Sin grupo de la muerte

Puebla /

De antemano se sabía que con cuarentaiocho selecciones en el Mundial, iba a sobrar. Mucha comparsería da como resultado menor expectativa y va en detrimento del nivel.

En aras de democratizar la competición, se redujo el nivel de la primera fase y en cada grupo están muy cantados los favoritos. A México le fue muy bien, las pelotas calientes le sonrieron y debe pasar a la siguiente ronda.

Sudáfrica, Corea del Sur y el ganador de la repesca europea conforman un sector sin gigantes, un territorio que invita al optimismo moderado. Son rivales asequibles, sí, pero nunca dóciles. Sudáfrica es un equipo que se crece cuando el favorito quiere llevar la pelota; Corea del Sur, un rival que incomoda por disciplina y energía; y el representante europeo —sea el orden danés, la rebeldía macedonia, la solidez checa o el empuje irlandés— añadirá una capa de rigor competitivo. Ninguno asusta por nombre, pero todos obligan a gestionar partidos incómodos.

El matiz, empero, está en que México ya no ofrece garantías. La sensación de “accesible” no debe ocultar que México sigue buscando identidad, respuestas y regularidad.

En ese cruce manejable en medio de un presente inestable, el verdadero adversario del Triserá su propia capacidad —o incapacidad— para sostener noventa minutos de buen fútbol sin caer en los viejos vicios que tanto lo han frenado.

La liguilla da, la liguilla quita

Germán Berterame ha vuelto a demostrar que en la Liguilla no se juega: se resuelve. Su impacto reciente —goles aparecidos cuando el partido parecía extraviarse— confirma un patrón que el Monterrey ya conoce y que la Selección no debería ignorar.

Porque su cuota no es un accidente: es síntoma de alguien que entiende la tensión de los duelos definitivos y se erige como el factor diferencial, empero, la narrativa alrededor de Berterame empezó colocándolo como complemento, no como actor principal.

Hoy, sin embargo, su forma altera los planes. Berterame encarna movilidad, oportunismo y un olfato que se despierta en el momento más oportuno. El argentino naturalizado mexicano ya es una opción real para iniciar partidos en el Mundial.

El agónico gol para eliminar al América y el hermoso tanto en la ida de las semifinales ante el Toluca, probablemente han sido su prueba definitiva… y la cubrió con creces.

Ferocidad selectiva

El penalti fallado por Javier Hernández el domingo pasado en Ciudad Universitaria, desató una virulencia difícil de justificar. Las redes encontraron en él la presa perfecta, y el juicio público se olvidó —como siempre— de que un error técnico no es una sentencia moral.

Un caldo de odio bien caliente, del que se sirvieron los detractores del Chicharito, los anti chivas y hasta las feministas.

La crítica, en su versión más tóxica, funciona así: convierte al otrora héroe en villano, para exorcizar las frustraciones propias. Pero conviene recordar que la historia del futbol mexicano está llena de fallos desde el manchón penal, y otro apartado para los que no fallaron porque el miedo los atrofió.

Como ejemplo: el mejor jugador que ha dado México (don Hugo Sánchez Márquez), no pudo —¿no quiso?— cobrar un penalti en el culmen histórico de la Selección: la tanda contra Alemania en el mundial de México 86.Evadir la responsabilidad es peor que fallar.


  • David Badillo
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