Conocí a unos campesinos que querían hacer una organización para criar burros y exportarlos al norte para hacerlos salchichas mientras que se dedican a rescatar a estos equinos para evitar su extinción. Algunas asociaciones siguen la ruta de las mariposas y otras la ruta de los migrantes. Hay tantas causas como personas apasionadas por resolver problemas que consideran fundamentales. El abanico es tan grande que será siempre más amplio que cualquier plan de gobierno, porque se gestan desde las innumerables miradas de la realidad que hay en un país. Por eso las organizaciones de la sociedad civil (OSC) no pueden ser una extensión de los gobiernos y sus batallas podrán coincidir o no con las administraciones en turno. Algunas veces, incluso, pueden disentir y ser incómodas.
Las OSC ayudan a descubrir problemas que permanecerían ocultos si no los desenterraran ellas, como algunas que protegen una especie de particular de plantas desapercibidas para la mayoría; o las que protegían a las abejas desde antes de que su función polinizadora fuera tan ampliamente reconocida. Las asociaciones también aportan soluciones creativas a problemas más conocidos, como una asociación que se dedica a coleccionar calcetines disparejos para apoyar a gente de escasos recursos. Más allá de que una u otra causa nos pueda parecer importante, la suma de todas ellas aporta una visión más completa y amplifica voces diversas, lo cual es un componente muy importante en una democracia.
Es difícil saber cuántas OSC existen en México y poder compararlas con otros países por la gran informalidad que hay en el sector. Sin embargo, tenemos el dato más preciso de las que son donatarias autorizadas. Guanajuato es un estado con mucho rezago en este aspecto: mientras que Nuevo León o Yucatán tienen más de diez asociaciones donatarias por cada 100 mil habitantes, Guanajuato tiene solo 4.6. El promedio nacional es de 7.6. La rica diversidad que aportan las OSC, se ve limitada, además, porque la inmensa mayoría de las asociaciones formales están normalmente vinculadas a la Iglesia o al empresariado, por lo difícil que es arrancar un proyecto sin tener un fuerte respaldo. Esto no es que sea malo en sí mismo, pero es necesario que más asociaciones puedan surgir desde otros sectores para alimentar el abanico de personas que aporten soluciones.
El financiamiento público dedicado a fortalecer y fomentar la creación de OSC es importante porque es una forma de abonar la tierra para que puedan florecer las organizaciones de todos los colores del espectro. Por eso insistimos en que el Fidesseg no solo debe permanecer, sino que debe mantenerse en un esquema que garantice pluralidad, transparencia y eficacia. No es una limosna para las organizaciones, es una responsabilidad democrática.
Y por eso seguimos esperando la oportunidad de ser escuchados, antes de que el recurso de este fideicomiso desaparezca o sea desnaturalizado.