liderazgo y que José Ángel Gurría lidere su proyecto de nación para México.

A la derecha mexicana no le ha quedado más remedio que intentar verse como el pueblo, decir que viene de él, aunque ni siquiera busque interpretarlo y su apoyo venga mayoritariamente de eso que ahora llaman con eufemismo, sectores privados.

La soltura que tanto le aplauden a Xóchitl Gálvez puede ser un atributo apreciado en tiempos de campañas aburridas, peleas largas y tensionantes y de políticos muy tradicionales, pero no reemplaza la confusión que genera “no conocer” —en teoría—su trasfondo ideológico, que en su caso pareciera no ir más allá de aglutinar odio en contra de López Obrador y la Cuarta Transformación, y pues los números no dan.

Dice ella que esta campaña será entre Estado y ciudadanía, pero ella no representa a ninguno de los dos lados.


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