¿A quién miran los diputados?

  • En la tormenta
  • David Herrerías Guerra

León /

Miro en la pantalla la imagen: los diputados del PAN como en foto de graduación, viendo… ¿a nosotros?, ¿a la cámara? Dicen que a nosotros: “El compromiso que asumieron las 21 diputadas y diputados de Acción Nacional se vio reflejado en las 122 propuestas presentadas ante el Pleno del Congreso y que fueron producto de la constante escucha y trabajo cercano con la ciudadanía”. Dicen.

Pero ¡ay!, yo tengo una espinita clavada en el corazón. Perdón que los aburra con mis cuitas, pero el pasado 27 de junio aprobaron un punto de acuerdo en el que se solicita la extinción del Fidesseg. Lo aprobaron en bloque, sin consultar a nadie. Sorpresivo, puesto que unos meses atrás habían rechazado una propuesta en el mismo sentido del grupo parlamentario de Morena.

¿A quién miraban en este momento nuestros legisladores? Me cuesta trabajo creer que ninguno le haya preguntado a su compañerita de banca: “Oye, ¿qué no es este el mismo fideicomiso que se creó a propuesta nuestra y que defendimos con bravura cuando la malvada oposición pidió disolverlo?” ¿No pasó por la mente de alguno de nuestros representantes, tan atentos a nuestras necesidades, la idea de consultar a los que están involucrados en el tema? Parece que ninguno, en lugar de mirar hacia donde les vienen las directivas (o sugerencias, digámoslo suave) se le ocurrió mirar hacia otro lado: “Oigan, ¿y si les preguntamos a las asociaciones que han recibido recursos? ¿Y si consultamos con los empresarios que promovieron la idea del impuesto? ¿Y si sondeamos a los beneficiarios de los recursos ya ejercidos?”

No es que cada que paso que den tengan que preguntarnos, pero esta ocasión lo ameritaba. Quizás estaban viendo algo que nosotros no podemos comprender. ¿En las otras más de cien iniciativas impulsadas, nuestros atentos legisladores sí habrán visto hacia el lugar correcto? Seguro sí, y mis dudas nacen solo de esta herida que supura. Pero la herida está, y como pasa siempre en estos asuntos uno empieza a hilvanar historias con la turbia mirada del que se siente traicionado. Y recuerda que su diputado volvió a la colonia a repartir algunas cosas, pero que en lo que atañe a su labor legislativa, pocas veces fue a preguntar.

Mi parte buena me invita a confiar en mis gobernantes. Y me dice que crea cuando dicen “que todo va a estar bien, que fue por mi propio beneficio”. ¡Pero, ay de mí!, porque en mi interior se agita otra fuerza que me dice: “¡No les creas!, ¿cómo les vas a creer si ni siquiera te quieren mirar a los ojos? Y el buen espíritu que me anima apaga el fuego: “Paciencia, ya les han dicho que estén tranquilos, los escucharán”. “¡Pues espera sentado! –dice mi diablito–, ¿cómo sabes que no les darán un albazo de nuevo?”.

En esa mar tempestuosa navega mi corazón. Imprimo la foto. Una lágrima escurre y marca la tinta fresca. La guardo en el cajón y me pregunto: ¿a quién estarán mirando ahora mis diputados?


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